En los últimos días hemos oído (o leído) infinidad de notas sobre el incremento en el número de casos de diabetes mellitus en nuestra población y con ello el número de complicaciones y/o muerte asociada a dicha enfermedad.
Una realidad es que es una tendencia creciente, que va muy de la mano con el poco honorable récord del país número uno en obesidad infantil y un nada satisfactorio segundo lugar en obesidad en adultos.
¿Pero de quién es la responsabilidad de este fenómeno?
Sin duda alguna es una situación que involucra al gobierno, en donde existen programas diseñados para la atención del problema, particularmente en este sexenio se pusieron en acción varias campañas, desde el programa de Cinco Pasos hasta la creación de unidades especializadas en la atención de enfermedades crónicas denominadas UNEME EC, la primera edificada en nuestro estado está ubicada en el complejo Tercer Milenio.
¿Resultan efectivas estas estrategias? En el papel se ven muy bien, particularmente puedo hablar de la UNEME EC donde me desempeñé durante casi tres años, con un sistema planificado de atención integral, donde el paciente sería atendido no sólo por un médico sino que también recibiría atención psicológica y nutricional, además de planes de educación para el “empoderamiento” de su salud (término que analizaremos más adelante). Lamentablemente se dejó atrás la idea de que esta unidad debería tener una atención más personalizada, lo que implicaba un mayor criterio de inclusión de los pacientes a este programa y volvimos al problema institucional en que importa más el número de pacientes atendidos que la calidad con que se les brinda la consulta. Esto dejando a un lado la situación del presupuesto, que dejaba a la unidad sin medicamentos para tratar a los pacientes que estaba destinada, por falta de recursos para la compra de medicamentos para diabetes, hipertensión y ni qué hablar de las dislipidemias (alteraciones en el colesterol y triglicéridos).
Pero creo que echar la culpa al gobierno (estatal o nacional) de todos nuestros males volvería a llevarnos al problema que llevamos arrastrando al menos 82 años y estoy seguro que más. Creo que es hora de que todos nos demos cuenta de que participamos de una u otra forma para estar como estamos, tanto en política como en economía o en este caso salud.
El día de ayer fui invitado por los alumnos de la Universidad Cuauhtémoc a darles una plática sobre diabetes mellitus en torno al Día Mundial de la Diabetes, celebrado el 14 de noviembre. Cuando iniciaba a preparar la plática, me di cuenta que comenzaba como cualquier otra clase que los muchachos podrían recibir a lo largo de su formación, así que me puse a analizar qué aspectos se tocan rara vez o nunca se hace a lo largo de la formación de un estudiante de Medicina.
Precisamente es el hecho de cómo lograr vincular al médico y al paciente en el control de su enfermedad, particularmente hablaría de la diabetes pero en realidad resulta útil en cualquier entidad nosológica de la que se quiera hablar. Aquí es donde entra la palabreja “empoderamiento” que no significa otra cosa que hacer al paciente responsable de su propia salud.
Durante mucho tiempo ha existido el paradigma de que el médico es el responsable de velar por la salud de su paciente. Esta idea no es totalmente cierta. En realidad somos COrresponsables, quiero hacer énfasis en el prefijo CO. El galeno deberá, junto con los otros miembros del equipo de salud colaborar con el paciente a alcanzar sus metas en salud, ayudarlo a entender su enfermedad, a buscar la mejor opción en su tratamiento y a fijar metas para su propia salud, pero no puede, aunque quiera, responsabilizarse al 100 por ciento de los resultados, particularmente cuando se trata de enfermedades crónicas, en que el papel que juega el enfermo es particularmente importante.
Veamos qué sucede en la diabetes, la cual es una enfermedad crónica, que con diferentes vías fisiopatológicas (mecanismos que desarrollan la enfermedad), podríamos definirla como un padecimiento que altera el control de la glucosa (azúcar), nuestra principal fuente de energía. Este padecimiento no se cura, pero es controlable, teniendo los niveles de glucosa en parámetros normales el paciente no tiene por qué presentar complicaciones, pero para lograrlo no sólo dependerá de que el médico le asigne el tratamiento apropiado, sino que además será importante que el paciente lo tome de la manera prescrita.
Ahora bien, en este tipo de enfermedades no sólo se involucra el tratamiento farmacológico, sino además es importante valorar un cambio en el estilo de vida, lo que implica modificaciones en los hábitos de alimentación y ejercicio físico, aquí es donde es importante el papel de otros miembros del equipo de salud como son los nutriólogos, pero tampoco ellos pueden responsabilizarse del hecho de que su paciente coma o no lo que se le indica. La alimentación no tiene por qué ser un dolor de cabeza, es por ello que el enfermo debe, junto con su asesor en nutrición, escoger los menús, los horarios, etc. de tal manera que sea más fácil apegarse al tratamiento.
Es por ello que quiero resaltar que no podemos ni debemos buscar un único responsable en que las cifras de diabetes vayan en incremento y mucho menos el hecho de que sus complicaciones también crezcan, ya que todos, gobierno, médicos, nutriólogos, pacientes, etc. somos responsables de este fenómenos que tanto cuesta a nuestro país, tanto económicamente como en vidas.
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