Centla, Tabasco. 25 de marzo de 2019. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hace referencia a la carta que envió al rey de España, Felipe VI, solicitando “una revisión histórica, sobre todo, que se reconozcan los agravios que se cometieron y sufrieron los pueblos originarios, que haga la Corona española este reconocimiento lo mismo la Iglesia Católica. No se trató sólo del encuentro de dos culturas, fue, repito, una invasión y se cometieron actos de autoritarismo, de avasallamiento. Se asesinaron miles de personas”.
La respuesta ibérica, vía Twitter, no se hizo esperar: el escritor Arturo Pérez-Reverte llamó “imbécil” al mandatario mexicano; el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, comentó que “la carta de López Obrador es una ofensa intolerable al pueblo español”.
La defensa de López Obrador fue asumida por el senador por Chiapas, Manuel Velasco, quien escribió: “Como mexicano, le exijo al Sr. @perezreverte respeto al nuestro Presidente de México. Puede o no simpatizar con el planteamiento del Lic. @lopezobrador, pero la solicitud se hizo de forma respetuosa al Rey de España”.
La escena y comentarios arriba mencionados sirve de prólogo al presente artículo, el cual pretende hacer un recuento de los sucesos clave entre dos naciones que comparten una historia común: México y España.
La relación bilateral entre México y España es característicamente bipolar porque destila entre el ánodo de la animadversión histórica y el cátodo de la corriente hispanista, tan patente en los sectores conservadores mexicanos.
Para un grupo de académicos e intelectuales mexicanos, la Conquista (1519-1521) y la Colonia (1521-1821) provocaron que nuestro grupo racial sea el producto de la violación que el macho íbero cometió en las entrañas de la indefensa madre indígena.
Para otros -entre quienes se encuentran personajes como Arturo Pérez Reverte y Pablo Casado Blanco- la conquista de México fue producto de una hazaña incomparable que conjugó: el enfoque astuto y decidido de Hernán Cortés; la superioridad bélica de la tecnología europea; el resentimiento autóctono hacia la hegemonía mexica; y el fatalismo nativo, ofuscado por el retorno de Quetzalcóatl.
Sin embargo, la codicia y crueldad del encomendero español fue mitigada por los difusores de la Buena Nueva: los misioneros, quienes, como Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Motolinía y Bernardino de Sahagún, evangelizaron a los indígenas, preservaron las habilidades artesanales autóctonas y difundieron las técnicas europeas.
Durante la Guerra de Independencia (1810-1821), es difícil olvidar el martirio de Miguel Hidalgo y de José María Morelos; los arrebatos homicidas de Félix María Calleja; y la devastación de Agustín de Iturbide. No obstante, en un momento en que parecía que el sueño independentista se extinguía fue un español, oriundo de Navarra, Francisco Javier Mina, quien se constituyó en una nueva esperanza en la lucha por librarnos de la Corona española.
Antes de la Intervención Francesa (1862-1867), el México republicano, liderado por el presidente Benito Juárez, afrontaba a una coalición conformada por España, Francia y el Reino Unido. Fue en esa encrucijada histórica que un español impar, un catalán ejemplar, don Juan Prim, se opuso, en un acto que agiganta su memoria, a las ambiciones perversas de Napoleón III, con las siguientes palabras:
“Si la bravura es proverbial en las armas españolas, hijos son también de España los que tal vez tengamos aquí que combatir. Si sus discordias internas los dividen y perturban, no por eso merecen menos la consideración de los pueblos que por su dicha disfrutan paz y sólido gobierno”.
Las palabras pronunciadas por Prim fueron un calmante para los mexicanos de entonces, tan acostumbrados a recibir alusiones humillantes e insultos por parte de los extranjeros, en especial de los europeos.
Durante la lucha fratricida que envolvió a España (1936-1939), el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río abrió las puertas al exilio español: los llamados Niños de Morelia y la academia e intelectualidad española -conformada por figuras cimeras como León Felipe, José Giral, Ramón Xirau, Laureano Poza y Juncal, y Emilia Ballestero Usano- descubrieron que México mantenía en ellos “el fuego del amor a la libertad”.
El escribano redacta: el exabrupto provocado por la divulgación de la carta enviada por Andrés Manuel López Obrador no provocará daños a la relación de negocios entre México y España; España tiene que reconocer que la conquista del Nuevo Mundo no fue un cuento de hadas y que todavía hay heridas abiertas; y AMLO debe entender que el pueblo de México lo eligió para traer prosperidad y brindar seguridad, no para crear infiernillos diplomáticos;
El amanuense concluye citando las palabras del excelso político ibérico, Enrique Tierno Galván, sobre la relación México-España:
“Hay algo en el ambiente mexicano que se ciñe a los españoles como un viejo y brillante manto azteca, pero hay algo en el ambiente español que se ciñe a los mexicanos como una vieja armadura”.
Aide-Mémoire. La gira de Xi Jinping por Europa es una muestra del músculo diplomático de China.