Diferentes intercambios de opiniones en las redes sociales, específicamente en Facebook, me han llevado a pensar un poco en la labor de promoción y difusión de la buena música, no sólo de la llamada música clásica o más correctamente música de concierto o académica, sino de todo aquello que podemos darle el calificativo de buena música, porque desde aquí comienzan las discrepancias, hay quienes defienden la postura de que no hay buena ni mala música, eso depende de los gustos de cada quien, pero yo no estoy de acuerdo, sostengo que efectivamente, sí hay buena y mala música independientemente de nuestros muy respetables gustos musicales y sobre eso pudiéramos profundizar más, pero ya lo he hecho en ocasiones anteriores y seguramente lo haré posteriormente, pero por ahora, el objetivo es otro. En realidad creo que escribo esto para sacar toda mi amargura y mi frustración que siento al pretender dar a conocer esa otra música, para la cual, por cierto, hay un público más números del que nos podemos imaginar, y ofrecer un punto de vista crítico respecto a la falta de atención que la música de concierto recibe, y resulta que soy un irrespetuoso, además de dubitativo,… ¿qué más me dijeron?, arrogante, despectivo y confundido. Bueno, arrogante y despectivo, sí, estoy de acuerdo, pero ¿dubitativo y confundido? No, definitivamente no y menos en temas de música.
Mi único interés es darle su lugar a la buena música, llámese rock, jazz, blues, música de concierto o cualquier otro género que podamos considerar con toda dignidad como buena música, abrir espacios para su difusión y darla a conocer. Es imposible que alguien ame algo que no conoce y este lenguaje musical no cuenta con los espacios necesarios para su conocimiento y consecuentemente, para su disfrute, entendiendo que la buena música genera un impacto en nosotros, tiene un poder transformador y nos hace mejores personas.
Hay mucho qué decir de esto en la música mexicana, si nos ubicamos en el nacionalismo encontraremos una fuente inagotable de recursos musicales, Manuel M. Ponce, el príncipe del nacionalismo musical mexicano, que junto con Saturnino Herrán, uno de los aguascalentenses más distinguidos y uno de los más grandes exponentes de las artes plásticas con trascendencia internacional, y con Ramón López Velarde, zacatecano, de Jerez, con una gran presencia en la ciudad de Aguascalientes y con un incuestionable apego al quehacer literario de esta tierra de la gente buena, aquí colaboró en diferentes revistas y realizó algunas de sus más importantes creaciones literarias, conforman la terna más representativa del nacionalismo en términos de arte.
Pero regresando al tema de la música, en México tenemos una de las escuelas nacionalistas musicales más solventes y generosas de América, aunque posterior a las escuelas europeas, como la rusa, la checa o la española, sin descartar otras iniciativas nacionalistas de gran valor como la de los países escandinavos, todo esto fue durante la segunda mitad del siglo XIX, mientras que en México la tendencia nacionalista la encontramos ya muy entrado el siglo XX, pero su valor es incuestionable: Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, Blas Galindo, José Pablo Moncayo. A estos compositores me refiero cuando hago mención de que son las voces más dignas para definir el verdadero perfil de la música mexicana, Moncayo con su excelente tratamiento de los sones y huapangos llevados al contexto sinfónico o los Sones de Mariachi de Blas Galindo, o por ejemplo, los mexicanísimos argumentos de Silvestre Revueltas en la Noche de los Mayas o en Sensemayá un poema sinfónico que desde los primeros compases adivinamos con certeza la esencia de la verdadera música mexicana, además de la mexicanidad de Janitzio o Redes, por ejemplo. Esto también es México, o en todo caso, esto sí es México, estos son los sonidos de México, de los que debemos sentirnos orgullosos.
Recuerdo que cuando murió Juan Gabriel, alguien, seguramente con la emoción brotándole por la piel, tuvo la osadía, por llamarle de alguna forma, de decir que había muerto el mejor compositor de México. ¿Cómo es posible?, pensé yo, el que no conoce a Dios a cualquier ídolo se la arrodilla, tal afirmación nos ubica en los oscuros avernos de la ignorancia más radical y recalcitrante.
El problema es que ahora te llaman irrespetuoso si no comulgas con los gustos de las masas y lo señalas. No entiendo esa tendencia a suavizar todo por ser lo “políticamente correcto”, no entiendo, no tiene sentido, pero si yo no tuviera la oportunidad de hacer una crítica musical, si no tuviera la posibilidad de señalar que hay criterios muy concretos para definir si la música es buena o mala, porque esto no depende de los gustos de cada quien, entonces no tendría sentido mi trabajo en los medios. No estoy en la radio, por ejemplo, para presentar canciones y dar la hora, mi compromiso es con la promoción y difusión de la música, y eso lo tengo perfectamente claro. Por fortuna, desde mi trinchera que ha sido siempre Radio y Televisión de Aguascalientes, tengo la oportunidad de hacerlo y de proponer en mis espacios el rostro de la otra música que ha sido descuidada por otros medios, entiendo, cada uno tiene sus objetivos, y no lo critico, pero está claro que la buena música, específicamente la música de concierto, necesita, le urgen, más espacios para su difusión y debemos conservar los que hay además de abrir nuevos, eso es, en efecto mi razón de ser en los medios, eso es lo que hago, por ejemplo, aquí, en La Jornada Aguascalientes. ¿Qué se puede esperar de un melómano incurable como tu servidor? Soy melómano, luego existo.