- Entrevista con María Isabel Cabrera Manuel
- Seamos capaces de reinventarnos en un mundo que no nos quiere contentas, satisfechas, plenas, saludables, esas son labores de resistencia que hay que llevar a cabo también
La Jornada Aguascalientes presenta una serie de entrevistas a mujeres que hacen feminismo diario, donde hablan de sus posturas teóricas y prácticas, su quehacer, así como sus expectativas
Yo como muchas otras feministas me asumí como tal hasta hace poco tiempo, aunque desde antes me di cuenta que todo su planteamiento era compatible con el rollo teórico que vengo trabajando desde tiempo atrás. Poco a poco he combinado esa teoría con los términos prácticos, como en la difusión de la copa menstrual y otros temas de la salud de la mujer, el cuerpo. Di con un grupo de ecofeministas, del que ahora soy parte, que se llama Eco Red Feminista La Lechuza Buza, mujeres que están repartidas por toda la geografía del país, CDMX, Guanajuato, Chiapas, Oaxaca. Ellas me han enseñado mucho en términos reales en economía, trabajamos con esquemas de economía feminista solidaria, grupos de acompañamiento, de autocuidado, de cuidado del planeta. La Red se asume ecofeminista, aunque me parece que la mayor parte de nosotras no tiene posturas esencialistas. En mi postura, creo que el ecofeminismo tiene muchas cosas a favor, de entrada, asumir que somos parte de un entorno y que lo constituimos y lo reconstituimos también en función de nuestras actividades, pero no soy tan esencialista, al menos no como en el primer ecofeminismo, no creo que haya una naturaleza genérica; para mí todo el tema de la sexualidad y el género es cultural. Me parece que las prácticas patriarcales de la cultura no solamente nos oprimen a nosotras, sino a todo el medio ambiente, aparte que nos estamos perdiendo una experiencia muy importante de aprendizaje fundamental, no como eso de que las mujeres somos las que más en contacto estamos con la naturaleza, sí sucede en muchos entornos, no demerito algunas posturas que vinculan lo femenino con la naturaleza, que lo dotan de un contenido de bondad innato, pero esa es una parte del esencialismo con la que no puedo, aunque sí, culturalmente a la mujer se le ha asociado más a la labor de cuidado de la naturaleza, de la familia, de los enfermos.
A mí me encanta el trabajo con la copa menstrual porque es emancipadora en todos los sentidos. De entrada, significa el reconocimiento de la corporalidad, de dar la oportunidad a que otras se reconozcan, hablar sin tabúes, con comprensión, salir de esquemas de contaminación del cuerpo, sobre todo nos permite reconciliarnos con nuestros procesos. Sé que hay cambios que implican una ruptura de paradigmas importantes. Sin embargo, ha sido un verdadero problema porque los intereses de las transnacionales han estado bloqueando los constantes esfuerzos de llevarle a otras mujeres otra forma de manejar su menstruación, el traer las copas menstruales no resulta fácil con estas trabas, porque la Cofepris [Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios] no las ha avalado respondiendo a estos intereses, sé que luego esto es una práctica anárquica, sé que es un riesgo, pero me parece que es fundamental. Yo me dedico a cuestiones teóricas, sé que no cambia nada en términos de transformación social, tampoco es que tenga esas pretensiones, sé lo que se puede o no con mis intereses, pero esta parte de trabajo tiene incidencias significativas de lo real, lo concreto y lo inmediato. Hay mujeres que ni de mayores conocen sus procesos menstruales, no solo en la última parte de sus procesos menstruales sino menopáusicas que nunca se han tocado, no saben de verdad cuantos orificios tenemos, cosa que nosotras, amparadas en la superioridad, podríamos juzgar de forma maniquea, pero es que hay veces que no hay ningún tipo de formación real al que podamos acudir para conocernos. Esa es una de las labores que puedo hacer para con mi entorno inmediato. Hay mujeres para todo, sé que hay tareas más fundamentales que otras, los acompañamientos en aborto o en situaciones de violencia, hay cosas que son verdaderamente urgentes, y que hay mujeres que hacen un trabajo loable y valiente, responsable y profesional. No demerito lo que hago, pongo mi granito de arena en algo que hago por gusto; la rabia organizada, la indignación es potente, pero lo que nos mantiene al final del día es el deseo, eso es lo que restituye mis fuerzas, y en términos de gusto la cuestión del cuerpo es un tema que me apasiona, en lo teórico y en lo práctico, no creo que praxis y teoría estén separados como tampoco creo que mente y cuerpo sean dos cosas distintas.
