- No escribo cuando tengo una certeza, escribo cuando quiero plantear bien una pregunta, esa es la primera definición para mí de la literatura
- Hay una búsqueda de diálogo con el lector, pero el primer lector es uno mismo, si uno es genuino, es honesto consigo mismo, va a encontrar al otro con ese respeto y ese diálogo al tú por tú con otra conciencia
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Vertebral tiene que ver con la idea de hueso, de centro, finalmente si lo vemos como un cuerpo, ¿qué son las vértebras? Son lo que nos sostienen, el eje, es la columna que nos sostiene, es lo que está dentro, en el centro y nos mantiene, cada vértebra es la parte más central y más dura del cuerpo para sostenerlo. Vertebral para mí es lo que me vertebra en la literatura, estas son mis vértebras literarias, mis últimas médulas de sentido, señala Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965) sobre su libro más reciente, publicado por la editorial Almadía.
En el prólogo a esta edición, el ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en el 2000 por Los hábitos de la ceniza amplía las características de esta apuesta: “Utopía de una literatura discreta, lo aquí escrito sólo persigue la medida vertebral de la atención que la inteligencia pone en el enigma que, furtivo, el mundo regala en un reojo. Si he de ser sincero, más que aforismos me gustaría llamar a esto breverías. Una brevería sería un filón de verdad tangencial, elegantemente breve y, en lo posible, también ameno.”
Lo primero que tiene Vertebral es que es un cruce de géneros, no sé cómo definir cuál es el género de Vertebral, algunos dicen que son microensayos, aforismos, que quizá sería el más cercano, pero el aforismo tiene un sentido de sentencia, máxima, hay algo como epigramático en un aforismo y aquí yo quería hacer algo un poquito menos sentencioso. Obviamente hay una veta poética, hay una veta de narrativa que nunca he abandonado, me fascina hablar de algo, contar algo, en teoría mucho de ensayo, de reflexión, de idea ensayística, pero hay incluso diálogos, intertextualidades con algunas citas, es una literatura discreta; es un libro que vengo escribiendo desde hace más de 20 años, lo que pasa es que yo siempre, por costumbre, siempre llevo cuadernos, desde los años 90, donde apunto alguna idea, eso que está uno pensando y llega una frase que sintetiza lo que ha estado rondando la cabeza, esos cuadernos se fueron guardando y de pronto los revisaba, con el paso de los años se fueron haciendo cientos, lo escrito ahí, ninguno de esos textos ocupa más de una página, todo es una idea, incluso hasta un juego con el lenguaje pero que tiene que cerrarse sobre sí mismo, esa forma, que insisto, no sé cómo llamarla, yo las llamo breverías, fueron creciendo hasta que llegó un momento, te estoy hablando de hace siete u ocho años, en que decidí ponerles un orden, porque es muchísimo y cómo los puedo ordenar, lo que entendí es que orbitaban con base en ciertos temas, por un lado el arte y la literatura, el animal que somos, la clase de animal que somos, otro que era un diálogo o preocupaciones filosóficas, teológicas, metafísicas; otra, reflexiones sobre la naturaleza, la zoología, la botánica; la sociedad, la política… le fui dando a cada tema un capítulo, y me di cuenta que tenía un libro, de qué género era, ese es mi problema.
Vertebral está ordenado en siete apartados: Mañas, destrezas y estrategias o De la naturaleza y sus zoologías; Planos del planeta o De la sociedad y sus ciudades; Publicidad o De la condición humana; Orfandad o Del amor y los afectos; Trama del estremecimiento o Del arte y la literatura; Espejismo o De los estados alterados; y Diálogo con alguien en un sueño o De la divinidad, el tiempo y la conciencia. Jorge Fernández Granados ha publicado los libros de poesía La música de las esferas, El arcángel ebrio, Resurrección (Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, 1995), El cristal, Los hábitos de la ceniza y Principio de incertidumbre (Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer, 2008), así como el volumen de cuentos El cartógrafo y el volumen de ensayos El fuego que camina, gran parte de su obra se encuentra bajo el sello editorial Era; en 2012, Almadía publicó su antología personal de poemas Si en otro mundo todavía, libro con el que inició su colaboración con esta editorial, el poeta refiere así la historia de este volumen:
