Entrevista a Adriana Jiménez
Daniel Sada (Mexicali, 1953- México DF, 2011) dueño de una voz narrativa personalísima, diferente, que exploraba el lenguaje y lo hacía suyo, construyó un universo personal, que como bien dijo Juan Villoro, renovó la narrativa nacional. Novelas como Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Ritmo Delta y Casi nunca hablan de una obra que aún está por ser descubierta por el gran público, pero que sin embargo ha sido ya reconocida unánimemente por la crítica como uno de los grandes narradores mexicanos de los últimos tiempos.
Anagrama editó recientemente El lenguaje del juego la última novela de Sada, sobre esto platicamos con Adriana Jiménez, viuda de Daniel Sada, mujer que lo acompañó a lo largo de su vida y quien conoció profundamente los procesos creativos del autor.
Adriana Jiménez (AJ): este libro ya lo había concebido desde hace 10 años, que es lo que solía hacer con todos sus proyectos, pues él siempre decía que tenía muchas historias en la cabeza y en realidad entre libro y libro siempre tenía un periodo para descansar, pero ya tenía pensando el siguiente proyecto, de modo que cuando él emprendió la escritura del Lenguaje del juego ya tenía muy estructurado todo lo que iba a hacer, porque trabajaba de una manera muy arquitectónica. Empezó a escribirlo un año antes de que lo terminara, es decir no estaba tan enfermo, a partir de que ya entró en el proceso de diálisis sí varió la rutina de la escritura, pero lo que nos decían los médicos es que la ventaja que tenía Daniel es que su trabajo no requería desplazarse y que lo podía hacer sentado. Por otro lado, Daniel siempre conservó la lucidez, entonces en realidad cuando él recordaba que estaba enfermo era justo cuando no estaba escribiendo, mientras estaba trabajando su proceso creativo era exactamente el mismo, él estaba concentrado en su escritura y absolutamente abstraído; en ese sentido es que la enfermedad no ejerció una influencia en su modo de escribir, ni siquiera en los últimos momentos cuando ya estaba prácticamente ciego, pero en realidad Daniel escribió este libro como escribió cualquiera de sus otros libros.
Javier Moro Hernández (JMH): el tema refleja la realidad nacional, es un libro que habla sobre la migración, sobre la violencia, imagino que esa realidad le dolía.
AJ: sí, estaba muy preocupado por eso y como te comento el proyecto del libro nació hace varios años, cuando se empezó a descomponer todo en el país, ya desde ese momento estaba muy preocupado y sobre todo porque el lugar en donde ocurre, el territorio en donde esto empezó a ser más grave es el territorio de su escritura, pero a pesar de eso él estuvo reacio a tocar estos asuntos, porque llegó un momento en el que escribir del narco, del crimen y de todos estos asuntos se convirtió en una suerte de moda que propició que aparecieran subgéneros literarios de los cuales él descreía, no le gustaba como atenerse a estas etiquetas, pero siendo el territorio del norte, de la frontera, el territorio natural de sus relatos, llegó un momento en que decidió que tenía que abordarlo, porque ignorar esto era ignorar demasiado. Aunque hay que decir que no es la primera vez que lo hace, ya en A la vista (Anagrama, 2008) hay algo de esto, sobre todo del asunto del crimen pero no de esta manera; hay un relato en Ese modo que colma que habla sobre los descabezados, pero ya en este proyecto él decidió entrarle directamente a algo que le pareció que era muy difícil de eludir, porque era algo que estaba en el ambiente y que ocurría justamente en el territorio en donde estaban situadas todas sus demás historias.
JMH: el nombre que Daniel Sada le da a este territorio: Mágico, refleja la ambivalencia de nuestro país.
AJ: hay un ironía en el nombre, por supuesto que Mágico podría entenderse de una manera muy ligera, hasta favorable, pues tiene unas connotaciones dulces, agradables, pero no, en realidad también aludía a el hecho de que llega un momento en el que este espacio que él llama Mágico está regido por leyes que no son las de la lógica ni de la racionalidad. Era ésta la dimensión que él quería destacar con este cambio del nombre del país, que hay una cancelación de la racionalidad y se regresa a estados previos donde lo primitivo impera, en donde la magia, no en un sentido laudatorio, sino en el sentido de irracionalidad. Regresa a un país, a una comunidad a estados anteriores, el pensamiento mágico en su acepción más primitiva y peligrosa.
