La tiricia o cuando todas morimos / Un cuarto propio - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Dicen que la tiricia se cura con flores blancas que se pasan por todo el cuerpo, que después le vas arrancando cada uno de sus pétalos y los tiras al río mirándolos cómo se alejan, se hunden o se pierden en el agua que nunca es la misma, luego lo mejor es escuchar música pero sólo es sonido, los violines, las guitarras, los tambores, eso y sólo eso porque la letra si es que la hubiera tú la compones mientras caminas y te liberas de la tiricia, la enfermedad que pega en el alma por la desilusión, la tristeza profunda que todas cargamos de generación en generación, esa que en muchos casos ha matado a nuestras abuelas, a las tías, a la madre o las hermanas, a las amigas y vecinas, conocidas y desconocidas, esa tristeza que todas arrastramos producto del maltrato y del abuso que vivimos en pasado o presente, pero que en cualquier caso la injusticia cometida en nuestra contra por la que nadie hizo nada para detenerlo, hubo quienes rodaron lágrimas en silencio, frustración, odio y quién sabe qué tanto más, pero a final de cuentas nunca lo detuvieron. Dicen quienes llegaron aquí primero que una no muere de los golpes recibidos, del despojo y el abandono sino muere de la tiricia, esa enfermedad del alma que da por una profunda tristeza.

Para algunas no importa cuántas veces las hayan bañado con agua helada por la madrugada y luego envuelto en cobijas, una, dos, tres veces, hasta hacer que el cuerpo reaccione y abandone el mal febril que la invade y se vaya la tiricia, para otras, las vaporizaciones y el rocío de las hojitas de ruda por todo el cuerpo, especialmente en el vientre y en el corazón, para que se lleve lo malo que una guarda así un día tras otro hasta que la planta se muera y con ella la tiricia, también decían las abuelas que es bueno darse baños poco antes del amanecer con flores y azahar luego de esa misma agua hacer una infusión y tomársela o dejar todo el día y toda la noche el agua en un jarro grande, después del baño antes de la salida del sol cuando el día comienza clarear tomarlo previamente serenado, pero recuerden siempre es cuando el sol está a punto de salir cuando todo lo malo se va y ya no puede regresar.

Si la tiricia es amarilla no hay duda que eso lo hizo la cólera, el enojo, la rabia que guardamos por un momento que concentró la ira de muchos otros momentos, pero si es negra la tiricia es más difícil curarla porque esa es la de la tristeza y la desgana de vivir, esa es de la que una se puede morir.

¿A ti cuándo te dio la tiricia? A mí varias veces, principalmente en mi infancia, ahí una y otra vez me pegó, luego de grande fue menos, pero ahí siguió por eso vivo cerca de las plantas, de la ruda y la sábila, por eso agarro para donde corre el río, para donde llueve que parece que se cae el cielo y se vuelve mar.

Yo no me quise morir, pero entiendo a las otras, a las que lo quieren y a las que lo han logrado porque vivir con la tiricia no es vida. Por eso entiendo a Denisse que con sólo 4 años se murió de tanto abuso, aunque ella no era de Zacatecas, ni de Oaxaca o Tamaulipas, tampoco del Estado de México, de Guerrero o de Ciudad Juárez, ella era de Jesús María, aquí en Aguascalientes, ella y ese cúmulo de niñas más que han sido asesinadas, ella y los cientos y miles de feminicidios que todas vamos cargando y que casi ya no aguantamos, ella que fue muerta por su padre y por su madre y por un montón de gente que se quedó callada cada que veían o escuchaban el maltrato, ella que con 4 añitos prefirió irse como esas hojas que jala la corriente antes que seguir bajo el mismo techo con esos desalmados.

¿Y nosotras cuántas veces hemos muerto? Cuántas veces hemos acompañado a nuestras hermanas y todas andamos tiricentas, enfermas de la tristeza que pega en el alma, sin nuestros collares floridos, sin el río, ni ruda, sólo ese dolor seco que nos da en el centro de la panza, esas gotas que columpian en el lagrimal que no razona, que no tiene palabras, que sólo siente y siente y así se vuelca sobre nosotras la tiricia que nos deja cada mujer o niña asesinada, la rabia contra el feminicida que nos pone de color amarillo.

¿Qué es lo que quieren ellos? Un mundo donde ya no haya más mujeres, dónde ya no existamos, porque tal parece que humillarnos, someternos y torturarnos no es suficiente, hay que asesinarnos, entonces quizá lo que quieren es un mundo sin mujeres o con todas las mujeres muertas, porque ambas cosas son distintas. Porque cada que matan a una de nosotras todas vamos muriendo de una forma que ustedes no entienden, porque cada feminicidio nos hace sentir-pensar que podría ser yo y no la otra, porque lo único que escuchamos de ustedes es un tremendo silencio, una afirmación pasiva a la violencia desplegada en nuestra contra como mujeres.

Por eso pregunto de nuevo ¿Cuántas veces ya hemos muerto, compañeras? Hasta cuándo seguiremos jalando la tiricia que nos han impuesto por generaciones. Necesitamos flores, agua corriendo, música pero también nos urge alzar la voz y sobre todo no tolerar nunca más el abuso hacia ninguna de nosotras para que la tiricia se vaya y junto con los desalmados se hundan y se los lleve el río.  

 


@Chuytinoco

 


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