De un tiempo atrás y ahora con mayor claridad, cunde el clamor por una izquierda ilustrada. Así lo dijo el poeta David Huerta Bravo (DF, 1949), con motivo de la recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el campo de Lingüística y Literatura, Él considera urgente refundar la izquierda en México. “Necesitamos una izquierda ilustrada, moderna, esclarecida”. Y refiere de inmediato al rancio abolengo de esta especie: Ya en los años 30, Alfonso Reyes había dicho: ‘Pido el latín para las izquierdas’, es decir, que se desembrutezcan, y es lo que seguimos pidiendo.” (Fuente: Periódico La Jornada. Ángel Vargas. Una izquierda ilustrada para que se desembrutezca, pide David Huerta. Domingo 27 de diciembre de 2015, p. 2).
David Huerta es hijo de uno de los más grandes poetas mexicanos del siglo XX, el Gran Cocodrilo Efraín Huerta, quien ante la descomposición política y socioeconómica que prevalece en el país, no esconde su desencanto con la actual izquierda mexicana, y considera que la decencia es un atributo esencial para ser de izquierda. Estoy muy decepcionado, la ponzoña del poder los ha destruido, moral, histórica y políticamente. Y, pues, a ver cómo le va al país sin una izquierda ilustrada como la que queremos. Es una pregunta retórica, le va a ir mal. Así lo enfatizó. Si bien ello no le impide reafirmar su filiación con esa corriente ideológica. (Ver: Opus cit., ut supra, Una izquierda… Ibídem). Y da cuenta de su linaje. “Tengo el carnet del partido firmado por Arnoldo Martínez Verdugo, apenas unos pocos días antes de que se disolviera el PC para la fundación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM)”. Concluye, muy probablemente sea el último comunista de México, en términos formales.
Esta misma línea discursiva aparece ante la opinión pública hoy, con motivo de los pronunciamientos y opción de políticas públicas dictados por el presidente Andrés Manuel López Obrador y sus corifeos partidistas de Morena, su aparato regional mega-delegacional, y legisladores instalados en ambas cámaras del Congreso.
El contexto de esta narrativa y conversación surge con fragor durante la campaña presidencial de la que deseamos ya haber salido, por cierto. Lo que sí es de reconocer y acaso sea encomiable de parte de nuestra comentocracia ilustrada sea oxfordiana, hardvariana, emaitiana, stanfordiana, yalesiana, itamsiana, cideitiana, panamericana, etc., es la defensa irrestricta del Mercado y sus tan inexorables como inevitables (unavoidable -para las notas del candidato Anaya, hoy olvidado-) de las leyes económicas, en el momento además de globalización trastabillante; pero cuyas citas citables dan la vuelta graciosamente y rehúyen el abordaje del auténtico análisis sociológico, científico, como tal.
Mi personal opinión es que, ante el supuesto de una izquierda embrutecida o no ilustrada, hay que plantear la necesidad de una izquierda científica. Y me explico. Es absurdamente notorio que hoy por hoy, las palabras “socialismo”, “comunismo” o “marxismo” queden marginadas de las cadenas lingüísticas que modulan esta precisa discusión, entre la comentocracia ilustrada, ésta sí… Se prefiere el término genérico y ambiguo de “izquierda”, para contraponerla groseramente a “neoliberalismo”, “conservadurismo”, o “sistema inicuo y rapaz”, u otros de la misma especie o clase. En este barullo ideológico, de cada vez más creciente amperaje y mayor resonancia, no escucho, no oigo, no capto el término simple, claro y llano de “científico”.
O sea, perdóneseme este pedantismo, se ha olvidado que si algo aportó Karl Marx y su mecenas y amigo Friedrich Engels (1820-1895) al análisis del Capital, desde sus primeros escritos hasta sus Grundrisse y obra magna, fue la pretensión precisamente científica de sus aserciones. A golpe de marro sobre el yunque, Marx machacó la exigencia del aparato científico aplicado al concepto de “Valor”, que refina en “valor de cambio” y de ahí asciende al concepto dinerario endemoniadamente metamórfico del “Capital”. Al que es imposible acceder sin los rigurosos pasos del método científico, único que es capaz de construirlos, en primer término y evidenciarlos, en término ulterior. O sea, va de nuevo, según yo, no puede haber pensamiento de izquierda, sin el caudal científico que lo genera, del cual abreva y posee calidad gnoseológica que valga.
