Pasos para hablar con nosotros mismos / Desde la Redacción - LJA Aguascalientes
17/11/2024

 

Cuando se está en este lado del tablero (dígase, como reportero), uno nunca deja de preguntarse si en algún momento la limitativa publicidad oficial saldrá de la jugada para permitir que la prensa en su conjunto, y no sólo varios de sus integrantes, ejerciten la facultad de construir ciudadanía; es decir, de poner a la vista del público información variada y sin sesgos.

De continuar como hasta ahora las cosas, el consumidor de noticias no podrá orientarse en un entorno oscuro la mayor parte del tiempo.

Abro aquí una cita de Arthur Miller: “un buen periódico es una nación hablándose a sí misma”, acto seguido, añado un ejemplo de aquello que no debería verse en una prensa sana.

Cuando el movimiento #YoSoy132 recién despuntaba en el estado, lo hacía a través de marchas de protesta. No se puede ni se debe editorializar la información, al grado de presentar fotografías que describían una manifestación infructuosa y sin concurrencia, cuando la realidad reflejaba exactamente lo contrario.

Por otro lado tampoco se puede alabar al movimiento cuando éste, al menos en el caso local, es un clarísimo ejemplo de lo que no debe hacerse en materia de organización civil, toda vez que las rencillas internas terminaron por dividirlo.

Desde esta óptica el buen periodismo es muy fácil, basta con decir las cosas como son y punto, sin matices. No obstante en la práctica las cosas son distintas.

Aguascalientes no es ajeno a lo que ocurre en todas las latitudes de un país donde prácticamente ninguna empresa se mueve si no es aceitada por el capital de gobierno.

Claro está que no he pronunciado una sola palabra nueva, y es por ello que la situación se torna preocupante. Este fenómeno y su vejez evitan que la nación se comunique consigo misma, que dialogue y encuentre escapatorias democráticas y pacíficas a cuestiones tan sencillas como definir por qué motivo la selección nunca llega al quinto juego en los mundiales, o tan escabrosas como la efervescencia del narco, misma que ha dejado sin vida a tantos de nuestros compañeros.


Si el planteamiento del status quo no falla, podemos asegurar que la relación entre el poder y los medios de información no tiene razones para cambiar. La zona es del todo confortable.

En lo personal, eso de encender un puro y tomar la bandera de la revolución nunca me ha gustado. Creo que ante un futuro así de alarmante lo más rentable consiste en sentarse y esperar un poco.

En Aguascalientes, y concretamente aquí en la capital, hay muchas personas en buena edad para comenzar a consumir información centrada y de calidad. En 2010 el INEGI reportó la presencia de 121 mil 428 jóvenes de entre 15 y 19 años. En contraste, en aquel entonces había 29 mil 258 personas con edades de entre 60 y 64 años. Más jóvenes, menos viejos.

La era de la generación habituada y conforme con los datos y la visión oficialista ya se encuentra en declive. El hoy y el mañana lo tiene aquella mayoría que detesta las ofrendad de información masticada.

De a poco se ve también cómo las redacciones se pueblan de gente con estudios afines al ejercicio periodístico, y cómo los reporteros empiristas son desplazados.

El polaco Ryszard Kapuscinski es uno de los pocos teóricos que asumen y se toman la molestia de detenerse unos instantes para destacar la importancia de la renovación generacional y mental en torno a la materia reporteril.
Desde la lógica empresarial lo más rentable es refrescar cotidianamente la organización, a modo de impedir que las cosas se entrampen en paradigmas viejos.

Las universidades tienen a esta altura la fundamental labor de remachar la vocación social de sus comunicólogos, de inmunizarlos, académicamente hablando, ante la tentación de la condescendencia.

En Aguascalientes el buen periodismo no sólo estribará en describir la realidad; esta práctica también habrá de aprovechar la ola fresca del bono demográfico local, y buscar vivir de la venta del producto y no de la línea editorial.

Expuesto lo anterior, bien cabe emplazar la idea de que generalmente quien no cambia perece, como las dictaduras. Todo es cuestión de tiempo.

 


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