Todo es ideología
El feminismo con el que me siento más identificada es el que tiene que ver con ideas que van más allá de las identidades sexo-genéricas. Toda la idea de la performatividad es con la que yo considero que debemos trabajar y que a fin de cuentas será la que nos sacará de estos binarismos que tanto daño nos han hecho, aunque por el momento la lucha feminista debe tener acento binario, eso debe seguir mientras haya desigualdad, sin embargo, tenemos que ver a dónde vamos a ir, como panorama crítico eso me parece fundamental. Todo es ideología, en términos de ideología los feminismos tienen más que un fin o un estado idóneo al que vayamos a llegar, es una propuesta de una sociedad distinta, de formas de vida diferentes que solamente podemos imaginar, no en el sentido de que no podamos llegar, sino que somos seres muy limitados.
Afortunadamente somos finitos, la historia nos va a demostrar lo mal que estuvimos en la mayor parte de nuestras posiciones, qué bueno, la vida es tan compleja que siempre nos sorprende con cosas mejores, entonces, yo estoy convencida que las feministas que vienen atrás de nosotras van a tener mayor claridad de cómo se obtiene una sociedad justa. El feminismo solo lo podríamos ver como una utopía si lo pensáramos siempre finalista, en términos teleológicos, y como no creo en absolutos evidentemente tampoco veo el feminismo como una teleología en el sentido de que haya un deber ser específico de una sociedad, no creo en el género o en el sexo como generalmente se concibe, sino como en una cuestión de construcción que nos constituye y vamos constituyendo a lo largo del tiempo a partir de nuestras prácticas, resistencias, en este sentido creo que no hay una teleología en el feminismo, un tipo de sociedad al que le estamos apostando todas nuestras canicas, lo que sí nos debe quedar claro es de dónde nos estamos alejando: de más de siete asesinadas por género diarias, de la brecha salarial, de que todavía en algunos lados hay venta de mujeres indígenas, que hay trata de personas, de la prostitución infantil, de las muertas de Juárez, de las mujeres violadas todos los días, de las mujeres acosadas en sus espacios laborales, eso es lo que no queremos, la lista no se acaba, es para sentarse a llorar y actuar, estas cosas nos duelen, las vivimos en carne propia, a pesar de todos nuestros privilegios, es algo que no dejo de cuestionarme, me digo, Isabel, tienes que ser consciente de tus privilegios, de todas las oportunidades que sí tuviste, pero también no puedo hacerme tonta y pensar que esos privilegios son los grandes privilegios, son derechos fundamentales que deberíamos tener todas. Estoy clara en que hay mujeres que tienen la vida en riesgo, pero como mujer todas lo tenemos. El feminismo se vuelve esa noción radical de que nosotras somos seres humanos, es muy radical en una sociedad como esta.
