Desbrujulados / Memoria de espejos rotos - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Entiende, que yo a este lugar

no pretendía llegar….

Sitios distintos – Nacho Vegas

 

Hay acciones del Gobierno Federal que carecen de una brújula, ya no digamos moral, sino hasta pragmática, y cuya carencia termina por desencadenar decisiones que afectan directamente al pueblo que el mismo gobierno aseguró defender, en su afán de mantener un discurso abstracto contra la corrupción, incluso cuando este discurso y estas acciones van contra la realidad misma. Para ilustrar lo dicho, van algunos ejemplos sueltos.

Cuando el presidente desestimó a las asociaciones de la sociedad civil, y de un manotazo las calificó de corruptas, cerró la llave a recursos que ya estaban etiquetados para su ejercicio público, entre éstos los destinados a los refugios de mujeres víctimas de violencia. Desde el poder se promovió un discurso para azotar mediáticamente a quienes cuestionaron su proceder.

Este modelo de acciones ha parecido replicarse a la hora de atender otras problemáticas nacionales, por ejemplo, ahora en Salud: un sector sensible de la administración que históricamente ha padecido carencia de recursos, escasez de personal e insumos médicos, sobre demanda en los espacios hospitalarios, y gestión desaseada con posible corrupción. Como respuesta, el Gobierno Federal congela el flujo de recursos; no ofrece una alternativa para mejorar la atención mientras se sanea la administración; oculta información sobre la realidad de la problemática en plantillas laborales, abasto de medicinas, dotación de recursos hacendarios, y gestión hospitalaria; posibilita la compra de medicamentos fuera de norma; y azota mediáticamente a quienes critican estas prácticas.

Este modelo de acción se parece, otra vez, a la estrategia desbrujulada de la crisis de las gasolinas por el delito del huachicol. Entonces, el gobierno federal siguió una ruta ejecutiva que incluyó: cortar el flujo de combustible mientras se arreglaban las fugas, sin una alternativa estratégica de distribución; ocultar información sobre la realidad de las reservas de gasolina; la compra de pipas, sin licitación y fuera de la Norma Oficial Mexicana; y el azote mediático a todos quienes cuestionaran estas acciones.

Recién se viralizó un video en el que una docente se encuentra al presidente en un aeropuerto, y le reclama por la suspensión de apoyos en ciencia y tecnología, derivado de la reforma educativa, que tuvo como una de sus consecuencias el que los jóvenes representantes de México en las Olimpiadas de Matemáticas en Sudáfrica se quedaran sin recursos públicos ya etiquetados para realizar ese viaje. El presidente responde que no es cierto, y se cierra al diálogo.


Otro ejemplo emblemático: el proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Sin más estudios ni investigaciones judiciales, de un manotazo se determinó que el proyecto era corrupto, se dejó de pagar a los proveedores de gobierno, se eligió otro proyecto que ocultó datos sobre su costo real, el impacto en su entorno y su viabilidad, y -al final- se hizo público que ni había la corrupción que pregonaban, ni era tan viable ni tan “barato” el otro proyecto; pero, mientras tanto, se lastimó al erario y se fustigó desde los canales mediáticos del poder a quien osó criticar estas acciones.

Gobernar así, sin una brújula pragmática que posibilite perseguir ideales (como la lucha contra la corrupción) pero que al mismo tiempo proteja al pueblo que gobierna, es uno de los retos más grandes de esta administración. El otro es el de la distancia que hay entre la realidad y los informes que le acercan al presidente. Sucede una de dos cosas (o ambas): o los colaboradores del ejecutivo se han convertido en lacayos que cuando el titular de ejecutivo pregunta la hora, contestan “la que usted diga”, y no lo proveen de información veraz, oportuna, de fondo, para aquilatar la realidad; o ha ganado la soberbia del presidente y de quienes (por la coyuntura electoral y el hartazgo social con los gobiernos anteriores) están ahora -momentáneamente- en el poder, y -a pesar de tener información fidedigna de la realidad nacional- creen que lo que quieren creer basta para el diagnóstico de lo público, a partir de sus propios prejuicios. Es usual escuchar al titular del ejecutivo desestimar la realidad con un lapidario “yo tengo otros datos”, otros datos que ni comparte ni se ajustan a lo que el pueblo padece.

La diferencia más notable entre las democracias y las autocracias tiene que ver con el hecho de que la acción de gobierno tome en cuenta, o no, a los sectores sociales involucrados en la acción autoritativa del poder. A este concepto se le conoce como gobernanza, y es distintivo de las democracias contemporáneas. En la llamada cuarta transformación este concepto, y su práctica, se han dejado de lado, para cometer discrecionalmente las ocurrencias de un caudillo momentáneo.

[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9


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