JMH: mencionabas que Daniel Sada estructuraba sus novelas de una forma arquitectónica, la forma en la que va armando la novela retrata un entorno micro pero refleja todo lo que sucede en el país.
AJ: en ese sentido es como una especie de representación guiñolesca, de pronto, porque aquí, como en los demás libros de Daniel, hay un narrador muy irónico, a veces parece ingenuo pero no lo es, puede ser muy cruel y sangriento, que de algún modo está siguiendo a sus personajes como si fueran guiñoles, pero son guiñoles trágicos, y sí lo que está de algún modo representando en ese microcosmos es el macrocosmos, cómo una situación como la violencia, el crimen organizado, puede ir corroyendo la estructura de una familia, de una familia muy común, cotidiana, donde cada uno de los miembros de esta familia tiene un apetito, se rigen por el deseo, no por el miedo, porque en un principio no alcanzan a dimensionar lo que está pasando. Ellos tiene proyectos de vida que pueden parecer pequeños, pero tienen un deseo profundo que quieren cumplir y todos estos deseos, estas expectativas, se van frustrando a raíz de la corrosión que va ejerciendo en ellos esta violencia. En ese sentido yo creo que ilustra lo que en un nivel macro esta pasando en el país.
JMH: en ese sentido me parece que el narrador tiene un tono de voz juguetón, sí puede ser muy cruel pero va soltando las cosas como jugando.
AJ: el libro se llama El lenguaje del juego porque quiere hacer un énfasis primero en el lenguaje como juego, es decir, un regodeo en la forma, que es algo que caracteriza mucho a Daniel, pero también en el hecho de que lo está representándose en el libro son juegos trágicos. Cuando él decidió ponerle este título, estaba pensando un poco en la teoría antropológica del juego, que clasifica los juegos en juegos de azar, de imitación, de competencia y juegos de vértigo, estos últimos implican la muerte, un juego clásico de vértigo es la ruleta rusa. Entonces esas dos dimensiones están ahí, este narrador que parece ingenuo y que parece estar siguiendo o manejando guiñoles, en realidad es muy complejo, tanto como lo son los personajes, digo guiñolescos en el sentido de que lo que están representando es trágico, sangriento y en ciertos momentos son cruelmente hilarantes, hay mucho humor negro en esta novela, y el narrador en ésta aparente ingenuidad tiene otros matices; es un narrador que duda, que recapitula, que comenta, que interviene, que juzga, a veces muy duramente a sus personajes, y que los ama pero los va conduciendo a la destrucción. Hay en la literatura de Daniel una característica, y es que primero uno se asombra ante el andamiaje literario que utiliza, pero también se divierte mucho, puede ser muy divertido, muy aparentemente ingenuo, a veces muy profundo, pero tiene que ver con que para Daniel lo más importante del trabajo literario no era el asunto, sino el punto de vista y la construcción de los personajes, creo que en esta novela el juego del lenguaje y el juego trágico se conjugan y por eso él decidió llamarlo así, El lenguaje del juego.
JMH: esto que me dices me lleva a pensar en la mirada antropológica, pues ya platicamos del norte, de la violencia, del juego, de los personajes, que son muy reales pues sus aspiraciones, ya dijimos, son las aspiraciones de muchas personas y también está la posibilidad de estudiar el lenguaje como una forma de entender la cultura.
AJ: por un lado esta manera de organizar el léxico y la sintaxis que es muy peculiar y que tiene mucho que ver con el uso de los dos puntos y el uso de muchos dispositivos lingüísticos, pero también este juego trágico implica un acercamiento muy minucioso a estos personajes, que tiene que ver con que Daniel era un gran admirador de la novela del siglo XIX y de la concepción que tenía Zola de la novela, el novelista como una especie de científico, que lo que tenía que hacer era observar muy detalladamente a sus personajes, tenía que observar atentamente cómo se comportaba un personaje en una cierta circunstancia y, sobre todo, hacer un ejercicio de penetración sicológica en cómo los acontecimientos van transformando a los personajes de una manera íntima, en este caso, cómo va corroyendo la estructura, a la personalidad de cada uno de ellos al tenor del deseo que los mueve y de lo que está ocurriendo en el entorno, en ese sentido es como un estudio de la descomposición de un microcosmos; cómo la familia revela la descomposición del macrocosmos que es la sociedad en la que están viviendo.