Hombres feministas
Pensar en hombres feministas es algo que ya no me corresponde dilucidar, creo que es una práctica que les toca a ellos, saber de nuevas masculinidades, aunque luego se vuelven Nachos Progres… creo que es difícil que un hombre, en el sentido más profundo, sea feminista, no porque no quieran ser aliados sino porque les falta la experiencia de ser mujer en el mundo, lo que quiera decir eso, porque yo sí creo que el feminismo debe abrazar lo trans y otras formas de consideración no binarias de la sexualidad y el género, una persona que atraviesa por esos procesos puede ser feminista, pasa por ese tipo de experiencias, de constituirse de manera performática, pero creo que no es el caso de las masculinidades, no es una normativa, puede o no ser, sino que ser feminista es aquella persona que performativamente asume su rol como cuerpo feminizado, femenino en el sentido más amplio de la palabra, creo que es necesario para ser feminista que un hombre asuma el rol, pero siempre habría que pensar desde dónde y con qué objetivo. Se ha vuelto muy sencillo nombrarse feminista como una forma muy perversa de dominación. Hay muy buenos aliados, aunque tienen mucho camino por andar, igual que nosotras, es difícil cuestionar el privilegio.
La neutralización del discurso es otra forma de violencia
A pesar de que somos una sociedad tan conservadora y doble moral, aquí hay feminismo, en los espacios menos tradicionales… la academia es uno de los espacios más machistas donde se encubre a los acosadores de forma tremenda, pero también en la academia está avalado, permitido, aunque sea para la cuota de género, que se hable de feminismo y darle espacio a las estudiantes y a las docentes, es decir, que yo vaya y diga cosas de feminismo pareciera no tan arriesgado, aunque en el fondo hay otra forma de violencia como es la neutralización del discurso, que es la demeritación de las posturas teóricas, pero bueno, ahí se pueden decir cosas con relativa libertad. Pero veo que hay gente haciendo cosas muy importantes y directamente incidiendo en unas cuestiones morales como por ejemplo la cuestión del aborto, asumiendo posturas bien interesantes y disidentes.
Primero hay que reconocer la diferencia entre feminismo o luchas sociales, porque en la diferencia es donde está el valor de las cosas, si queremos encontrar donde todos somos iguales, aparte de que es un discurso súper políticamente correcto, finalmente se vuelve reduccionista: te reconozco porque eres igual que yo, en esto, el ego y el reduccionismo por delante es terrible. En función de la diferencia debemos entendernos como seres finitos, que no podemos hacernos cargo de todo, y que tenemos que elegir nuestros gustos y nuestras batallas y reconocer los gustos y batallas de otros. Si dejamos de vernos de manera poco integral entonces esas batallas poco a poco se van a ver reflejadas en lo político, en lo público, en lo que ya debería estar bien inserto. No es una batalla que estemos librando solas, ni que empezó ayer, no estamos encontrando el hilo negro, no vamos a resolver lo que quisiéramos ver resuelto tan pronto, pero sí podemos ir tomando de la caja de herramientas de la realidad lo que sea necesario.
Paridad de género
En un inicio creía que la gente con méritos puede hacer muchas cosas. Me di cuenta que gente con mérito hay mucha en el mundo, pero condiciones para que el mérito florezca no, y que más allá de la corrupción de desigualdades económicas no es como si hubiera hombres más capaces y mujeres menos capaces o que puedan ser iguales, estamos hablando de un suelo parejo que no hay, de generaciones de hombres con oportunidades y mujeres sin, evidentemente se refleja en una supuesta sociedad igualitaria. Es bien complejo porque las cuotas de género son necesarias, pero creo que es una herramienta política, con un trasfondo del que no podemos prescindir como las relaciones de poder, género, ideología, todo pasa por tamiz del poder, y las estrategias de poder hasta en las cosas más planeadas las puede revertir, las vuelve parte de sus propios mecanismos, no podemos quitar el dedo del renglón de estas cuotas porque también está la parte de la representatividad. En la medida en que no nos veamos a nosotras en estos puestos de administración pública, social, cultural, no va a haber oportunidad de que otras mujeres sigan. Luego asumimos que son las mujeres en esos puestos las que están