El espacio público como lugar cultural en México - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Hace unos días tuve la oportunidad de visitar diversas ciudades del Bajío y el altiplano las cuales analicé detenidamente. La experiencia de recorrer a pie las calles de los centros históricos me permitió observar -con los ojos de una persona interesada en lo urbano- distintas dinámicas. Sin embargo, un elemento que captó mi atención fue la importancia que tienen los espacios públicos como lugares articuladores de la ciudad, en especial las plazas y los parques.

A pesar del clima cálido con temperaturas que superaban los 30° centígrados, la elevada radiación solar, y el viento que se rehusaba dar un respiro a los habitantes de las ciudades, estos compartían momentos debajo de las zonas arboladas en pequeñas bancas discutiendo aspectos de la cotidianidad o recordaban las viejas historias de vida; mientras tanto, los pequeños jugaban en las fuentes, perseguían palomas o corrían alrededor de estatuas o de pequeños escenarios. Al mismo tiempo, los turistas se admiraban de las diversas hazañas arquitectónicas de siglos anteriores, se deleitaban con las exposiciones artísticas en las plazas públicas, se divertían observando la actuación de los artistas locales y compraban artesanías o dulces típicos del sitio que se encontraban visitando.

Al sentarme a observar con detenimiento lo que sucedía en cada plaza o parque público, advertí que varios los espacios se enriquecían exposiciones artísticas temporales, especialmente esculturas, fotografía o música, las cuales buscaban despertar el interés y la curiosidad de las personas que transitaban por ahí. De todas las manifestaciones artísticas, las exhibiciones de obras plásticas monumentales o surrealistas eran las que más atraían a la gente, atrapándolas en una halo de fascinación, quizá por lo desconocido o porque rompían con la regularidad de los espacios.

Cabe señalar que las piezas escultóricas expuestas en plazas y parques no se ubican -por lo general- en espacios abiertos o concurridos, por el contrario, se concentran en lugares cerrados como museos o galerías donde la gente no podría interactuar fácilmente con las obras.

Al igual que en los grandes centros urbanos del país y el mundo -cuya oferta cultural en espacios públicos es amplia y diversa- se advierte que las ciudades mexicanas se encaminan a emplear y aprovechar sus espacios no solo como los lugares donde interactúan las personas o donde se articular las acontecimientos urbanos, sino también como lugares de acceso y consumo cultural.

París, Madrid, Sao Paulo, Bueno Aires, Berlín, entre otras grandes metrópolis conciben sus espacios públicos como lugares donde se amalgama la heterogeneidad urbana1, es decir, donde confluyen, interactúan y conviven diversos actores. Es en estos espacios donde los encuentros sociales se despojan de estratos económicos, formaciones, credos, sexo, edades; y permiten la concurrencia de seres humanos hacia lugares de representación pública2. Una elemento más relacionados con estos espacios es que ahí se manifiestan los movimientos sociales y son escenarios idóneos para darle voz a los que han sido silenciados. Por lo tanto, la apropiación del espacio público como lugar para la cultura y arte es más que una mera práctica de consumo estética, es realmente un recurso simbólico que favorece y moviliza favorablemente los vínculos y prácticas sociales3.

De la misma forma que en otras metrópolis, los espacios públicos de la ciudad de México desde hace varios años se han convertido en lugares que permiten el acceso y consumo de bienes artísticos y culturales de manera cotidiana y común. Por ejemplo, el corredor Reforma, el zócalo capitalino, el bosque de Chapultepec, el centro de Coyoacán, son espacios amalgaman la heterogeneidad social urbana, y que, al mismo tiempo, movilizan a miles de personas interesadas en acceder al arte y la cultura fuera de las puertas de un museo. Un ejemplo de ambas dinámicas son los conciertos que se organizan en el zócalo capitalino donde se han llegado conjuntar cientos de miles de personas para disfrutar de artistas nacionales o extranjeros; o la feria de las culturas donde se acerca a la población local a las tradiciones, costumbres, arte y modos de vida ubicadas en otras latitudes, y que permiten admirar la diversidad del mundo en que vivimos.

A las dinámicas descritas en el contexto global se han incorporado múltiples ciudades del país, puesto que han convertido sus espacios públicos no solo en lugares de convivencia y confluencia social, sino en sitios que permiten el acceso a manifestaciones artísticas que por lo general estarían destinadas a determinados sectores sociales. Por lo tanto, es importante que los gobiernos locales continúen fomentando este proceso de acercamiento social y de difusión cultural.

Referencias.


1 Gayosso Ramírez, José Luis (2018) Imaginarios urbanos y prácticas laborales en los comerciantes de la vía pública del centro histórico de Querétaro, en Andamios. 15 (38), pp. 91-112

2 Fassin, Eric (2013) Habitus, conciencia y deseo o la intimidad atravesada por el espacio público, en Maguaré. 27 (1); pp.137-158.

3 Linder, Elke (2016) Contra-públicos: arte participativo como manifestación de un espacio público. Documento en dictaminación.

 

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