Este pasado fin de semana tuve una amena conversación con una profesora de Educación Especial de CDMX, quien hace unos cuantos días participó en la ciudad de Managua, Nicaragua en evento de gran trascendencia. La Unicef (United Nations Children’s Fund) realizó una taller con representantes de los medios de comunicación de todos los niveles. El objetivo era sensibilizarlos para que modificaran la manera de dar las noticias en casos de abuso sexual a niños y también en otros tipos de maltrato infantil. En vez de darles reglas, normas o fundamentos legales, hicieron un ejercicio conducido por psicólogas, de modo que sintieran en carne propia el efecto de una noticia en la población en general, en la familia de la víctima y en sobre todo en el niño afectado. El resultado fue impactante. Los periodistas se dieron cuenta de que en la gran mayoría de las ocasiones además de dar la nota, hacían comentarios, externaban opiniones y hasta se atrevían a emitir suposiciones sin tener ninguna base. Desconocían por completo el efecto que tales noticias causan en las criaturas afectadas, en sus familias, en el vecindario, en el entorno y entre sus compañeros de la escuela. Muchos de los comunicadores reconocieron en sus propias historias infantiles algunas experiencias similares a las que narran en sus notas y la manera como les entristecía o irritaba el hacer tales escritos. Esta involucración emocional impedía que la redacción fuese limpia, ya que estaba influenciada por el rencor, el deseo de venganza o la intención de dañar al criminal, o sea que se dañaba la imparcialidad. El taller de Psicoterapia para Periodistas no se llamó así, porque los expertos de Unicef temieron que los invitados no asistieran, así que le nombraron “Periodistas Amigos de la Niñez” y así asistieron todos. El resultado fue tan impactante que ya están planeando otros para que se cambie el estilo y el lenguaje de dar todo tipo de nota sobre delincuencia, tales como robo, asesinatos y suicidios. La organización de Naciones Unidas planea extender estos talleres a todo Centroamérica, para comenzar y posteriormente efectuarlos en países más grandes como México, Argentina, Colombia y otros. La idea suena excelente, aunque no tendríamos que esperar a que viniera la Unicef a mover nuestras conciencias. ¿No sería posible que teniendo tantas universidades que imparten las licenciaturas de comunicación y de psicología comenzáramos a hacer tales encuentros aquí en nuestro estado, con nuestros propios recursos? Se han realizado ya incontables intentos por modificar el lenguaje de los comunicadores en la nota roja y en los programas de espectáculos, con nulos resultados. El lenguaje vulgar, soez y francamente obsceno, así como la falta de respeto a la identidad de las víctimas y sus familias siguen tan campantes con la tolerancia de quienes sean las autoridades encargadas de vigilar tal conducta. Pero sobre todo con la complacencia e indiferencia de nosotros los radioescuchas, televidentes, internautas y lectores que aceptamos y hasta repetimos tal lenguaje. Managua y Unicef han puesto la muestra ¿Qué les parece si ahora lo hacemos nosotros?