La gran Tenochtitlan, destinada a ser el ombligo de la tierra, donde todos los días llegan miles de personas de otras entidades en busca de un mejor nivel de vida, sí existe el sueño americano, a este fenómeno yo le llamaría el sueño chilango; aun y con la ocurrencia de Andrés Manuel de sacar secretarías y dependencias de la capital para ubicarlas en diferentes ciudades de la República, aun así, el imán que tiene la región más transparente es impresionante.
A propósito de la pasada entrega del Oscar en Estados Unidos y el éxito de la película de Alfonso Cuarón rodada en su totalidad en la Ciudad de México y zona metropolitana, la reflexión obligada versa en torno a la personalidad de nosotros los mexicanos, nuestras motivaciones, los esquemas sociales aceptados y bien vistos, la política y el arte, la mano dura y la desorganización, la ocurrencia y lo jocosos que podemos ser cuando más se necesita y está solidaridad que emerge espontáneamente.
Nuestro recorrido inicia en San Ángel, un pueblito ubicado dentro de la Ciudad de México, con sus calles empedradas y su arquitectura provinciana que de verdad sitúa al transeúnte en un escenario pintoresco, atractivo para los productores de películas y teleseries, conquista a propios y extraños, la bohemia flota en el ambiente cuando sus vecinos muestran sus escudos heráldicos; actores, actrices, escritores, pintores, políticos, escultores, deportistas de la vieja guardia y los de las nuevas generaciones, sin duda una colonia de inspiración y creación; por las tardes en las zonas menos favorecidas de San Ángel, por estas fechas si usted levanta la vista al cielo podrá ver la magnifica postal del atardecer con papalotes, donde chicos y grandes disfrutan de las batallas en el cielo por la supremacía de ese pasatiempo arraigado de una manera muy particular en la Ciudad de México.
El recorrido inicia ahí mero, donde todos los sectores sociales están representados y de alguna manera conviven los domingos en San Jacinto, cuando las campanas convocan al evangelio según el sacerdote en turno. La radiografía de Cuarón no sólo retrata a la colonia Roma de la ciudad de los palacios, es un reflejo de lo que pasaba a principios de los setenta y sigue pasando ahora, casi cincuenta años después; la visión clasista más que racista, esa que le permitió al director hacer un homenaje al equipo de servicio domestico de la casa materna, el sueño chilango del que le hablaba, las personas de otras entidades que llegan a la capital en busca de nuevos horizontes, a abrir brecha donde no la hay, a luchar contra todo y contra todos porque al final valdrá la pena la recompensa; ese clasismo que no hemos podido erradicar y que de pronto se tiñe de racismo y hasta xenofobia, la misma Yalitza Aparicio, fuera de todo papel, es el reflejo de los problemas clasistas, racistas y xenofóbicos que traemos enquistados. Los problemas dentro del núcleo familiar de los mexicanos, la figura de la madre abnegada, el padre ausente, la inestabilidad emocional del hombre con la eterna búsqueda de otra mujer y las víctimas personificadas en los zapatos de los hijos, los divorcios y lo que eso implica, el sentido de culpa o la indiferencia del padre y el aparente sufrimiento de la madre hasta encontrar el alivio emocional; y si a eso le suma que por esas épocas el divorcio no era tan recurrente como en estos días, el drama se magnifica de manera exponencial.
Pudiera pensarse que los conflictos sociales son similares, casi los mismos, definitivamente las herramientas para divulgar el pensamiento, las tendencias de comportamiento han evolucionado, ahora gracias al internet el tiempo de masificar un mensaje es mucho más rápido, claro siempre y cuando sepa cómo hacerlo, porque estamos ciertos que usted puede tener una red social y una plataforma digital con pocos seguidores y no ser un influencer o lo que es lo mismo un líder de opinión, ahora se viralizan los mensajes cuando antes se masificaba la información y sin embargo la esencia del comportamiento es la misma. Alfonso retrata de manera clara el músculo que mostraba el partido en el poder, el Partido Revolucionario Institucional; un monstruo de dos cabezas, en el Ejecutivo y en el Legislativo, el único organismo político, la aplanadora que controló por mucho tiempo a la nación y que en la época de la Roma de Cuarón sobre todo a través de una lectura medianamente política, no había mas que el PRI. Los tiempos cambian, pero no la manera de hacer política ni de controlar a los gobernados, ahora tenemos a un partido de reciente creación, pero fundado y dirigido por expriístas, gobernados por alguien que personifica al político retrógrada que con el pretexto de salvar a la nación y sacarla del eterno bache donde nos encontramos, utiliza sus recursos persuasivos para mantenernos medianamente cohesionados y con el Jesús en la boca o la mentada de madre a flor de piel.
El éxito del filme recae en eso, somos los mismos que hace cincuenta años, nuestros patrones de comportamiento cambiaron pero en esencia nuestra visión, los sueños, las frustraciones como sociedad son muy similares; mire, a su manera, muy peculiar pero completamente atinada, los Café Tacvba se han convertido en esos cronistas del acontecer social del México que nos toca vivir, la cosmovisión de nuestra sociedad, la lucha por nuestras raíces, el eclecticismo del pueblo reflejado en sus relatorías musicales, la calma para contar lo que día a día pasa aquí, allá, en todos lados donde se ondea una bandera tricolor con Quetzalcóatl al centro.
La moraleja de la fábula, la que urge asimilar, las manifestaciones artísticas, la cinematografía y la música como vehículos para entender lo que pasa aquí, lo que queremos y no queremos vivir como nación, la piedra con la que nos tropezamos y no aprendemos a quitarla del camino o por lo menos rodearla para llegar al otro lado del camino, la madurez como nación.
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