El 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, el cual este año, según ONU Mujeres, se centró “en formas innovadoras en las que podemos abogar por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, en especial en las esferas relativas a los sistemas de protección social, el acceso a los servicios públicos y la infraestructura sostenible”. En esta ocasión, es relevante recordar que las ciudades son sitios donde precisamente pueden promoverse tanto la igualdad de género como el empoderamiento de las mujeres. ¿Por qué?
La urbanización en general puede crear mejores oportunidades de empleo para la población, así como un mayor acceso a vivienda, servicios básicos, educación o atención médica para elevar la calidad de vida. Similarmente, las mujeres que viven en ciudades cuentan con mayores índices de independencia económica y desarrollo humano que aquellas que residen en áreas rurales, principalmente porque mejoran sus posibilidades de educarse y acceder a empleos mejor pagados (BID 2018). Sin embargo, el acceso a estas oportunidades no se da en igualdad de condiciones, pues en gran medida está condicionado por el nivel socioeconómico de la población, de manera que un menor ingreso por lo general resulta en acceso limitado, por ejemplo, a vivienda o educación de calidad. El acceso inequitativo a las oportunidades se presenta también entre hombres y mujeres por motivos diversos, de los cuales en este espacio se resalta la ausencia de alternativas seguras y eficientes de movilidad. Veamos.
La movilidad es esencial para acceder a los diversos destinos que nos permiten satisfacer nuestras necesidades, como el trabajo, la escuela, el médico, el supermercado, un parque o restaurante, etcétera. Por lo tanto, las opciones que tenemos para movernos son determinantes del grado de accesibilidad con que contamos, es decir, la calidad de las opciones de movilidad incide en gran medida en la capacidad de las personas de disfrutar o alcanzar distintas oportunidades. En ese sentido, el transporte público, por ejemplo, suele operar en condiciones poco favorables para la movilidad y accesibilidad de las personas, pero aún más para las mujeres, no sólo en términos de seguridad sino también de funcionalidad, a pesar incluso de ser las principales usuarias -como muestra, en la Ciudad de México, 77 por ciento de las mujeres que se trasladan diariamente utilizan transporte público, en comparación con 64 por ciento de los hombres (ibid.)-.
En este contexto, algunos estudios (ibid.) sugieren que la movilidad de las mujeres no sólo se relaciona con el trabajo, sino también con gran variedad de actividades para el cuidado del hogar, tales como realizar compras, y acompañar a niños y a ancianos, requiriendo un mayor número de viajes diarios. En otras palabras, las mujeres realizan una gran cantidad de viajes que, ante la ausencia de alternativas más eficientes de movilidad, suelen ser cada vez más largos y complejos, lo que incluso puede incrementar su exposición a riesgos como el acoso o abuso sexual, por ejemplo, cuando el transporte público no opera próximo a sus hogares ni en horarios o frecuencias que permitan reducir el tiempo o la distancia de sus viajes. Lo anterior además puede llevar a la exclusión o autoexclusión de oportunidades que requieran traslados más largos, como podría ser un mejor empleo. Adicionalmente, la seguridad en la vía pública también reduce la libre movilidad en una ciudad, considerando especialmente que en México cerca de 32 por ciento de las mujeres ha sido víctimas de violencia en el espacio público (ibid.), en parte por un diseño urbano deficiente, incluyendo mala iluminación, áreas aisladas sin vigilancia pasiva de la multitud, espacios públicos sin mantenimiento, entre otros.
Finalmente, es importante recordar que aún existe una baja representación y reconocimiento de las mujeres en los procesos de diseño y planificación de las ciudades, lo que tiene profundas implicaciones en áreas como la movilidad o el espacio público, en las que suelen no tomarse en cuenta necesidades específicas de las mujeres. Esperemos en México se promueva cada vez más el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en el desarrollo urbano, el transporte y la movilidad, el espacio público, entre otras áreas.
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