Una de las celebraciones religiosas más pintorescas, variada e inexplicable es la fiesta del Cuerpo de Cristo que se celebra el siguiente Jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad y se le conoce como el Jueves de Corpus. Se festeja en todo el mundo católico y en cada país se hace de diferente manera, ya que existen cabalgatas, paseo de carros alegóricos cargados a hombros, desfile de gigantes y cabezudos, callejoneada de estudiantinas, danzas de hombres vestidos como mujeres, bailables de hombres disfrazados de negritos y una de las expresiones artísticas más singular relacionada con esta fiesta es la elaboración de tapetes callejeros hechos con flores, aserrín pintado o con arenas coloreadas. En ciudades de España, Portugal, Italia y prácticamente todos los países de Latinoamérica. México no podía quedarse atrás y tiene su conmemoración totalmente auténtica. Los niños son llevados a los templos disfrazados de inditos, cargando pequeños huacales o morrales llenos de dulces o frutas. Además llevan pequeñas mulitas elaboradas con hoja de maíz o barro. Y esto se hace solo en nuestro país. La explicación es tan fantástica como muchas de nuestras tradiciones. Resulta que en el Siglo XVI, un indio llamado Ignacio que llegaba todos los días al mercado de la ciudad de México a vender frutas y hortalizas se negaba a arrodillarse cuando pasaba delante del templo. Se cuenta que en cierta ocasión exclamó, “Si mi mula se arrodilla delante del templo, será la prueba de que sí existe Dios”. Justo en un Jueves de Corpus la mula al pasar frente al atrio, se detuvo y dobló los cuartos delanteros. El indio Ignacio creyó y repartió entre los asistentes a la misa, la fruta que llevaba en sus huacales. Así nació la tradición. Pero lo curioso del asunto es que la festividad fue inventada en el Siglo XIII por la religiosa Juliana de Cornillon en Lieja Bélgica, porque a ella le parecía muy interesante el milagro de que la hostia consagrada contuviera el cuerpo y la sangre de Cristo. La propuesta tomó mayor fuerza cuando un sacerdote de Bolsena Italia durante la misa rompió una hostia, que entonces eran pequeñas piezas de pan observó una mancha roja en el migajón, por lo que supuso que era la sangre del Redentor. El Papa Urbano IV lo declaró milagro y desde ahí tomó fuerza la celebración. Poco después se sabría que el color rojo era producido por la enterobacteria Serratia Marcescens, que es resultado de la contaminación de la harina de trigo con materia fecal. La bacteria produce un pigmento rojo y que por haber dado origen al milagro, se le conoce actualmente como Prodigiosina. El resumen final es que la fiesta es muy rumbosa en todo el mundo y nadie se acuerda ni de la madre Juliana, ni del padrecito al que le sangró el pan, ni del pontífice que elevó la anécdota a calidad de milagro. Ochos siglos después es mucho más importante el fandango que el origen. Lo mismo que ocurre con San Marcos, Semana Santa y una larga lista de festividades religiosas en lo que priva lo pagano. Somos fiesteros y las creencias religiosas han sido el origen y han terminado por desaparecer ante el empuje del jolgorio y la pachanga. Así somos.