“Hacer del conocimiento y la innovación una palanca fundamental para el crecimiento económico sustentable de México, que favorezca el desarrollo humano, posibilite una mayor justicia social, consolide la democracia y la paz, y fortalezca la soberanía nacional”. (Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación 2012-2018)
Éste es el objetivo estratégico para una política de estado 2012-2018 que aparece en la reciente Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación, que le fue entregada al presidente electo, Enrique Peña Nieto, y elaborada desde la UNAM junto con unos 120 representantes de 64 organizaciones de los sectores público, social y privado, involucrados en las actividades de educación superior, ciencia, tecnología e innovación.
En este documento se dan a conocer, a modo de diagnóstico, unas cifras bastante preocupantes para nuestro país. Por ejemplo, se menciona que México ocupa el lugar 57 en los índices de desarrollo humano, el 53 en competitividad global; el 79 en capacidad de innovación y el lugar 107 en calidad del sistema educativo.
Proporciona también una serie de indicadores, que son igualmente desalentadores, por ejemplo, que la inversión en ciencia, tecnología e investigación es de un 0.4 por ciento del PIB, colocándola en la más baja de los países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y que la cobertura en educación es del 32.8 por ciento, además de evidenciar la poca cantidad de investigadores y de doctores graduados que existen en México. No cabe duda de que, después de analizar esta agenda, los retos en ciencia, tecnología e innovación son muy importantes.
Por su parte, el licenciado Enrique Peña Nieto, publica en octubre del 2012: Por una educación de calidad con equidad donde da una visión de lo que será la educación durante su gobierno; y en lo que respecta a la educación superior propone ampliar la cobertura del 30 por ciento al 45 por ciento, con 1.5 millones de lugares adicionales. Propone también mejorar la pertinencia de las carreras para que estén acordes a las necesidades del sector productivo y se compromete a dar gran impulso a la educación basada en las tecnologías de la información y la comunicación, construyendo una red nacional de universidades digitales. Los retos están ahí, pero también están las propuestas de los expertos, las recomendaciones de la OCDE y las ganas de trabajar por una educación de calidad.
La educación superior, y en especial la tecnológica, tiene un papel primordial en el desarrollo económico, científico, tecnológico y social de nuestro país, y una de sus principales tareas debe ser la de poder enfrentar los grandes desafíos y responder con capacidad a los cambios y tendencias del siglo XXI.
Sin embargo, es necesario analizar a fondo y corregir aquello que no le está permitiendo ser el motor del desarrollo de nuestro país y que además mantiene a las Instituciones de Educación superior (IES) en una especie de divorcio amistoso con el sector productivo, con carreras que no son pertinentes al crecimiento de los diferentes sectores de la economía; con empleadores que no se involucran con la universidad; con programas de vinculación que no funcionan más allá de estadías de alumnos en empresas; y con maestros que no tienen contacto con el sector productivo, ni realizan tareas de investigación, reduciendo su actividad a la erudición, mientras hablan de competencias sin haberlas practicado nunca.
Otra cuestión que hay que revisar es la de los altos índices de deserción en este nivel. De nada sirve ampliar la cobertura si el joven deja sus estudios sin concluir, con todas las consecuencias que ello supone. Hay que implementar un buen programa de orientación vocacional y reforzarlo con el de tutorías. Los jóvenes tienen que poder elegir su carrera con conocimiento de causa y contar con el apoyo y el seguimiento de sus tutores por si lo necesitan en algún momento de su trayectoria universitaria.
Otro punto a revisar es el de la falta de la planeación de la educación superior en los diferentes estados del país, ya que están surgiendo IES sin ton ni son, con las mismas carreras, con un perfil de academias de capacitación, más que de universidad y de las que año tras año egresan jóvenes que luego no tienen dónde trabajar.
Según el Artículo 3º constitucional: “Las universidades y las demás instituciones de educación superior (…) realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo” (…), por tanto, hay que cerciorarse de que las nuevas IES realicen esas funciones, además de las de innovación y emprendimiento; que consideren el crecimiento de los diferentes sectores de la economía y las necesidades reales de cada estado, para que puedan ofrecer carreras pertinentes, que le permitan al egresado insertarse con facilidad en el mercado laboral o ser generador de empleos.
De manera que, en esa ampliación de la cobertura de la educación superior, que propone el licenciado Enrique Peña Nieto, el tema de la calidad debe ser prioritario, para que no sólo se cumpla con las recomendaciones de los organismos internacionales y mejoren las estadísticas educativas, sino para que se pueda garantizar que los nuevos titulados tengan un excelente formación como personas y que profesionalmente cuenten con la calidad suficiente para impulsar el desarrollo económico, científico, tecnológico y social de México.
