A principios del XIX la poesía era un género literario en desarrollo, era un recurso del que los escritores mexicanos se servían para ilustrar la cotidianidad, la percepción de la sociedad y la política.
La poesía era enseñada en las escuelas, tanto en su producción como género. Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Francisco González Bocanegra eran publicados y probablemente fueron la fuente de inspiración de Octavio Paz, Bonifaz Nuño o Pita Amor.
En las instituciones de educación la poesía coral y la oratoria formaban parte de las estrategias de enseñanza. En las aulas resonaban los versos como técnica de fijación del aprendizaje y también, como medio para fomentar la cultura.
Las poesías corales siempre hacían brotar las lágrimas de las madres y hasta lograban enternecer los corazones de los padres más duros.
Con el paso de los años y las reformas, las poesías corales se escuchan cada vez menos en las actividades escolares, los profesores de literatura jóvenes no procuran la memorización de versos y mucho menos la declamación.
Algunos directivos de la vieja escuela luchan porque en los actos cívicos y protocolarios no se extingan las voces de los poetas y renazca el espíritu coral de los versos.
Lo que ahora llama mucho la atención de los jóvenes, tanto para crear como para deleitar es la narrativa. Los jóvenes se sienten atraídos por las novelas románticas y de suspenso, en estos momentos la narrativa incluye el uso de apps y gadgets como recurso literario pues los escritores incluyen correos electrónicos, mensajes y buscadores en sus relatos.
Los mensajes por Messenger forman parte importante de la trama, nos permiten saber lo que pasa con los otros cuando no están, alertan a los personajes sobre posibles acercamientos de la policía o de personajes incidentales.
En estos tiempos observamos también el uso más recurrente de imágenes, lo que me hace recordar a esas ediciones de Don Quijote bellamente ilustradas por Doré.
La narrativa ha cobrado auge en la imagen en movimiento, el video y ahora vemos películas y series televisivas hechas a la vieja escuela de la descripción de Dostoievski, capturó a los jóvenes y dejaron, algunos, los libros para suscribirse en sus plataformas.
La gran pregunta es ¿por qué la narrativa cinematográfica y televisiva mexicana no logra el impacto que tiene la gringa? La mayor parte de los jóvenes adictos a las series de Netflix adoran y siguen, en ocasiones de manera compulsiva, los episodios de las series gringas y pierden interés por los hechos en México.
La pluma de los guionistas estadounidenses tiene una destreza que sólo puede ser dictada con una gran consciencia narrativa. Si dejamos fuera a los guionistas de las historias rosas de la televisión tradicional los guiones de las series de las plataformas digitales no tienen el mismo impacto, desde otra perspectiva sólo Alfonso Cuarón, González Iñárritu y Guillermo del Toro son quienes han trascendido y continúan sumando éxitos.
¿Cuál sería el resultado si dos guionistas, uno mexicano y otro estadounidense, tuvieran una formación en la misma universidad en México? ¿Sería el mismo resultado si lo estudiaran en Estados Unidos? Podríamos especular, sin embargo, la realidad supera la ficción y la preferencia de la audiencia se inclina a apoyar medianamente lo hecho en casa e incondicionalmente a lo importado.
La propuesta es siempre apoyar al cine y la televisión mexicana, ahora a los nuevos formatos y como espectadores es difícil el poder exhibir más calidad y proponer resulta imposible cuando no somos expertos y sólo podemos ser observadores de lo que sucede a nuestro alrededor.
Lo importante también es buscar la mediación entre la lectura, la narrativa escrita y la visual en las plataformas y no olvidar que la poesía es el canto del alma y por ello debe de ser su voz escuchada y aclamada en casa y todos los centros escolares.
Esta es una conversación que no termina, mientras intentamos resolver las dudas sobre la narrativa y su desarrollo en la conciencia literaria en México.
Laus Deo
@paulanajber