La deforestación urbana en México se ha vuelto una actividad cotidiana, y Aguascalientes no es excepción. En los últimos meses hemos atestiguado la tala masiva de árboles para dar paso a la construcción de pasos a desnivel, mientras algunas de las principales reservas ecológicas del estado se ven constantemente amenazadas por presiones inmobiliarias, como es el caso del Bosque de los Cobos, La Pona y el Ex Ejido Ojocaliente, en donde se pretende desarrollar desde nuevos fraccionamientos hasta centros comerciales.
En campaña, el ahora gobernador se comprometió a desarrollar trece parques urbanos en el estado, los cuales ocuparían una superficie de 599 hectáreas distribuidas estratégicamente, con lo cual, se decía, se lograría alcanzar la superficie recomendada por la Organización Mundial de la Salud de once metros cuadrados por habitante de áreas verdes, pues actualmente en Aguascalientes contamos únicamente con cuatro (La Jornada Aguascalientes 21-04-2016). Además, se comprometió a plantar “especies endémicas como los mezquites, el huizache y el fresno y otras que han sugerido expertos en el tema de la ecología, privilegiando la calidad y la conservación” (ibíd.). Sin embargo, al día de hoy, la realidad es otra: los árboles se talan y tratan con desprecio al pensarse equivocadamente como obstáculos para la obra pública y el desarrollo inmobiliario.
En este contexto, los árboles suelen no formar parte de la noción de lo que muchos entienden como ciudad, es decir, se piensa que la urbanización no es compatible con la arborización. Incluso las actividades humanas acaban cada año con 15 mil millones de árboles, de manera que el número de árboles del planeta se ha reducido en 46 por ciento (El País 30-05-2018). Sin embargo, la realidad es que la flora urbana aporta un inmenso valor para quienes vivimos en las ciudades, y su papel en la creación de entornos urbanos de mayor calidad debería ser entendido, reconocido y respetado. Veamos.
Los árboles generan múltiples beneficios para las ciudades. Por ejemplo, actúan como filtro de contaminantes y partículas finas; liberan oxígeno y absorben el dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global -un árbol grande puede absorber hasta 150 kilos de dióxido de carbono al año (ibíd.). Además, reducen la escorrentía -el agua de lluvia que circula sobre la superficie del suelo- al almacenar grandes volúmenes de este recurso hídrico. Por ello, se estima que la flora urbana puede reducir el escurrimiento anual entre dos y siete por ciento en las ciudades, lo cual puede reducir la probabilidad de inundaciones en la vía pública y disminuir la contaminación de los ríos (Arbor Day Foundation 2010).
Además, los árboles urbanos cumplen un papel fundamental en la regulación térmica de las ciudades, reduciendo el fenómeno de “islas urbanas de calor”. Las islas urbanas de calor ocurren cuando en las ciudades se reemplaza la cobertura natural del suelo con pavimento, asfalto, concreto u otras superficies que absorben y retienen el calor. En este sentido, las islas urbanas de calor se producen porque este tipo de superficies acumulan el calor durante el día para posteriormente liberarlo durante la noche; sin embargo, si las temperaturas mínimas son mucho más cálidas por la noche sin realmente lograr enfriar, las ciudades tienden a mantener temperaturas más elevadas, lo cual puede tener implicaciones en la salud, entre otras (The Guardian 21-03-2017). Por ello, las zonas urbanizadas pueden permanecer entre tres y cuatro centígrados más calientes que las zonas periféricas con mayores superficies de suelo natural (The Guardian 20-02-2017).
Una de las soluciones más simples para reducir el efecto de isla urbana de calor es generar más sombra a través de los árboles, especialmente a partir de la selección adecuada de especies y la localización estratégica de las mismas. Por ejemplo, los árboles suelen ser más útiles para reducir el calor cuando se ubican alrededor de los edificios o cuando generan sombra en vialidades y estacionamientos -lo contrario a lo que sucede en Aguascalientes, en donde aceleradamente se reemplaza la vegetación por asfalto, concreto o pavimento.
Según diversos estudios de ciudades estadounidenses (US Environmental Protection Agency 05-06-2018), los árboles reducen la temperatura del aire a través de la sombra y la evapotranspiración. Por ejemplo, las superficies sombreadas pueden presentar temperaturas entre 11 y 25 centígrados más frías que las temperaturas máximas de las superficies sin sombra. Asimismo, la evapotranspiración puede ayudar a reducir las temperaturas máximas de una ciudad entre uno y cinco centígrados. Igualmente, otros estudios (Doick y Hutchings 2013) sugieren que la flora urbana puede reducir la temperatura del aire entre dos y ocho centígrados, con lo cual no sólo puede disminuir el consumo energético tanto en verano como en invierno sino también las consecuencias en la salud relacionadas con el calor.
Por último, los impactos del cambio climático, sean mayores precipitaciones, temperaturas más elevadas u otros, pueden no ser un asunto exclusivo de Aguascalientes. Sin embargo, es en el ámbito local donde pueden lograrse acciones para reducir sus consecuencias. Por lo tanto, si no se promoverá la reforestación urbana en Aguascalientes, esperemos que por lo menos se respeten y conserven los árboles existentes. Al final, el futuro sostenible de las ciudades está precisamente en entender la relación e intersección de la urbanización y la infraestructura con el medio ambiente.
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