Palacio de Meseberg, Alemania. 18 de agosto de 2018. Enfundada en un traje sastre color verde pistache, la canciller de Alemania, Angela Merkel, da la bienvenida al presidente de Rusia, Vladimir Putin. La líder teutona comenta con respecto a la problemática internacional: “Tenemos responsabilidad –ambos Alemania, pero primero y principalmente Rusia, porque Rusia es un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Por su parte, Putin, quien pareciera que la mantequilla no se derrite entre sus labios, agrega: “Quiero mencionar que Rusia coloca la mayor importancia en el desarrollo de la cooperación mutuamente benéfica con Alemania en las esferas económica, política y de otro tipo”.
La escena arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual tiene por objetivo revelar los entretelones que precedieron a la reunión sabatina nocturna entre Angela Merkel y Vladimir Putin.
Para los enterados de la vida y obra de Angela Merkel, no es un secreto la admiración que despierta en ella Rusia: en su juventud, Merkel aprendió la lengua de Tolstoi y Chejov. Asimismo, se ganó un dinero extra planchando las camisas de las tropas soviéticas desplegadas en la irónicamente llamada República Democrática de Alemania.
Sin embargo, su pasmo por Rusia es templado por la naturaleza de su sistema político: una extraña mezcla de cristianismo ortodoxo, zarismo, y marxismo-leninismo. El líder de este singular sistema político es Vladimir Putin, con quien Merkel ha protagonizado una relación extraña, una especie de “amor violento”, en términos diplomáticos.
Putin, antiguo teniente coronel de la KGB, pasó cinco años en Dresde, República Democrática de Alemania, en donde aprendió el idioma de Goethe y Nietzsche. Esta experiencia le permite entender el Weltanschauung (“visión del mundo, en alemán). Por qué afirmar esto. Porque Putin y sus asesores han detectado que Merkel y su gente resienten el trato condescendiente que les proporciona el presidente Donald Trump.
Aprovechando esta brecha psicológica y el impacto que supuso la reunión bilateral que sostuvo Putin con Trump en Helsinki, el líder ruso envió, tras hablar por teléfono con los líderes de Alemania, Francia e Israel, a dos representantes suyos: el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Valeri Guerásimov, para que llevaran su propuesta sobre Siria y Ucrania.
El 23 de julio, Lavrov y Guerásimov se reunieron con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu1. Los enviados de Putin vendieron la idea a los israelíes de que Rusia no permitiría que Irán, acérrimo enemigo de Israel y aliado de Rusia en la guerra en Siria, se acercara a las Alturas del Golán. Bibi Netanyahu respondió de la siguiente manera: “Yo aprecio las palabras que fueron pronunciadas por el presidente Putin junto con el presidente Trump concernientes a la seguridad de Israel durante la reciente reunión cumbre”2.
Al día siguiente, Lavrov y Guerásimov volaron desde Jerusalén a Berlín y luego a París. En ambas capitales europeas, el mensaje oficial fue que los rusos hablaron sobre la situación en Siria y Ucrania. En realidad, los enviados moscovitas fueron muy claros: Rusia no toleraría más provocaciones del régimen fascista de Ucrania. Asimismo, Alemania y Francia deberían involucrarse más en el proceso de pacificación de Siria.
Los resultados brotaron en los días siguientes: el 2 de agosto, las Fuerzas Armadas de Rusia anunciaron que la policía militar había comenzado a patrullar las Alturas del Golán, territorio sirio ocupado por Israel desde la Guerra de los Seis Días, en 1967). La presencia rusa permitió a las tropas de las Naciones Unidas patrullar, por primera vez en seis años, la zona.
De esta manera, Rusia demostraba que –gracias al triunfo sobre Georgia, en 2008; la anexión de Crimea en 2014; la victoria en Debáltsevo, Ucrania, en 2015; y la intervención militar en Siria, en 2015- es la potencia preeminente en las tierras comprendidas desde el mar Báltico, pasando por el Mar Negro, hasta el Mediterráneo oriental.
Intoxicado por su éxito, Putin anunció el lunes 13 de agosto que viajaría a Berlín para conferencia con Merkel. Sin embargo, el jefe del Kremlin anunció que también asistiría a la boda de la ministra de Asuntos Exteriores de Austria, Karin Kneissl (El 1 de julio del año en curso, Austria asumió la Presidencia del Consejo de la Unión Europea).
En un ambiente campirano, en donde abundó el vino blanco, se escuchó simultáneamente la sentimental música vienesa y las melancólicas y viriles voces del coro de los cosacos de Kubán, Putin se reunió con sus aliados austríacos del Partido de la Libertad, una organización política conservadora y xenófoba comprobando que “Saturday´s the only day I am really think of”.
Merkel y Putin demostraron que “everything is alright on a Saturday night” pues acordaron: concluir el gasoducto Nord Stream 2, a pesar de la oposición manifiesta de Donald Trump y de varios políticos europeos; revivir las pláticas de paz sobre Ucrania; y, por último, contar con el apoyo germano para la reconstrucción de Siria.
De esta manera, sin tuits ni aspavientos, Putin, ejerciendo una diplomacia sobria pero efectiva, ha confirmado su posición como el genio de la geopolítica moderna, pues, en lo que va del presente verano, llevó a cabo exitosamente la Copa Mundial de Fútbol; humilló a Donald Trump en Helsinki, logró un acuerdo sobre el mar Caspio; firmó un pacto que afianza la presencia rusa en África Central; y dejó sentir su puño de hierro, envuelto en terciopelo, en Siria y Ucrania.
Aide-Mémoire. –La gira que realizó el secretario de Defensa de los Estados Unidos, James Perro Rabioso Matis, por América del Sur es una muestra del temor que siente Washington ante la creciente influencia de China.
- PM Netanyahu meets with Russian delegation led by FM Lavrov and Chief of Staff Gerasimov https://goo.gl/pio6Sm
- PM Netanyahu meets with Russian delegation in Jerusalem https://goo.gl/uuE4dJ