Las otras confusiones que se traen las izquierdas en nuestro tiempo, ya no con pretensiones científicas, sino en sus instancias improvisadamente aplicativas de transitar a los modos y régimen de gobierno político mediante técnicas administrativas de lo público, sin pasar por la criba de la crítica intelectual; pienso yo, en tanto más se fabriquen como pragmáticas y reactivas a los hitos y saltos que da la realidad social, siempre en movimiento, más aún se alejen de esa perspectiva científica, y por fuerza más propenden al embrutecimiento de la política, metiéndose en circuitos peligrosamente pecaminosos en los que ensayan de estructurar políticas de desarrollo social, sin parámetro alguno de previsión, anticipación, planeación estratégica, medición econométrica, contraste crítico-metodológico, ni siquiera predicción estadística, etcétera. Todo esto propio de un desarrollo científico, propiamente dicho, que no meramente ilustrado. Entendido éste último en tanto vinculado a la cultura, en toda su amplitud significativa. Sin restarle importancia, en ello, desde mi punto de vista, está la diferencia.
Ojalá, podamos vacunarnos y erradicar las ideas erróneas que adquirimos debido a poderosas ideologías fallidas, que llevaron al traste conglomerados humanos enteros, y me refiero específicamente al Marxismo dogmático y absolutista, en su peor modo histórico del pancomunismo soviético o vietnamita, o chino, o coreano, o cubano, o cualesquiera otra concepción pretendidamente revolucionaria, de izquierda incluso la muy actual y agente patógeno viral, “bolivariana”.
En este mundo enrarecido del sobrecalentamiento político, volvemos a respirar con feliz aliento, cuando volteamos a ver a un Ángel Palerm, en quien tenemos a uno de nuestros padres fundadores de la Antropología científica del país, quien abordó sin titubeos el tema satanizado de las ideas marxistas sobre la evolución social, los modos de producción y su articulación, y el campesinado bajo las condiciones del capitalismo aniquilador. En cuya exploración científica y metodológica, desde las bases originarias de la Etnología, expresa: “Saludo el futuro en que para los científicos sociales será posible hablar de Marx como los biólogos lo hacen de Darwin y los físicos de Einstein. En este sentido es que quiero parafrasear a Marx y que no soy marxista sino antropólogo”. Y luego, su genial visión: “Pero la naturaleza revolucionaria del marxismo no consiste en su mesianismo político, sino en el proyecto de hacer una ciencia tan racionalmente transformadora de la sociedad como las demás ciencias lo son ya de la naturaleza” (Antropología y Marxismo. Prólogo. Centro de Investigaciones superiores del INAH. Ed. Nueva Imagen, 1980). En donde, yo opino, ilustración es a la cultura, lo que la ciencia debiera ser a la política.
De manera que resulta oportuno anclar hoy debidamente la aspiración del afán científico de la izquierda; en refutación a los corifeos de la izquierda impulsiva y voluntarista -embrutecida, dijo Alfonso Reyes-. Y para ello necesita impulsores convencidos. Pues, bien decía Marx que las mercancías no van solas al mercado, tienen sus portadores (träger) y estas personas vivas, con su trabajo vivo producen el valor económico que se metamorfosea -como una crisálida- primero en valor mercantil, luego en dinerario, luego tesoro de las naciones y luego en valor financiero del Capital, que no puede ser sino trasnacional y monopólico. Siendo que históricamente de este complejo y endiablado proceso de mitificaciones dinerarias surgen los conflictos sociales, la ruptura de la sociedad, la desigualdad de clases y definitivamente su excrecencia societaria que es la pobreza, llámesele lumpen proletariado a tal conjunto, o los 53 millones de pobres mexicanos, con los que hoy se estructura la base de la sociedad mexicana; y a la cual quiere rescatar el adalid López Obrador, sólo que a golpes de guadaña a ras de tierra y no de extracción de raíz con precisión y profundidad.
Mutatis mutandis, en la acción política, se hace necesaria una intervención de los nuevos “träger”/portadores de la izquierda, sea ilustrada –que ya es ganancia-, pero preferentemente “científica” que es su vocación originaria, aunque cueste más sudar la mente y exprimir las neuronas, antes que embrutecer el voluntarismo de a fuerzas. Aunque se canse el ganso.
Contra la vertiente pragmática lópezobradorista del machete contra bisturí, de tirar el agua sucia de la bañera con todo niño adentro, de defenestrar personalidades Fi-Fi’s del medio histórico, literario, culto y al final científico del país, hay que oponer férreamente la idea de una izquierda “ilustrada” sí, que ya es gran avance, pero sobre todo “científica”, como exigen los cánones no tan solo de la Sabiduría de las Escrituras Sagradas, sino también y en gran manera, del aparato científico con que cuenta la humanidad. Y que, entonces sí, la paz sea con nosotros y con todos ustedes. [email protected].