La creatividad es una de las características centrales de la vida humana. Nos dedicamos a tareas creativas en muchas áreas importantes como la ciencia, la ingeniería, el arte, el diseño, la gastronomía, el entretenimiento, los deportes, entre muchas otras prácticas y actividades, en las que el término ‘creativo’ se aplica a agentes, procesos y productos. Además, la creatividad parece ser un rasgo que pertenece exclusivamente a los seres humanos (o quizás, más ampliamente, a las criaturas vivientes racionales); cuando se extrapola a procesos físicos inertes, parece haber una suposición de que la racionalidad está de alguna manera involucrada.
Aunque reconozcamos sus características especiales, un estudio científico exitoso de la creatividad proporcionaría un tipo de comprensión similar a la lograda con respecto a otros fenómenos bajo escrutinio científico. Para obtener tal comprensión, parece que debemos poder demostrar que la creatividad involucra entidades físicas y mecanismos que pueden ser incorporados dentro de una teoría sistemática. Sin embargo, parece haber desafíos distintivos para reconocer la creatividad como un fenómeno dentro del orden natural: (1) el desafío de la diversidad semántica, (2) el desafío de la normatividad, y (3) el desafío de la imprevisibilidad.
Un primer desafío para el desarrollo de una teoría científica de la creatividad sería determinar con precisión cuál debería ser el objeto de tal teoría. El término ‘creatividad’ está asociado con una amplia gama de significados. Ser creativo parece implicar fluidez, flexibilidad, pensamiento divergente, innovación, descubrimiento, originalidad, espontaneidad, ingenio, astucia, imaginación, perspicacia… Se puede argumentar que la familia semántica de la creatividad es de hecho una grande, compuesta por innumerables parientes. Por lo tanto, el término ‘creatividad’ parece exhibir una diversidad semántica que lo hace inadecuado para la teorización científica. Encontramos creatividad no solo en el arte sino también en la ciencia, en la teorización de cualquier tipo, en la ingeniería, en los negocios, en la medicina, en el deporte, etc. Por lo menos dos preocupaciones pueden desarrollarse en consecuencia. Primera, dada la complejidad de cualquiera de estos dominios individuales, podemos preocuparnos de que simplemente haya demasiadas variables para permitir una explicación clara. La segunda preocupación se refiere a la generalización. Incluso suponiendo que pudiéramos explicar el logro creativo de algún artista, cualquier explicación de este tipo tendrá que ser tan específica que no lograría generalizar a la creatividad como tal, o a la creatividad en otros campos como la ciencia. En resumen, dada la variedad de los aspectos de la creatividad (y la complejidad de los variados logros creativos), la identificación de una explicación general, en forma de un conjunto de características cognitivas y de comportamiento, puede parecer completamente improbable.
Si bien esto puede parecer un caso de ambigüedad desenfrenada, hay al menos un elemento constante en la mayoría de estas diferentes concepciones de la creatividad: todas parecen implicar algún tipo de novedad. Sin embargo, que algo sea nuevo no es suficiente para que sea creativo.
Un segundo desafío para el desarrollo de una teoría científica de la creatividad es que lo que consideramos creativo tiene el sello de la normatividad. Consideremos el mencionado caso de novedad sin creatividad. Se puede ilustrar considerando algunas patentes de medicamentos. En algunos países, el aumento legal en el precio de los medicamentos requiere que las compañías farmacéuticas puedan probar que el medicamento ha pasado por modificaciones que pueden justificar una recuperación del costo del desarrollo de nuevos medicamentos. Por lo tanto, las patentes de medicamentos pueden extenderse siempre que las empresas realicen cambios en el producto. Sin embargo, muchos consideran escandaloso el hecho de que los cambios en los medicamentos existentes se realizan solo para volver a presentar las patentes. Legalmente, las empresas no están obligadas a demostrar que el nuevo medicamento es una mejora, sólo deben demostrar que no es peor. Aunque la modificación es legal, claramente no es creativa. La novedad sin valor no es creativa. Pero ¿por qué valoramos algunas ideas novedosas? Lo que es valioso puede variar a lo largo del espectro de los intereses humanos. Naturalizar el valor de la creatividad implica al menos tres pasos. Primero, identificar una lista de objetivos a los que nos dirigimos. En segundo lugar, mostrar cómo esas metas son útiles en cierto sentido. Tercero, explicar cómo los logros que llamamos creativos cumplen con esos objetivos. Por lo tanto, para naturalizar la normatividad, debemos determinar si las propiedades que expresan los términos evaluativos o normativos (en este caso, el término ‘creativo’) son naturales o dependen de las propiedades naturales.
Finalmente, un tercer desafío tiene que ver con el hecho de que la creatividad parece requerir que algo escape del orden natural de las cosas: para que algo sea creativo, a menudo se requiere que sea incondicionado o no provocado. Otro caso en el que la novedad no se ajusta a la de la creatividad ocurre cuando se produce algo nuevo, pero no impresionante. La novedad sorprendente puede parecer una tontería; pero en algunos casos la novedad es predecible. Algunas personas piensan que nos sorprende un ejemplo de creatividad, porque no se puede predecir y explicar mediante eventos anteriores, ni siquiera en principio. Como Carl Hausman argumentó, si un producto es creativo, debe ser “genuinamente novedoso”.
El escepticismo sobre cómo ocurre la creatividad tiene muchas caras. Otro, llamado inspiracionalismo, concibe la creatividad como resultado de la inspiración y la locura divinas. Defendido, por ejemplo, por Platón y Schopenhauer, el inspiracionalismo concibe que las personas creativas son pacientes, no agentes de la creatividad. Influido por esta perspectiva, Peter Kivy señaló que las ideas brillantes sólo les pasan a las personas. Los creativos trabajan por inspiración, lo cual es sobrenatural o extremadamente anormal. Entonces, dentro de este marco, la creatividad está fuera del alcance de la explicación científica y natural.
Sea o no posible explicar de manera científica la creatividad humana, podemos extraer dos moralejas de los desafíos anteriores: comprender la creatividad no pone a uno en posición evidente de ser creativo, y es posible (si es posible comprender científicamente la creatividad) de que ésta no involucre ningún misterio ni espontaneidad.
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