Homenaje a maestros / La inteligencia como servicio - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Dedico estas palabras a la maestra María Jiménez Gómez –Loza “Mary”,

quien usó su inteligencia y su corazón en bien de sus alumnos

 

En este acto consuetudinario -ritual, diría-, que la Universidad Autónoma de Aguascalientes lleva a cabo cada año en Homenaje a sus Maestros, me han pedido que diga unas palabras a nombre de ustedes, compañeros profesores, homenajeados el día de hoy.

Lo primero que se me ocurre decir, es que habitualmente nos ostentamos como maestros -no simples profesores-. Hagamos conciencia, entonces, que ser maestro no es un simple oficio, ni siquiera una profesión; es una vocación, esto es, un llamado.

Ese llamado a ser maestros, esa vocación, aunque ciertamente es personal, puede haber cierta predisposición hereditaria al llamado, al cultivo de la vocación. En mi caso estoy convencido de que mi vocación de maestro -seguramente deficientemente cumplida-, es sin duda heredada, pues tanto mi abuelo paterno Juventino, como mi padre Jesús Antonio, fueron profesores del viejo Instituto de Ciencias, la institución que se transformó en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Al primero muy pocos hoy lo recordarán como profesor, pues murió en 1938; el segundo fue recordado por el maestro Efrén González Cuéllar como su profesor, hace precisamente dos años, celebrando este ritual.

Considero que lo que distingue el ejercicio de la vocación de maestro, es la inteligencia puesta al servicio de los alumnos y de la sociedad, cualquiera que sea la materia que se enseñe. Cada maestro sabe lo que el conocimiento que imparte aporta, tanto a sus discípulos como al bien común.

Por mi parte, quiero enfatizar algunas cosas de los saberes que conozco e intento transmitir. Me ha tocado impartir muchas materias en mi larga vida como profesor -que inicié dando clases en la Prepa en enero de 1975-, pero en los últimos años mis lecciones son sobre la Historia del Derecho y la Filosofía del Derecho; han sido mis materias y temas de investigación. Historia y Filosofía, pues.

Historia y Filosofía, dos saberes despreciados por escuelas y universidades enfocadas sólo hacia el beneficio del dinero. Y que en aras de la eficacia, sobrevaloran la técnica en perjuicio de los valores humanos. Afortunadamente la Universidad Autónoma de Aguascalientes conserva las materias históricas y filosóficas en varias carreras, y además las carreras de Historia y Filosofía.


Nadie puede poner en duda la crisis civilizatoria que vivimos. Hemos producido un mundo profundamente violento e injusto. Violencia que no sólo ejercemos en contra del hermano, sino en contra de la naturaleza y el medio ambiente. Violencia e injusticia que rebasan nuestras intenciones y los cortos alcances de nuestros actos individuales, pero que se plasman sistemáticamente; y somos corresponsables de esos sistemas de muerte.

Nuestro México, nunca tan violento como en los últimos años; nunca tan injusto como en las últimas décadas. Con una terrible división política. Atravesado, literalmente, por la migración forzada de aquellos descartados del sistema que buscan la sobrevivencia. Pero a pesar de todo con esperanza. Y con urgencia de una especie de refundación. Esta es con la realidad que contamos.

La Historia y la Filosofía, mucho tienen que aportar, si queremos producir un mundo más humano y, por ende, un México más justo, menos violento. En la búsqueda de otros caminos para la construcción de otro México, necesitamos rescatar y reafirmar nuestra identidad. Un quehacer histórico desprejuiciado nos ayudará a ello. Sin historia forjamos ignorantes sin identidad. Por otro lado, necesitamos elementos para reflexionar sobre el sentido profundo de la vida toda y de sus parcialidades. La Filosofía nos ayudará a encontrar ese sentido profundo de la vida.

Pienso que la Filosofía no es privativa de los “filósofos de profesión” por así llamarles, sino que todo maestro, en cualquier materia que imparta puede ejercerla, pues “desde la filosofía se puede tratar filosóficamente la realidad que nos rodea”, dice Ignacio Ellacuría; “lo importante es enseñar a pensar”, agrega; porque así se suscitará el “espíritu crítico frente a la propia realidad y frente a cualquier sistema que pretenda explicarla”.

Los maestros pretendemos, en nuestro quehacer cotidiano, transmitir conocimiento verdadero. Intentamos buscar y anunciar la verdad frente a lo que la impide. Esto, sin duda, ayuda a producir una sociedad menos violenta y más justa, pues forma personas más libres, en el pensar y en el actuar. Cito otra vez a Ellacuría: “La filosofía como búsqueda de la plenitud de la verdad -esto es, no de la mera ausencia de error, sino de la presencia plena de realidad-, es un elemento indispensable en la liberación integral de nuestros pueblos.”

Para el ejercicio de nuestra vocación de maestros, creo que es importante tomar conciencia de aquello que destaca en nuestra Universidad: se trata de una institución de educación superior de carácter público, que defiende su autonomía y acentúa su compromiso social.

Para entender qué es y la importancia de la autonomía, tenemos que hablar del fin propio de la Universidad, que lo constituye la investigación, el estudio, la preparación profesional y técnica y la difusión del conocimiento. Para conservarse como espacio libre y abierto, la Universidad debe ser autónoma. Porque la autonomía es la forma más alta de libertad de investigación y de crítica; la autonomía corresponde a la naturaleza misma de la Universidad.

Pero la autonomía no es una libertad carente de obligaciones. De tal modo que, por otro lado, la Universidad tiene la responsabilidad de producir y difundir conocimiento -lo que no podrá hacer, cabalmente, si no es libre-; responsabilidad de servir a la sociedad, no como un abstracto, sino a la sociedad real tal como se nos presenta.

Con un acto de una enorme carga simbólica, nuestra Universidad Autónoma de Aguascalientes, celebró sus primeros cuarenta y cinco años de vida como tal. Con la conmemoración confirmó su compromiso social, al otorgar el Doctorado Honoris Causa a la agrupación de Las Patronas, compuesto por un conjunto de mujeres dedicadas, desde hace varios años, a cumplir con una de las obras de misericordia -tan olvidadas en tiempos modernos- como es “dar de comer al hambriento”, y en este caso, un carente, un hambriento, en una situación extrema en cuanto que migrante en tránsito, por eso siempre necesitado y en peligro; y no un hambriento, sino miles.

La Universidad Autónoma de Aguascalientes está reconociendo así las enseñanzas, las lecciones que nos dan aquellas personas que por sus acciones son maestras, es decir que transmiten los grandes valores de la educación en general: el humanismo y la solidaridad.

Dije que mi abuelo Juventino murió en 1938. Ese mismo año, meses antes de su muerte, se hizo un homenaje a la maestra Vicenta Trujillo por sus cincuenta años de magisterio. Mi abuelo, ya enfermo y cansado, participó con unas palabras en elogio de aquella ilustre profesora que había sido su alumna en el Liceo de Niñas, hoy Escuela Normal. Le dice, entre otras cosas: “Habéis cumplido, como buena, con vuestra noble tarea, de aprender para enseñar, y habéis realizado la dignidad de vuestro ser inteligente. Para el bien de los demás habéis cultivado vuestra inteligencia…”.

Por mi parte, termino diciéndoles: gracias compañeros maestros, por hacer uso de su inteligencia como servicio, en beneficio de sus alumnos y la sociedad toda y en ejercicio de su vocación.

 


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