La Historia Antigua de México escrita por el criollo jesuita Francisco Xavier Clavijero entre los años de 1780-1781 en su destierro en Italia fue la primera obra americana de protesta contra la soberbia europea que denigraba las riquezas humanas y materiales de estas tierras. Incluye discursos que fueron base para las primeras valoraciones de la nación como mexicana: historia, geografía, geología, climatología, botánica, zoología, antropología, etnografía, teología, leyes, sociología, educación, economía, artes, literatura, arquitectura, lingüística, medicina, salud, etc. Considerada como la “enciclopedia mexicana del siglo XVIII”, en esta magna obra Clavijero destaca como uno de los aspectos más relevantes el hecho de que la única diferencia real que existe entre los europeos y los americanos es el acceso a la educación. En base a ello, dice, se está en la imperiosa necesidad de propagarla entre la población dado que la ignorancia es la fuente de todo mal. El obstáculo que frena el desarrollo no es natural sino social: no es la imbecilidad, sino la miseria.
Aun cuando sus textos no ocultan que su objetivo es la defensa de los “americanos propios”, o sea de los indios, éstos nunca llegan a conocer su obra pues no saben leer. Es en el espíritu y en la mentalidad de la clase criolla que logran efecto sus palabras. Y es que aun cuando el jesuita no habla directamente de la emancipación de la colonia, sí se advierte en sus ideas un espíritu liberador al pedir para los indígenas una educación que evidentemente no puede darse sin una previa emancipación. Estando sujetos al dominio colonial y fungiendo como principal sostén de la economía española e incluso de la europea, los indios no podrían tener acceso nunca a mejores condiciones de vida y, por ende, a una educación.
En este punto radica la mayor importancia de su pensamiento ilustrado. Muerto antes de la Revolución francesa, Clavijero plantea la reflexión de que el europeo no es el centro del universo: existen otras culturas y otros grupos humanos importantes y distintos a los paradigmas occidentales tradicionales. Así, su obra se yergue como una declaración de independencia intelectual, una independencia racional donde el colonizado deja de sentirse inferior y se convierte en un digno sujeto –no objeto– de la historia. Con ello, el denominado mexicano llega a reconocer que su pasado no es de vergüenza sino de dignidad y reivindica su propia valía al comprender que no necesita del colonizador para existir; derrumba la idea de que al quedar solo quedaría desamparado y asume su propia fortaleza al reconocer con seguridad y confianza el valor de su ser.
De allí se desprende la magnitud y la importancia de la educación reflexiva y de lo que ésta provoca en el ser humano: un sentido de conciencia. El ser consciente es un ser que entiende, que se da cuenta, que comprende más allá, que no se conforma con lo que le es dicho, que indaga, que se pregunta, que objeta, que analiza, que propone, que dialoga, que investiga y que comprueba, que no se conforma, que no acepta servilmente, que reconoce el valor intrínseco en todos los seres, que critica y que defiende, que lucha y que sueña.
Pero no podemos cerrar los ojos y decir que la educación no ha servido –y sigue sirviendo– a los intereses de quienes tienen fácil acceso y poder sobre de ella, es decir, de las élites y gobiernos. Estos individuos y grupos reconocen en la educación un arma de doble filo: saben que con ella “las masas” pueden ser críticas y exigir derechos y bienestar social, pueden estar atentas a las prácticas corruptas e inmundas de los gobiernos y denunciarlas, pueden demandar mejoras, reclamar justicias, requerir soluciones, pedir respuestas. Por eso, “tanta” educación, no conviene. Para mantener cualquier régimen de dominación, es necesario adoctrinar a la gente en las prácticas convenientes al sistema y así amansar –o ¿“amensar”?– a las masas.
De este modo, en el México actual se ha dicho que la escuela es una institución legítima o, en otras palabras, que la sociedad cree que favorece sus intereses y satisface sus necesidades al brindar oportunidades de crecimiento económico para todos por igual. Esto no parece ser verdad. Harry Kelly expresó en 1925 que: “… el sistema de la escuela comunal es un poderoso instrumento para la perpetuación del actual orden social… El niño… es adiestrado para que se someta a la autoridad, para que haga la voluntad de otros como cosa natural, con la consiguiente formación de hábitos mentales que en la vida adulta redundan en ventajas para la clase gobernante”. Por esta razón, es importante reflexionar en su justa medida sobre lo que representa hoy en día el sistema educativo mexicano. O, ¿estamos tan bien “educados” para creer que la escuela en México es efectiva, justa, creativa e inspiradora, y que efectivamente aleja a la niñez de la ignorancia y está libre de intereses corporativistas?