Con ésta se completan 209 entregas de artículos para esta columna que nació hace exactamente 209 semanas -cuatro años- con La Jornada Aguascalientes. Es motivo de congratularnos por contar a través de este diario, con un medio de comunicación que ha permitido siempre la libre expresión de temas que generalmente causan escozor a direcciones editoriales de otros medios. En todos los artículos escritos en este tiempo, se ha estado exponiendo, de manera abierta y despojada de todo disfraz, la persistente existencia de aquellos elementos que entorpecen e incluso anulan la ciudadanía económica con la omnipresente imposición de una sola visión de la realidad: la lógica depredadora del poder económico del sistema preponderante. En todas las entregas para esta columna he expuesto cómo es que este sistema económico obstruye el desarrollo sano y libre de las sociedades occidentales. Ha sido también precisamente en este lapso de cuatro años cuando se ha presentado de manera más contundente el carácter criminal de los mercados financieros que dominan a nivel global.
Al no ser ajenos a esa tendencia global, México, su gobierno, sus partidos y gran parte de su sociedad se han plegado en ya muchas ocasiones a lo que se ha dado en llamar poderes fácticos. Esos actores que de hecho dominan los mercados y, con ello, deciden la vida de prácticamente toda la población. Dos consorcios de televisión inducen la verdad noticiosa en el 98 por ciento de los telehogares. Un grupo con poder significativo sobre los mercados marca los precios –en uno de los niveles más altos del mundo- y la calidad de la telefonía celular así como las de conectividad a internet. Ante un estado ausente, un puñado de bancos cobra tasas de interés y comisiones por servicios bancarios que superan los promedios mundiales.
Como se expuso en este espacio a mediados de este año, el banco HSBC cubrió con una multa ridículamente baja, toda consecuencia de manejos irregulares de 7 mil millones de dólares. MONEX realizó triangulaciones financieras similares a las utilizadas en lavado de dinero para cubrir pagos que se hicieron durante el periodo electoral. Las decisiones en materia educativa y formación de docentes se realizan desde un sindicato resistente a todo intento de transparencia, de manera similar a como otro sindicato, igualmente obscuro, manda en la política energética del país.
En todo el mundo, los grandes monopolios, como se ha dicho una y otra vez en esta columna, marcan la vida de millones de seres a través de la escasez, y precios, ya sea de alimentos, energéticos, productos químicos o farmacéuticos. Se evidencia ahora el descarado y obsceno chantaje de la banca que cobra a los gobiernos su rescate a costa de la seguridad social. Simultáneamente el otro brazo de los poderes fácticos marca con el tenebroso mercado de las armas el ritmo y alcance de la política de terror para mantener la distracción general y la sujeción a sus intereses. Lo que unos comenzaron a llamar neoliberalismo, se ha quedado muy corto en cuanto al alcance de la agenda de esos grandes poderes que, a nivel de nuestro país, descaradamente inciden en la política.
Un día después de la toma de posesión del nuevo gobierno federal, se firma en el Castillo de Chapultepec el Pacto por México. Todos los actores político-partidistas coinciden en reconocer que son precisamente los poderes fácticos los que han secuestrado la esperanza de mejores condiciones de vida a los mexicanos. El presidente actúa como testigo de honor y todos se congratulan por haber encontrado una visión común, un plan general compartido, dentro de la diversidad ideológica y partidista. Todo pinta muy bien. Los medios de comunicación, los mismos de siempre, se dan vuelo festinando el logro, la piedra de toque para una mejora general. Sí, estamos de acuerdo, hay que acabar con la dictadura de esos poderes fácticos a los que se hace mención en el Pacto.
Sólo me queda una duda. ¿No fueron precisamente esos poderes fácticos los que actuaron concertadamente para asegurar que se diera como se dio el cambio de gobierno?
A lo mejor el fin justifica los medios. La historia nos ha dado sorpresas. No hace mucho, en términos de historia nacional, el gran cambio fundamental para el despegue social y económico del país se dio con Lázaro Cárdenas. De no haber sido el delfín de Plurarco Elías Calles, jefe máximo, el poder fáctico por antonomasia en los años postrevolucionarios, y haber jugado con las reglas de esa dictadura, Cárdenas no habría accedido al poder.
Lo dicho: en este espacio editorial se han expuesto durante cuatro años prácticamente todas las facetas de esos poderes que se han opuesto al cambio, han detenido el avance social y limitado las libertades civiles anteponiendo sus enormes intereses económicos. Se han opuesto a la ciudadanía económica. Desde el hecho incontrovertible de que todo indicio de sustentabilidad es opuesto a la lógica y razón de ser del neoliberalismo, resulta difícil creer que se puede dar un cambio en los resultados, sin cambiar su origen. Para que este país transite hacia la tan ansiada meta de desarrollo social y humano -integral y trascendente-, hace falta eliminar el poder excluyente y depredador de los poderes fácticos. Pero éstos se alimentan del sistema económico preponderante llamado neoliberalismo. ¿Será capaz la actual clase política de arropar un cambio nacional equivalente a la transición cardenista, pero ante un mundo globalizado? Quisiera verlo, quisiera creer.
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