siendo movidas por hilos, pero los hombres también, así reforzamos esta idea de que somos las mujeres las manipulables, las que estamos ahí de manera ilegítima, no hay que perder el panorama general. Que no está dando resultado es claro, una gran parte de mujeres que están en esos lugares tienen perspectiva de género y es fundamental, pero sobre todo eso se ve reflejado en políticas públicas para acceder a mejores condiciones de salud, que por ejemplo no haya otras alternativas para el control de la natalidad, desde lo más chiquito a lo más grande debemos tener una perspectiva que nos haga justicia, a final del cuenta estamos hablando de vidas cuyo desarrollo estamos coartando de manera constante o que podemos ayudar a que florezca de la manera en que cada quien crea que es más apto. Sin perspectiva de género somos epistemológicamente incapaces de entender una muerte, por ejemplo, como resultado de la violencia de género, la vas a atribuir a la violencia generalizada del país, a cualquier otra cosa, porque teóricamente no tienes las herramientas para reconocerla como tal. En términos de feminicidios hay todo un bagaje teórico que te da herramientas que hacen pasar a estas situaciones como algo natural, normalizado y que se puede leer en todos los sentidos menos en género. Feminicidio todavía es una palabra que no podemos dejar de expresar en la jurisprudencia, ahí es donde gran parte del asunto se traba, si no somos capaces de llevarlo hasta ahí, vamos a seguir peleando por si fue un crimen pasional o no. Y que de verdad no hay compromisos para trabajar en ello, las cuotas de género se convierten en simulacros en el peor sentido de la palabra, para darnos atole con el dedo, pero creo que hay gente que está dispuesta a hacer las preguntas pertinentes y las impertinentes y que tarde que temprano eso va a tener reflejo, no se trata de contentarnos con lo que tenemos, pero hay que reconocer lo que se hace.
El lenguaje crea mundos
El lenguaje crea mundos y por lo tanto hay palabras tabúes que nos cuesta tanto asumir en nuestras prácticas lingüísticas porque lo que hacen es desestabilizar el mundo de creencias al que estamos acostumbrados o que mantenemos ya sea por nuestros privilegios o el temor inicial a denominarse feministas, porque tememos que nos quiten la poca aprobación que como mujer tenemos en la vida. A mí me queda claro que no voy a ser artífice de mi propia opresión entre más sepa de estas cosas.
Luego es esta visión sexista que nos impide ver la importancia de nuestras corporalidades y asumir sus potencias, sus deseos, y actuar en consecuencia, las políticas prohibicionistas, que en términos del discurso tenemos que analizar qué es lo que podemos decir y qué no. Dice tanto lo que se dice como lo que no se dice, cuando no hablamos de ciertas cosas qué es lo que estamos posibilitados o incentivando, y lo vemos en la realidad con los embarazos adolescentes, lo que implican, finalmente esas mujeres, no quiero decir que no pueda tener posibilidades de desarrollo, pero sí que se le van a dificultar las cosas, por una cuestión práctica, una vida depende de ella, pero cuando decide llevar el embarazo a término una adolescente debería de tener las alternativas completas, gratuitas y seguras para decidir, o si decide conservar al bebé todavía se le van a poner más cosas en contra, por supuesto en lo económico hasta en la forma en que va a interactuar con la sociedad, con el estigma, que es de las cosas que más acaba el carácter y desarrollo de las mujeres, no son solo palabras, el lenguaje es el mundo.
El feminismo es vital en términos de que lucha porque no haya una más asesinada, violada, víctima de la violencia obstétrica, de discriminación, de acoso, pero también es vital porque se trata de la posibilidad de la recreación de la propia vida, es en muchos sentidos, en los más radicales, en los más poéticos y creativos es una lucha por la vida, tiene todos los matices posibles porque la vida oscila con toda su complejidad en muchas aristas, sin anular el potencial revolucionario de la rabia del coraje, de la indignación de la impotencia, también hay que restituir la alegría, del placer, del gozo, de esa capacidad de reinventarnos en un mundo que ni nos quiere contentas, ni satisfechas, ni plenas, ni saludables, esas son labores de resistencia que hay que llevar a cabo también.
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