Jorge Izquierdo Bustamante
A cuatro años de haber iniciado un proyecto, que día a día se antoja un sueño realizado Felicidades jornaleros
Apenas comenzaba a pensar cómo es que el nuevo gobierno federal iniciaría la reconstrucción del espacio diplomático mexicano, que nos permitiera reinsertarnos en un espacio que por tradición tuvimos en el pasado, y que en innumerables ocasiones nos sirvió para generar interlocución con los países que toman las decisiones en la comunidad internacional, y así hacer prevalecer la independencia y soberanía propia y de otras naciones que en diversas coyunturas se vieron amenazadas y que buscaron a la hermana república mexicana, para que en apego a los principios de su política exterior, defendieran sus derechos y la igualdad jurídica de los estados, cuando escuché el nombramiento del nuevo canciller mexicano en el gobierno de Enrique Peña Nieto, e inmediatamente guarde en el baúl de los recuerdos mis afanes por observar el resurgimiento de la diplomacia mexicana, y me pregunté una y mil veces, dónde quedó el respeto a los diplomáticos de carrera y cuál será el valor que se le puede tener al trabajo de política exterior cuando se nombra a un economista y abogado, sin experiencia diplomática alguna como Secretario de Relaciones Exteriores.
Me queda claro que el criterio que de hoy en adelante prevalecerá en la Cancillería será el de los aspectos financieros de los asuntos internacionales, y que la diplomacia será olímpicamente ignorada, dado que el nuevo canciller entiende de política exterior como tal, que no financiera, nada, y que usará este espacio para seguir incidiendo en el Grupo de los 20, donde mantendrá su relación con los Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales del grupo.
En ese sentido queda como algo meramente retórico aquello que se dijo en el inicio de la campaña presidencial “recuperar el liderazgo y orgullo de México en el exterior”, porque en los hechos no hubo congruencia, se equivocan rotundamente quienes se empecinan en hacer creer a los tomadores de decisiones que la economía debe ir antes que la política, parece que los hechos de los últimos 30 años de historia nacional, poco o nada les han mostrado, por eso es muy clara la sabiduría popular cuando dice “que no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
En la mente de quienes aún pensamos que la política exterior genera distingos entre naciones y la misma enaltece los valores intrínsecos de la política interior de una nación, la designación del nuevo canciller, nos ha dejado atónitos por decir lo menos, sobre todo cuando en las últimas semanas se habían venido mencionando varios nombres de mujeres y hombres que bien podrían sumarle prestigio y conocimiento a la tarea de la Cancillería, lamentablemente ese espíritu romántico e idealista tendrá que seguir esperando a mejores tiempos, o quizás ya haya sido rebasado por criterios que quieren ser investidos de pragmatismo, pero lo único que exhiben es un obcecado capricho por ver los temas torales de una nación en términos fútiles.
Este poco interés en el trabajo de política exterior ya venía siendo mostrado, como lo expuse en este espacio editorial, cuando vimos que el Partido Revolucionario Institucional no hizo nada por mantener la presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado de la República, y ahora apreciamos que esto será una constante en esta etapa del retorno de este partido al gobierno federal.
En lo personal me duele apreciar esto, porque en mi juventud tuve la oportunidad de ser representante permanente de mi partido en el Buró Político de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (1989-1991) en Budapest, Hungría y posteriormente ser asesor de la Presidencia del Sector Juvenil de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), y añoré durante los 12 años de la alternancia panista en el gobierno federal, que los priístas regresáramos a la Presidencia de la República, para retomar el trabajo y prestigio en política exterior mexicana, que los panistas devastaron durante sus dos administraciones federales, pero ahora veo que al parecer la ausencia de trabajo diplomático seguirá prevaleciendo para desgracia de nuestro país.
Hace algunas semanas un amigo colaborador de esta casa editorial me decía que se mostraba entusiasmado porque tenía motivos más que suficientes para afirmar que el Partido Revolucionario Institucional, estaba tratando de volver a impulsar a la COPPPAL, y que él está cerca de alguien que ha estado trabajando en ese sentido, ahora creo que el entusiasmo de mi amigo, no será el mismo, después de ver lo que en realidad les interesa el tema político diplomático a quienes toman las decisiones en el partido.
Quienes creemos en la diplomacia mexicana, seguiremos exigiendo en nuestros espacios respeto a la carrera diplomática y mantendremos nuestra voz en alto, para reclamar por el retorno de la tradicional política exterior mexicana.
Por lo pronto y a manera de bienvenida, aquí les dejo los siete principios de política exterior mexicana al nuevo canciller y a su staff de financieros, por si en algo les pueden servir: no intervención, la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los estados, la cooperación internacional para el desarrollo, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.