En la más reciente reunión entre el Presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa y el Presidente Electo Enrique Peña Nieto el tema central de la misma fue la política exterior mexicana, y en verdad que si en los últimos 12 años, siempre existió una grave preocupación entre los especialistas en la materia, derivada de la falta de una planeación estratégica de quienes debieron darle rumbo en los gobiernos federales de la alternancia panista, después de observar las imágenes que de dicha reunión se difundieron en los medios masivos de comunicación, en especial en la televisión, termina uno por entender por qué nunca le encontraron la cuadratura al círculo en los asuntos de la diplomacia.
La escena a la que me refiero bien podría ser tomada como una muestra del carácter aldeano que siempre ha cundido en los gobiernos del cambio, y es que ver a Calderón escribiendo en un papel algunas líneas ante la mirada siempre atenta de Peña Nieto, me hizo recordar a mis compañeros de la universidad, cuando diseñábamos algún esquema de geopolítica en una cartulina (ya que aún no teníamos computadoras) pero siempre entendiendo que eso fue hace más de 25 años, y no ahora que lo que al menos podríamos esperar es que en una reunión de ese nivel, en la que además ambos presidentes (en funciones y electo) estaban acompañados por sus equipos expertos en la materia, encabezados los de Calderón por Patricia Espinosa y los de Peña Nieto por Emilio Lozoya, se estuvieran revisando la estrategias que se aplicaron en política exterior en el mandato del michoacano, al menos en una presentación moderna en computadora, y en una evaluación profesional y autocrítica, se expusiera qué funcionó y qué falló en las mismas; y por el lado del mexiquense, se aplicará una batería extensa de preguntas, que estuviera soportada por una evaluación profesional que pudiera ubicar en dónde es que se encuentra nuestro país en el concierto de naciones.
Si la ruta por la que ha transitado nuestra diplomacia en los últimos seis años es posible de ser ubicada en una hoja de papel y a mano, es muy claro entender el porqué de nuestro extravío diplomático, el cual nos ha llevado a que ya ni siquiera tengamos la mínima ascendencia regional que antaño tuvimos en Centro y Sudamérica, y porque increíblemente en los foros regionales, no tenemos la misma presencia, amén de que ya existe al menos un país que nos ha rebasado en presencia y esencia en las arenas diplomáticas: el Brasil.
No cabe duda que el reto de Peña Nieto por reinstalar un rumbo en materia diplomática será una tarea de titanes que requerirá una verdadera epopeya de quienes estarán encargados de la Cancillería y en la construcción de la política internacional por los próximos seis años, habrá que empezar por ubicar la posición geoestratégica de nuestro país, para de ahí partir hacia la exhausta revisión de dónde estamos en cada uno de los foros multinacionales en los que participamos, y ordenar la prioridades de la diplomacia mexicana sobre criterios asequibles, y no pretendiendo falsos protagonismos ni asumiendo ausencias que se pretenden imperceptibles.
El mundo de nuestros días no es el mundo de inicios de siglo, la globalización ya es un elemento cotidiano y omnipresente, por ello, es importante que los constructores de lo que será la política exterior del gobierno encabezado por Peña Nieto, partan de esquemas novedosos, pero que retomen los principios de política exterior que México obsequió al mundo en el siglo pasado, desde la óptica de que la diplomacia debe partir de una fundamentación filosófico-ideológica, que le permita generar un espacio de participación que se establezca en función de prioridades nacionales que indique una condición análoga entre lo que se hace en el interior del país y en el exterior del mismo. Y no como lo que sucedió en México por mucho tiempo, en que siguiendo a la sabiduría popular, nuestros gobiernos de la segunda parte del siglo pasado “eran candil de la calle, obscuridad de su casa”.
Mucho pero en realidad mucho es lo que habrá que hacer para volver a insertar a nuestro país en el espectro político internacional, se tendrá que resolver cuál será la dinámica a seguir, los tiempos de reaparición, los esquemas de participación y sobre todo, definir el lugar en dónde se quiere estar en la extensa comunidad internacional.
Habrá que revisar la cantidad impresionante de acuerdo y tratados de libre comercio, para saber si sólo son meros protocolos, y si tienen la característica de viabilidad debidamente sustentada; tendrán que revisarse las prioridades y desecharse los esquemas que existen sin soporte real de productividad diplomática, y de manera acuciosa definir dónde sí podemos caminar y dónde seguiremos empantanados.
De los criterios que se han pronunciado en el sentido de que el BRIC debiera ser el BRICM, hasta los criterios que señalan una participación exterior nula, existe mucho trecho; entonces es momento de acortar las distancias y saber ubicar un punto medio que nos dé certeza, y nos permita explorar el lugar idóneo de nuestra nación en el contexto mundial, de ahí se puede derivar mucho a nuestro favor, pero si nos volvemos a equivocar o nos volvemos a extraviar, será imposible que en algún momento retomemos la diplomacia mexicana, algo que todos debiéramos ponderar.