Todos los años pasa lo mismo con la cultura: en general se dice que fue poco, que nadie le da importancia, que nunca es prioridad para los gobiernos. En realidad, sí hubo un momento en nuestro país en que la cultura era importante, aunque ciertamente usada como medida de legitimación intelectual del régimen imperante. Aún ese monstruo nos dio probablemente las más grandes mentes y las más portentosas sensibilidades artísticas del país.
Si bien era una inercia ya notoria, la asignación de recursos federales para municipios y estados en el 2019 fue desastrosa para la mayoría del país. El modelo nuevo tiene sus ventajas y desventajas según se mire, y su virtud o vicio, según termine probando su valía o acreditando las sospechas que despierta.
Veo en el presidente López Obrador un intencional debilitamiento de las instituciones. Eso, creo, es acorde a su talante y debemos decir incluso a su discurso como candidato presidencial: ciertamente el federalismo quedará debilitado ante una personalidad tan arrolladora, ante un talante frontal, a veces duro. Acostumbrados a presidencias más pequeñas e incluso a presidentes ausentes, la omnipresencia de López Obrador puede resultar amenazante, otra vez, según se vea.
Por supuesto sus seguidores, quienes confían en el proyecto de nación que se ha denominado ya como la 4T, verán en ello un rasgo absolutamente necesario, la única manera de que el líder moral tenga el control del país, que es lo que nos separa de tener el país que tanto anhelamos.
El control del legislativo y el legislativo son apenas atisbos de su nivel de debilitamiento (no necesariamente para mal en automático) hacia instituciones que fingían como instancias mediadoras y a veces incluso en buena medida autónomas.
El presupuesto de egresos para cultura creció 500 millones, pero los proyectos que solían verse repartidos para docenas de estados brillaron por su ausencia. El argumento, supongo será la sospecha de los famosos “moches”. Aunque es una lectura muy simplona.
Desde mi punto de vista, el control del posible apoyo federal a través de la comisión, o de las y los delegados y superdelegados tiene como objetivo justamente el debilitamiento (insisto, no malo per se) institucional. Ahí donde antes no había una cara, donde los proyectos se construían desde una computadora, y se revisaban desde la mera evidencia técnica, hoy existe la posibilidad de que se vuelva un acompañamiento, en caso de que en algún momento (que realmente lo espero) el recurso federal empiece a fluir. Esto puede tener claras ventajas: cierto es que si en cada municipio y estado las y los delegados tienen contacto directo con gobernatura y presidencia, se puede general una dinámica mucho más viva. Estoy seguro que a muchas y muchos de mis colegas a lo largo del país nos hubiera gustado sentir por años que Secretaría de Cultura o las y los diputados de la comisión nos acompañaban, conocían los proyectos, en qué se invertía el recurso público. Esto, de darse, podría volverse una oportunidad invaluable para que los recursos sean más eficazmente usados y para que con ese seguimiento empiece a ver continuidad. También está la lectura sospechosa, acerca de la importancia de que los “favores” tengan rostro. Acerca del control politizado de cada apoyo. De la necesidad de construir redes políticas en donde importan más las personas que las instituciones mismas. Espero equivocarme y que lo que venga sea lo mejor. Que, por el bien de todas y todos, así lo demuestren.
POSTDATA. Gracias por haberme leído este año. Particularmente este año que fue doloroso y complicado para mí. Gracias por tomarse el tiempo de discutir, de replantear, de corregir, de confrontar mi punto de vista cada semana. Que el 2019 nos siga permitiendo encontrar el diálogo a través del sagrado derecho del disenso.
/Aguascalientesplural | @alexvzuniga