Twitter: @petrallamas
Discere
La educación superior y el desarrollo del país
Petra Llamas García
“Hacer del conocimiento y la innovación una palanca fundamental para el crecimiento económico sustentable de México, que favorezca el desarrollo humano, posibilite una mayor justicia social, consolide la democracia y la paz, y fortalezca la soberanía nacional”. (Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación 2012-2018)
Éste es el objetivo estratégico para una política de estado 2012-2018 que aparece en la reciente Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación, que le fue entregada al presidente electo, Enrique Peña Nieto, y elaborada desde la UNAM junto con unos 120 representantes de 64 organizaciones de los sectores público, social y privado, involucrados en las actividades de educación superior, ciencia, tecnología e innovación.
En este documento se dan a conocer, a modo de diagnóstico, unas cifras bastante preocupantes para nuestro país. Por ejemplo, se menciona que México ocupa el lugar 57 en los índices de desarrollo humano, el 53 en competitividad global; el 79 en capacidad de innovación y el lugar 107 en calidad del sistema educativo.
Proporciona también una serie de indicadores, que son igualmente desalentadores, por ejemplo, que la inversión en ciencia, tecnología e investigación es de un 0.4 por ciento del PIB, colocándola en la más baja de los países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y que la cobertura en educación es del 32.8 por ciento, además de evidenciar la poca cantidad de investigadores y de doctores graduados que existen en México. No cabe duda de que, después de analizar esta agenda, los retos en ciencia, tecnología e innovación son muy importantes.
Por su parte, el licenciado Enrique Peña Nieto, publica en octubre del 2012: Por una educación de calidad con equidad donde da una visión de lo que será la educación durante su gobierno; y en lo que respecta a la educación superior propone ampliar la cobertura del 30 por ciento al 45 por ciento, con 1.5 millones de lugares adicionales. Propone también mejorar la pertinencia de las carreras para que estén acordes a las necesidades del sector productivo y se compromete a dar gran impulso a la educación basada en las tecnologías de la información y la comunicación, construyendo una red nacional de universidades digitales. Los retos están ahí, pero también están las propuestas de los expertos, las recomendaciones de la OCDE y las ganas de trabajar por una educación de calidad.
La educación superior, y en especial la tecnológica, tiene un papel primordial en el desarrollo económico, científico, tecnológico y social de nuestro país, y una de sus principales tareas debe ser la de poder enfrentar los grandes desafíos y responder con capacidad a los cambios y tendencias del siglo XXI.
Sin embargo, es necesario analizar a fondo y corregir aquello que no le está permitiendo ser el motor del desarrollo de nuestro país y que además mantiene a las Instituciones de Educación superior (IES) en una especie de divorcio amistoso con el sector productivo, con carreras que no son pertinentes al crecimiento de los diferentes sectores de la economía; con empleadores que no se involucran con la universidad; con programas de vinculación que no funcionan más allá de estadías de alumnos en empresas; y con maestros que no tienen contacto con el sector productivo, ni realizan tareas de investigación, reduciendo su actividad a la erudición, mientras hablan de competencias sin haberlas practicado nunca.
Otra cuestión que hay que revisar es la de los altos índices de deserción en este nivel. De nada sirve ampliar la cobertura si el joven deja sus estudios sin concluir, con todas las consecuencias que ello supone. Hay que implementar un buen programa de orientación vocacional y reforzarlo con el de tutorías. Los jóvenes tienen que poder elegir su carrera con conocimiento de causa y contar con el apoyo y el seguimiento de sus tutores por si lo necesitan en algún momento de su trayectoria universitaria.
Otro punto a revisar es el de la falta de la planeación de la educación superior en los diferentes estados del país, ya que están surgiendo IES sin ton ni son, con las mismas carreras, con un perfil de academias de capacitación, más que de universidad y de las que año tras año egresan jóvenes que luego no tienen dónde trabajar.
Según el Artículo 3º constitucional: “Las universidades y las demás instituciones de educación superior (…) realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo” (…), por tanto, hay que cerciorarse de que las nuevas IES realicen esas funciones, además de las de innovación y emprendimiento; que consideren el crecimiento de los diferentes sectores de la economía y las necesidades reales de cada estado, para que puedan ofrecer carreras pertinentes, que le permitan al egresado insertarse con facilidad en el mercado laboral o ser generador de empleos.
De manera que, en esa ampliación de la cobertura de la educación superior, que propone el licenciado Enrique Peña Nieto, el tema de la calidad debe ser prioritario, para que no sólo se cumpla con las recomendaciones de los organismos internacionales y mejoren las estadísticas educativas, sino para que se pueda garantizar que los nuevos titulados tengan un excelente formación como personas y que profesionalmente cuenten con la calidad suficiente para impulsar el desarrollo económico, científico, tecnológico y social de México.
Twitter: @petrallamas