Afortunadamente tengo un brillante y vital editor amigo mío que le encantan las apuestas riesgosas, quien se comunica muy bien con el público joven, que es Guillermo Quijas, el editor de Almadía, se lo propuse, se lo di y le encantó, además él ya había publicado varios libros de aforismos, así, entre sus lecturas y comentarios y mi trabajo de relectura y corrección se armó este libro, ¿Qué es? Es un libro de una literatura discreta, que va a depender, sobre todo, de lo que los demás vayan encontrando, eso sí, yo apuesto por la brevedad como la primicia de esta literatura. Debo decir que los mejores editores son lectores inteligentes ante todo, creo que el editor no es solamente alguien que hace libros, el mejor editor para mí es un lector inteligente, y he tenido la suerte de encontrarme a unos cuantos lectores inteligentes que son lectores. Desde Joaquín Díez Canedo, fue el primero que leyó mis cuentos, cuando estaba en Joaquín Mortiz, y me dijo: me encantan, los quiero publicar, pero no sé cuándo, porque no tengo presupuesto, en ese momento Joaquín Mortiz se estaba vendiendo, tuve mala suerte. Luego Marcelo Uribe en Era, que siempre ha sido alguien que sabe cuando hay un buen libro de poesía o no, es alguien que te puede decir que no, es duro, y últimamente con Guillermo Quijas, que he encontrado alguien que lee literatura, que tiene un gran olfato y, sobre todo, ya es otra generación que ve desde otra perspectiva la literatura; entonces, sí me gusta el diálogo, confío en la mirada de un buen editor, y sobre todo porque uno como autor a veces tiene dudas sobre si ya está listo el libro, la certeza del editor es como el primer lector que dice Esto va, esto funciona, de que esto puede funcionar y le va a llegar a cierta gente, además aquí la apuesta, en Vertebral, es la de llegar a un público mucho más joven, porque hemos visto mucho que la gente cada vez más busca la brevedad, la rapidez, y este libro no es que haya nacido con esta razón, pero se adapta a esos códigos, a esta forma de leer de un público más joven.
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Edilberto Aldán (EA): A lo largo de Vertebral hay un ansia de diálogo con el lectores, ¿qué conversación tienes pendiente?
Jorge Fernández Granados (JFG): Yo no escribo cuando tengo una certeza, escribo cuando quiero plantear bien una pregunta, esa es la primera definición para mí de la literatura, el que escribe no es el que ya entendió o el que ya sabe algo, sino el que mejor puede plantear la interrogación para compartirla. Tiendo como a esta especie de síntesis, a esta especie de buscar la definición, cerrar una idea, la escritura por goteo se me da más que la escritura expansiva, si me dejan ante una página tiendo más a irle quitando que a irle poniendo. Tiendo más a trabajar con la goma de borrar que con la punta del lápiz. Para mí sí hay una búsqueda de diálogo con el lector, pero el primer lector es uno mismo, si uno es genuino, es honesto consigo mismo, va a encontrar al otro con ese respeto y ese diálogo al tú por tú con otra conciencia, lo primero que hay que hacer es jamás subestimar la conciencia del otro, así como uno debe hablar consigo mismo honestamente, toca al otro por esa misma fuerza, por esa honestidad, esa es una apuesta que yo he querido tener.
EA: Hay partes de Vertebral que son desoladoras, hay una escritura que gana por contundencia.
JFG: Me temo que ese es un defecto del autor, soy un espíritu melancólico, lo he querido matizar, pero tiendo a la melancolía, tiendo a esta cuestión como escéptica, cuando más soy yo mismo no soy una persona que se crea mucho las cosas, tiendo a descreer de las cosas.
EA: ¿Por qué crees que la sinceridad lleva a estos escenarios de desolación?
JFG: Mira, decía Mallarmé: He leído todos los libros y la carne es triste y la conciencia está sola, es esta idea de que el conocimiento sí lleva a cierta soledad, y a cierto escepticismo, creo que esa es una característica. Una canción de José Alfredo Jiménez o un poema de Jaime Sabines no nos hablan necesariamente de algo feliz, en el caso de las canciones abordan algo trágico, rupturas, pero ¿por qué nos llena como de algo que queríamos decir, pero no sabíamos cómo? Yo creo que cuando uno encuentra la forma de expresar algo, que puede ser dolor, alegría, melancolía, hay una especie de regocijo íntimo de haber dado con la posibilidad de expresarlo, a eso es a lo que yo sí le apuesto, no es que yo vaya a darle alegría a alguien, pero por lo menos estoy buscando una forma de representar bien ciertos estados de la conciencia, y darle una forma certera, clara, útil para decirlo, y eso creo que es una buena herramienta, es una función.
En Vertebral me cuido mucho de no usar el término aforismo, porque el término aforismo implica una autoridad, una sentencia, una sabiduría superior que desciende para decir, y no, yo parto de un plano de igualdad, no es de arriba para abajo mi discurso, es un discurso horizontal donde digo: creo que esto es así, o si lo vemos de esta manera qué sucede. Yo pretendo eludir, aunque no siempre lo consigo, la sentencia, en todo caso intento hacer amable la interrogación, ver el revés de algo para darse cuenta que las cosas son relativas.