El Ratzinger que llevas dentro / Un cuarto propio - LJA Aguascalientes
21/11/2024

En días pasados, se dio a conocer que desde 1963 la Iglesia católica y su jerarquía, principalmente el Vaticano, supo de los casos de abuso sexual en contra de menores en Estados Unidos, los más de mil casos documentados señalan que todos los niveles que integran la estructura ultra conservadora católica sabían perfectamente la existencia de los pederastas, que además varios de ellos seguían estando al frente de niñas y niños pese al riesgo que eso implica en el contexto de la violencia sexual contra la infancia.

Pues sí, las almas santas y puras, incluyendo la de Francisco Bergoglio, a sabiendas de la sucia calaña que siguen guardando tras los muros de los templos, prefirió complacer algunos caprichos psicópatas y mantuvo al frente a personajes como un sacerdote de Allentown señalado por hacer tocamientos en los genitales a un adolescente de 13 años. En los innumerables escándalos en los que se señala la enorme cantidad de abusos sexuales ocurridos por miembros de la iglesia católica, cien aquí, cien acá, otros más por allá y así, incluyendo las más de cien víctimas tan solo de (como dicen en la Iglesia, el santo) Marcial Maciel, casos ocurridos en México, sin duda han abonado al desgajamiento de la actual fe católica.

Y por estos días después de saber el proceso que lleva la investigación de más de mil casos de crímenes ocurridos contra menores en los Estados Unidos y de saber que varios de estos casos incluso fueron cometidos contra niñas y niños con alguna discapacidad me surge seguro como a mucha gente la siguiente pregunta: ¿Y en México? ¿Cuántos casos, qué justicia se está haciendo contra los abusos cometidos por sacerdotes?

Según el exsacerdote Alberto Ahité Gallo, en México están los pederastas más crueles de la Iglesia católica, años de denuncia lo llevaron a seguir huellas de los casos señalados por las víctimas que evidenciaban el encubrimiento que hizo el entonces cardenal Norberto Rivera Carrera contra quien testificó en su momento el mismo Athié Gallardo.

Se dice que ahora la Iglesia católica intenta por todos los medios tener un rostro conciliador para acallar la tremenda cascada de crímenes sexuales cometidos contra menores por todo el mundo, pero desde luego particularmente los ocurridos en países donde el sistema legal tiene menos corrupción y donde hay más posibilidades reales de que los sacerdotes reciban una condena a diferencia de lo que ocurre en México.

Aún y cuando los casos más perversos y dolorosos han sido cometidos en los países de América Latina y el Caribe, pues en estos incluso se han descubierto redes de pornografía infantil y de trata de menores para esclavitud sexual. El escándalo es mayúsculo, por eso es que ahora intentan suavizar el tono porque ya no hay forma de tapar todo el cochinero que han hecho ya completamente distorsionando la fe y el sentido primordial de la religión católica.

Aunque lo señalado antes no ha de sorprender mucho a quien lee esta opinión, lo que quiero exponer es si ¿usted concuerda con que lo anterior es simple y sencillamente la expresión pura de criminales escudados en sotanas? Y que eso no debe ser un factor que aminore la responsabilidad que tiene una institución en este sinnúmero de casos de violencia contra menores. ¿Entonces por qué escucho tantas voces complacientes intentando amortiguar la exigencia de justicia? Y francamente hasta conciliadores con el argumento bajísimo de “no es la iglesia, son las personas que la han distorsionado” y peor aún “es que a final de cuentas la iglesia está compuesta por seres humanos y por eso tiene sus mismos errores”. Vaya bajeza con la que justifican la corrupción y la injusticia que se vive en México y su cuestionable ética respecto a los derechos humanos de la niñez.

La simpleza conciliadora y elocuencia que usan personas de la academia, columnistas, comunicólogos, etc. Me parece realmente de dar miedo cuando esas voces han normalizado tanto el maltrato y la violencia contra la infancia, quizá eso explica los acontecimientos dados a conocer en distintos días sobre el grado de violencia que vive la niñez en la tierra de la gente buena.

Quienes temen y buscan acallar las voces que denuncian el deleznable comportamiento de quienes cometen abuso sexual contra la niñez parecen más preocupados por mantener un orden social conservador donde la iglesia sigue saliendo a decir qué se debe y no se debe hacer pero guarda silencio respecto a los casos recientemente dados a conocer en todos los medios de comunicación, ¿acaso no es eso la hipocresía?


No entiendo cómo no les indigna la impunidad criminal con la que cuentan estos personajes del clero, no entiendo cómo pueden sostener la violencia con tanta pasividad en sus declaraciones e intervenciones que buscan mermar la indignación de mucha gente que cree que simplemente la iglesia ya no debe tener ninguna calidad moral para opinar de nada, que necesitan en su estructura ponerse a limpiar toda su porquería antes de volver a salir a dar consejos y regaños al prójimo. Quién abusa de las niñas y niños es un criminal y la sociedad no debe permitir una autoridad moral que oculta semejantes actos.

No nos podemos convertir en Ratzinger que ante la denuncia contra Lawrence Murphy de haber abusado de más de 200 niños decidió guardar silencio y concederle la voluntad de morir como sacerdote, conmovido por su benevolencia lo dejó impune, o el caso del exsacerdote Carlos López Valdez a quien pese a estar encarcelado esperando sentencia le llevaban a visita varones adolescentes para que lo acompañaran a sus celebraciones porque el sistema de justicia lo solapó.

La corrupción no debe ser permitida, la violencia y el abuso contra la niñez tampoco debe volverse la realidad para ellas y ellos, solo para guardar el orden, las jerarquías y la conveniencia política. Qué le estamos diciendo a la niñez cuando con tanto desdén damos la espalda a la situación más común que vive, de grave riesgo. Esa actitud desairada y exculpatoria es lo que mejor describe los niveles de violencia que respiramos en México bajo el manto del orden y las buenas costumbres, pura doble moral.

 

@Chuytinoco


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