Instituto Militar de Virginia, Lexington, Estados Unidos. 8 de octubre de 2012. El candidato del Partido Republicano, Mitt Romney, pronuncia su discurso “El manto del liderazgo”, en el cual enaltece las virtudes de su patria diciendo: “Esto es lo que hace a los Estados Unidos excepcional: no sólo el carácter de nuestro país. Los Estados Unidos tienen una historia orgullosa de liderazgo fuerte, confiado y con principios… Éste es el rol que nuestros amigos quieren que juguemos de nuevo… el siglo XXI puede y debe ser una centuria estadounidense”.
La arenga del aspirante republicano a la Casa Blanca, sirve como introducción al presente artículo, el cual tiene por objetivo explicar al amable lector por qué el electorado estadounidense decidirá entre el mesianismo –encarnado por Mitt Romney– y el desencanto –representado por el presidente Barack Obama– para dirigir el destino de la nación de las barras y las estrellas.
El mesianismo estadounidense tiene sus orígenes en los tiempos de la Colonia, cuando en 1630 el inmigrante inglés, John Winthrop, arengó a los nuevos inmigrantes expresándoles: “Siempre debemos considerarnos que seremos una ciudad sobre la colina –con los ojos de toda la gente sobre nosotros–”.
La masajeada de ego continúo en 1845, cuando el periodista John L. O‘Sullivan escribió: “el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia”. Ya en tiempos más recientes, Ronald Reagan –la némesis de la Unión Soviética– comentó que la Unión Americana era “la última esperanza para una Humanidad plagada por la tiranía y las privaciones”.
Durante la presente elección presidencial, Mitt Romney y sus asesores económicos y diplomáticos –tipos que están a la derecha de la ultraderecha–, percibieron que, enarbolando la bandera del mesianismo, podrían movilizar a la aletargada base del Partido Republicano. Por lo tanto basaron su plataforma económica para combatir el déficit de 16 trillones de dólares en la vieja receta de los Reaganomics: aligerar la carga impositiva para los más ricos y recortar los programas sociales. A la cual agregaron un nuevo ingrediente: designar a China como “manipulador de la moneda”.
En el plano de la política exterior, todo se centra en un llamado al militarismo y la confrontación: incrementar el presupuesto del Pentágono, declarar a Rusia como “rival estratégico”, intervenir en Siria, bombardear Irán hasta “regresarlo a la Edad de Piedra”, confrontar al “modelo vacilante de Cuba y Venezuela”, y construir una doble cerca en la frontera con México.
Romney sabe que el votante conservador –y hasta cierto punto el independiente– es como un animal herido, cuyo único bálsamo es ofrecerle visiones sobre la falocampsis del poderío económico y bélico de la Unión Americana.
Por su parte, Barack Obama ha incumplido muchas de sus promesas de campaña, lo cual ha creado el desencanto entre los grupos que tradicionalmente apoyan al Partido Demócrata –los afroamericanos, los latinos, los sindicalistas y los pacifistas–.
Entre los puntos de desaliento destacan: No cerrar la prisión de Guantánamo –el gulag caribeño erigido por George W. Bush, El Texano Tóxico, para encerrar a los chicos malos de Al-Qaeda y, también, uno que otro inocente–, expandir la guerra secreta en Somalia y África Central, derrocar al tirano Muammar Gaddafi, e incumplir con la reforma migratoria para la comunidad latina.
En el frente económico, el panorama es desolador: un tercio de los estadounidenses depende de los cupones de alimentos, programas sociales o cualquier otro tipo de ayuda gubernamental. Por si fuera poco el índice de desempleo es, hasta octubre de 2012, del 7.9 por ciento.
Los logros, tanto internos como externos, del Premio Nobel de la Paz 2009 fueron resumidos por su principal palafrenero, el vicepresidente Joe Biden, de la siguiente manera: ¡General Motors está vivo y Osama Bin Laden está muerto!
Por lo tanto, no debe extrañarnos que, de acuerdo al rotativo USA Today (15/08/12), 90 millones de estadounidenses no voten esta elección presidencial. Aún así, según una encuesta de Latino Decisions, los votantes hispanos votarán en un 73 por ciento por Obama, comparado con un 21 por ciento que lo hará por Romney. Y esto a pesar de que no se ha aprobado la reforma migratoria.
El día de mañana, cuando el amable lector de La Jornada Aguascalientes acceda a la edición electrónica o impresa se enterará sí el electorado estadounidense escogió entre el mesianismo –Mitt Romney– o el desencanto –Barack Obama–.
Aide Mémoire.- Una felicitación a los alumnos y docentes de la Carrera de Relaciones Internacionales de la UVM Campus Aguascalientes por su participación en la II Semana de Internacionalistas.
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.