- Laura Elisa Ramos Languren, de la Facultad de Psicología de la UNAM, ganó con un proyecto para ayudar en la rehabilitación de pacientes con enfermedad vascular cerebral
- Mediante un programa de cómputo, ella y su equipo plantean la rehabilitación de la memoria de trabajo, función afectada tras la EVC
- La EVC es considerada la causa más común de incapacidad en adultos y la quinta causa de muerte en el país
Por su trabajo para ayudar en la rehabilitación de adultos mayores que sufrieron enfermedad vascular cerebral (EVC), Laura Elisa Ramos Languren, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, se hizo acreedora a la Beca para las Mujeres en la Ciencia L’Oréal-Unesco-Conacyt-AMC 2018, que le será entregada en agosto próximo.
Consciente de ser la primera sicóloga en recibir esta subvención, la investigadora se dijo emocionada, porque su trabajo implica ayudar a personas que han sufrido un serio problema que, en muchas ocasiones, los deja con mengua del habla o motora, entre otras.
“No creí ganarla. Si uno ve el listado desde que iniciaron las becas, en 2007, no hay ninguna sicóloga; a veces se piensa que no hacemos ciencia, pero me dije ‘voy a presentar el proyecto’, y ahora me da mucho orgullo que la FP esté por primera vez, y que la UNAM siempre esté presente”, compartió.
Desde hace más de un año, Ramos Languren trabaja en el proyecto “Evaluación del entrenamiento cognoscitivo y análisis de biomarcadores de estrés oxidante en sujetos de la tercera edad, con secuelas de enfermedad vascular cerebral (EVC)”, en colaboración con el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), pues ahí llegan los pacientes con este problema, considerado la causa más común de incapacidad en adultos y la quinta causa de muerte en el país.
La universitaria indicó que plantean una rehabilitación en la memoria de trabajo (función afectada tras la EVC) mediante un programa de cómputo diseñado por ellos mismos, en colaboración con una empresa dedicada al software. Para medir los avances de los pacientes, realizarán evaluaciones neuropsicológicas, electroencefalogramas y análisis químicos para determinar biomarcadores de estrés oxidante.
La EVC, explicó, ocurre cuando una arteria se obstruye interrumpiendo el flujo sanguíneo en el cerebro, lo que causa la ruptura de un vaso y genera un derrame, dejando secuelas a su paso.
“Se comienza a presentar después de los 45 años, con una prevalencia de 11 por ciento en el grupo de 55 a 65 años; generalmente los pacientes que llegan al INR son mayores de 60, por lo que tienen un deterioro cognitivo subyacente a la edad. La idea es comparar los resultados con personas que no han tenido una EVC”.
Las personas que atiende la universitaria manejan un programa que les permite entrenar la memoria viso-espacial, el bucle fonológico, mediante pantallas en las que, por ejemplo, se les pide dar seguimiento a una imagen constante, pero cuando aparece alguna que no corresponde deben emitir una respuesta presionando un botón.
“Llegan al hospital con la esperanza de regresar a sus actividades cotidianas. Algunos dicen que no pueden leer rápidamente como hacían antes de la EVC, o que se les olvida lo que hacían momentos antes, pero van con actitud positiva”, comentó.
El proyecto, que está en sus inicios, buscará con la beca dar seguimiento a los pacientes el mayor tiempo posible, pues su sobrevida suele ser corta, además de que dependen de cuidadores que los lleven y acompañen durante el proceso. “Sabemos que es difícil y por eso les agradecemos su esfuerzo”.
Con información de la UNAM