Sabía que no estarían ahí para siempre. Debí haber organizado mejor mi agenda, esas horas muertas entre compromisos o esas horas de ocio en el sillón viendo el televisor. Las fotos inundaron la línea de tiempo las primeras semanas pero la idea de un lejano mayo atenuaron la urgencia.
En medio de la fría y calmada noche del pasado jueves, el brazo de una grúa fue levantando una a una las esculturas para acomodarlas sobre la plataforma de un tráiler. Fue cautivante ver reunidas todas las fantasías de Leonora en esa placa de metal del camión, metro y medio sobre la placa de concreto de la plaza.
Solo dos personas entendimos que aquella era una despedida y observamos la coreografía de los operadores manipulando las esculturas suspendidas en el aire, viendo por última vez cada detalle, cada forma, envueltos en esa realidad alterna de 14 seres fantásticos. Un tercero, cuya realidad parecía ya extraviada, intentaba ayudar a cargar las esculturas, siguiendo los pasos de los operadores y recogiendo la cinta de precaución del piso.
Los camiones empezaron la partida perdiéndose entre las calles del centro con los sueños de Leonora a cuestas, aquellas esculturas viajeras.
Qué bueno que se las llevaron, por fin a salvo de las figuras simiescas que treparon a ellas para sacarse fotos, esperemos que les depare un público mas educado que sepa respetar y disfrutar la obra de Leonora.
Muy bonita nota, muy sentida opinión.