Hace un par de días comentaba con un Cliente sobre las diferencias sociales que caracterizan nuestro continente. Pareciera, a nivel mundial, que las naciones más desarrolladas se ubican la parte septentrional del Globo Terráqueo: Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Suiza, Suecia, Alemania, China, Rusia, etc. Y el espectro en nuestro continente refleja, algo semejante a este patrón, esto es, Canadá y Estados Unidos al Norte con economías de grande bonanza; después México que, pese a ser un país en desarrollo la vida no está tan mal; pero a continuación se encuentra Centroamérica, cuyos países no la han tenido todas consigo, lo mismo que Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, que si bien sus sociedades no están tan empobrecidas como en Centroamérica, tampoco están al nivel emergente de un Brasil. Y es aquí cuando abordamos el tema de la “Latinoamérica”, de la que se supone somos integrantes los mexicanos. Al menos en idea y en política, porque en realidad no tenemos lazos de hermandad con el resto de América. Ni con los del Norte que nos ven con desprecio, ni con los del Sur que nos ven con cierta envidia y medido recelo.
Quizás los países más empáticos para los mexicanos sean el Perú, Cuba y Chile. Tal vez, porque los peruanos comparten una parecida historia a la de México. Me refiero a que el Imperio Inca sufrió la destrucción en semejantes términos que el imperio Azteca a manos de los españoles; y en cuanto a la empatía con los chilenos, creo que se deriva del hecho de que mientras la sociedad chilena está básicamente fincada en un matriarcado, y la mexicana con su visión patriarcal arraigada, encuentran puntos de contacto y de complemento. Cosa que no tenemos con los demás países centroamericanos ni con el resto de los sudamericanos.
La relación con Belice y Guatemala, pese a que compartimos frontera, es prácticamente nula. Sí, compartimos problemas de seguridad como los “maras salva trucha”, las guerrillas, los grupos de narcotraficantes, pero no compartimos identidad. Ni siquiera por el hecho de que Guatemala, lo mismo que México, posee una grande historia prehispánica de la cultura Maya con sitios arqueológicos tan impresionantes como Tikal. Con Belice la distancia es aún mayor por haber sido colonia Inglesa durante muchos años. No hay terreno común con nuestros vecinos del sur para identificarnos plenamente y crear un lazo que vaya más allá del político o el de la amabilidad.
Con El Salvador, Costa Rica, Panamá, Honduras y Nicaragua nos sucede lo mismo. Comerciamos, compartimos problemas de inseguridad y crimen organizado, pero no nos une, a ninguno de estos países, un verdadero vínculo de afecto, no tenemos puntos de comunión lo suficientemente fuertes para llamarles, de corazón, países hermanos. La República Dominicana y Haití, junto con Jamaica son todavía más lejanos a nosotros, tanto en cultura como en intereses sociales. Los cubanos, quienes parecen llevarse bien con los mexicanos, sean quizá los más empáticos y el pueblo que más cerca está de nuestra cultura, tanto por la cercanía de la isla como por la influencia cultural que de México ha recibido la isla durante muchos años, amén de que ha habido históricamente una ayuda Estatal solidaria para Cuba como una parte de la política exterior mexicana desde tiempos de Díaz Ordaz. Además el carácter de la sociedad cubana, si se me vale la generalización, es buena comparsa para la sociedad mexicana, pues el exceso y la alegría cubana complementan muy bien con nuestro lado sombrío y machista. Sin duda, si a alguna nación podríamos llamarle una nación “hermana” sería a la cubana. Los colombianos y los venezolanos, a pesar de ser muy parecidos a nosotros, en costumbres, historia, y desarrollo, no nos compelen a más y para nosotros es difícil llegar a ser aceptados en esas culturas, mezclarnos o amalgamarnos. Ni siquiera porque a Hugo Chávez le guste cantar las Rancheras.
En fin, de los brasileños y argentinos ni hablar, sus culturas, modos y formas son muy distantes de las nuestras.
De Bolivia, de Paraguay y de Uruguay, conocemos menos que de Chetumal, y si a eso aumentamos la distancia geográfica que tan grande entre nuestros países, el resultado es que más mexicanos viajan a España que a Sudamérica, considerando que el costo del boleto de avión es casi lo mismo para el viejo continente que para la parte Sur de América. A veces oigo hablar a un dominicano con algún costarricense, o con algún nicaragüense, y de verdad parecer tener tierra común entre ellos.
Me parece que los mexicanos no hermanamos con los demás latinoamericanos porque en nuestra cultura subyace la grande división herencia de los españoles, la poco homogeneidad que reina dentro de nuestro país que es un mosaico de culturas unidas por el Estado pero con muy poco terreno cultural en común. Somos mexicanos pero no todos los mexicanos somos iguales. Un norteño de Monterrey no es igual o semejante a un chiapaneco de Tuxtla Gutiérrez, ni un defeño es semejante a un yucateco, ni un veracruzano a un saltillense. Es, por toda lógica claro que, si entre nosotros no sentimos la comunión y la empatía para hermanarnos como nación, tampoco está en nuestra cultura la capacidad de abrazar a los latinoamericanos como a “hermanos”, como a “pueblo hermano” o con algún otro tono político que usan nuestros gobernantes para tratar de manifestar nuestra empatía… o de disfrazar nuestra carencia de empatía para las demás naciones. n