Finalmente llegó a la pantalla la segunda parte de Amanecer, la cinta que por meros motivos económicos —porque para aportar algo a la historia no fue— los dueños de la franquicia consideraron necesario hacer, partiendo en dos el último libro de la saga. Y, aunque van a escuchar por todos lados que esta película es la mejor de la serie, la verdad es que está igual de mala que las anteriores, con la posible excepción de los últimos 15 o 20 minutos, en los que se escenifica una batalla, la que por cierto, no sale en el libro.
La verdad es que los cuatro filmes fueron hechos para agradar al público objetivo de estas historias, adolescentes emotivas, románticas y enamoradas —que conste que yo ya confesé que tanto los libros como las películas son mi gusto culpable— pero particularmente en esta última, tal pareciera que el director decidió hacer la gira del adiós de la franquicia, complaciendo a la audiencia target al presentar incontables, larguísimos e injustificados close ups de los personajes principales y dejando la historia en un segundo plano, y cabe acotar que no había mucha historia que deja de lado de todas formas.
El caso es que, alrededor de 90 de los 115 minutos que dura la cinta, son largos, aburridos y con muy poco contenido, de hecho da la impresión de que uno está viendo una de esas películas caseras en las que personas conocidas entran y salen de cuadro sin ton ni son. Aquí, conforme la casa Cullen se va llenando de vampiros, a la mayoría de los cuales reconocemos por sus participaciones en otras películas o series, cada vez va quedando menos tiempo de exposición para conocer a los nuevos personajes o para disfrutar de los antiguos. Para quienes hemos leído los libros de Stephenie Meyer, nos es posible, relativamente, seguir la trama con facilidad, pues, aunque en el filme cada personaje parece sólo aparece para “pasar lista” uno ya sabe quién es y de qué manera aporta a la historia —reitero, aunque esa aportación haya sido eliminada del largometraje—, pero para aquellos que no conocen la saga por los libros, están punto menos que perdidos y salen del cine sin saber cómo desperdiciaron casi dos horas de su vida en esto.
En la parte uno de Amanecer, habíamos dejado a Bella, justo en el momento en que deja de existir como humano y abre los ojos a su nueva vida como vampiro. Justo es en este instante en el que retomamos la historia en la parte dos. Cuando “nace” a esta nueva vida, lo hace con toda la belleza y habilidades que le confiere su condición vampírica, velocidad, fuerza, percepción sobrehumana y una piel que brilla bajo el sol —desafortunadamente la actuación de Kristen Stewart sigue tan muerta como cuando estaba viva, lástima que el veneno del vampiro no le curó lo mala actriz—. Además, ella y su brillante esposo cuentan con una hija, Renesmee, con poderes sobrenaturales, la cual crece a una velocidad excepcional y se comunica más fácilmente a través del contacto con sus manos. No es vampiro, ni humano, sino una mezcla de ambos, al parecer obtuvo la mejor parte de cada una de las dos especies.
No obstante, tanta felicidad no puede durar, la presencia de Renesmee los ha puesto en peligro, pues, una de las principales prohibiciones de los vampiros, se refiere a la creación de niños inmortales, y al ojo desconocedor, la pequeña parece uno de éstos, cuando menos lo suficiente para hacer que todos los miembros de la realeza vampírica, los Volturi, se desplacen a Forks, con todo un ejército, para acabar con ellos.
El tiempo apremia y los Cullen deciden juntar a un grupo de amigos —casualmente la mayoría con poderes especiales—, no para pelear sino para que den testimonio ante los Volturi de que la niña nació de ellos y no fue creada con una mordida. Así, al grito de “si los llamas ellos vendrán” comienzan a llegar vampiros de todos los rincones del planeta para ayudar, de cualquier manera posible, a esta familia tan especial.
Jacob y sus lobos descamisados, cada vez más de ellos, están unidos a esta línea de defensa con hilos muy especiales, así que para cuando los Volturi llegan a Washington, el “ejército” de los Cullen no es ya nada despreciable.
Mención especial merece la participación de Michael Sheen como Aro el jefe de los vampiros italianos, pues se entregó al rol con la misma seriedad, profesionalismo y entusiasmo con la que interpretó a Blair en La Reina o a Frost en Nixon/Frost, lo que resulta sorprendente en un rol tan pequeñito —en todos los aspectos menos en el económico— como éste.
De igual manera, a pesar de que no me gustó el filme, quiero reconocer que los efectos especiales y aquellos generados por computadora son espectaculares, sobre todo en la escena de la batalla, y en todas las que aparecen los lobos, pues es imposible no creer que son animales de verdad ya que en pantalla se ven tan reales como los humanos con los que interactúan.
El caso es que esta cinta la disfrutarán los amantes de la saga, la tolerarán aquellos que disfrutan de los dramas románticos (sobre todo si han visto las cuatro películas anteriores) y, para quienes no han tenido ningún contacto con Crepúsculo les dejo un mensaje citando a la heroína de esta cinta…”Yo mantendría mi distancia si fuera tú”.
Productores Wyck Godfrey, Karen Rosenfelt y Stephenie Meyer; director: Bill Condon; guión: Melissa Rosenberg, basado en la novela Amanecer de Stephenie Meyer; fotografía: Guillermo Navarro; edición: Virginia Katz e Ian Slater; música: Carter Burwell; elenco: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Billy Burke, Peter Facinelli, Elizabeth Reaser, Kellan Lutz, Nikki Reed, Jackson Rathbone, Ashley Greene, Michael Sheen, Dakota Fanning, Mackenzie Foy, Julia Jones, Booboo Stewart, Lee Pace, Christian Camargo, Mia Maestro, Christopher Heyerdahl y Jamie Campbell Bower; duración: 1 hora 55 minutos.