Papá Nabor / Desde la Redacción - LJA Aguascalientes
20/11/2024

 

 

Escribir en 20 minutos un texto que guarda una memoria de más de 20 años no es fácil y tampoco práctico; pero hay que escribirlo. Es un generoso espacio que La Jornada Aguascalientes destina a su gente y eso es bueno.

La Nueva Jerusalén de Papá Nabor quedó a deber desde aquel 8 de septiembre en que comentamos por primera vez el tema, en este mismo espacio; quedamos a deber la portada del libro que publicamos entonces en Editora de Periódicos La Prensa, S.C.L., y que en esta ocasión saldamos.

En la portada, con un avernal fondo, aparece mamá María de Jesús, heredera de mamá María Salomé, que ostentaba en aquellos primeros años de los ochenta la personalidad de vidente, a través de la cual la Virgen del Rosario transmitía sus órdenes a sus feligreses, encabezados por el sacerdote excomulgado de la Iglesia Católica y primo hermano del general Lázaro Cárdenas del Río, nada menos que Nabor Cárdenas Mejorada, quien pasara a la celebridad con el nombre de Papá Nabor.

Es una bonita historia periodística de aquellos años en que la sucesión presidencial se hallaba en su apogeo, con dos personalidades muy recias como principales perfiles para terminar con la “Docena Trágica” de Luis Echeverría Álvarez-José López Portillo: hablamos del militar Javier García Paniagua y Miguel de la Madrid Hurtado. Luego platicamos, más adelante, una anécdota con don Javier, hijo de aquel secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, a quien le ordenara el secretario de Gobernación, Echeverría, y no el presidente Gustavo Díaz Ordaz, a través del general Hernández Toledo, abrir fuego contra los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, aquel 2 de octubre de 1968.

Fueron tres las ocasiones que visitamos La Nueva Jerusalén, en la primera entrevistamos, quien esto escribe y Gildardo Soís, atrás de la lente, a Papá Nabor; mamá María de Jesús nunca nos dio la cara. La segunda ocasión sería con esa intención, pero tampoco tuvimos suerte; y en la tercera, cuando ya la noticia del cisma religioso en Puruarán, Michoacán, le había dado la vuelta al mundo e incluso, comentado en periódico italiano El Correo del Día. Para ese momento, yo ya estaba plenamente identificado. Cuando tocaba de casa en casa, en busca de rosarinos que quisieran platicarnos de sus inconformidades con la forma en que Papá Nabor manejaba el convento de las monjas –donde surgieron siempre todos los problemas- fuimos encontrados por un grupo de hombres armados con rifles, tal vez calibre 22, que nos pusieron en la espalda y nos acompañaron a abandonar la población.

Aquí está pues, la portada y la contraportada de mi libro La Nueva Jerusalén de Papá Nabor. Otro de los aspectos importantes, para aquellos que pueden identificar con solo un golpe de vista la autenticidad de las perlas periodísticas, es la fotografía de Papá Nabor, El Ancla del Mundo. En ella se puede ver, el enorme anillo que ostentaba el prelado rebelde: “Quiero ser el ancla del mundo”, me dijo cuando le pedí el significado de icónico “anillo papal”. En otra parte del anillo había una treintena de piedras preciosas, que representaban a cada una de las monjas que había sido plagiadas en aquel año, con el que el mundo conoció la existencia de La Nueva Jerusalén de Papá Nabor… Nadie, nunca nadie, consiguió una foto del sacerdote Nabor Cárdenas Mejorada, como la que se publicó en mi libro y que aquí reproducimos… Por eso le decía yo al secretario de la mesa de redacción del periódico La Prensa, don Eugenio Múzquiz, que no dudara de la relación filial de este personaje con el gran divisionario michoacano Lázaro Cárdenas. Quien acompaña a Papá Nabor es este reportero, único periodista que lo entrevistara en toda su vida.

 



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