Víctor Hugo Salazar Ortiz
Movimiento Ambiental de Aguascalientes A.C.
Thomas Robert Malthus (1766-1834) en su Ensayo sobre el principio de la población argumentó que existía una importante diferencia entre la producción de alimentos y el aumento exponencial de nuestra especie, por lo que sostenía que se debía poner freno al impulso natural de procrear y con ello reducir el inminente peligro en que se convertiría la sobrepoblación. Malthus predijo, basándose en sus cálculos que para finales del siglo XIX Inglaterra tendría una población de ciento doce millones de habitantes, pero que sólo contaría con recursos para alimentar a treinta y cinco millones, lo cual ocasionaría la muerte de setenta millones de ingleses. Esta predicción, sabemos ahora, nunca se cumplió; no obstante, esto no impidió que sus ideas de los efectos negativos de la sobrepoblación humana subsistieran y fueran retomados por Paul Ralph Ehrlich (1932), entomólogo de la Universidad de Stanford (USA), quien en 1968 se convirtió en uno de los científicos más conocidos con su obra La bomba poblacional (The Population Bomb), con la que puso de nuevo sobre la mesa de debate el controversial tema de la sobrepoblación humana. Erlich expuso en su libro las graves consecuencias que el crecimiento descontrolado traía consigo, pues éste produciría en el mediano plazo un impacto irreversible sobre el medio ambiente, ocasionando con ello el agotamiento de los recursos naturales y, como consecuencia de esto, la extensión del hambre en todo el planeta provocando caos y enfrentamientos armados. Erlich, al igual que Malthus, hablaba de millones de muertes por inanición, especialmente entre la población infantil, muertes que no sólo sucederían en países subdesarrollados, sino en la misma nación estadounidense, así que él proponía que se emprendieran medidas urgentes para controlar la vertiginosa explosión demográfica que estaba dándose en el ámbito mundial.
Al igual que las predicciones de Malthus, las de Erlich tampoco se han cumplido hasta la fecha, pero pesar de las críticas que pudieran hacerse a que sus vaticinios no se han vuelto realidad, él no se ha retractado de sus tesis, por el contrario, ha señalado que el desarrollo tecnológico ha logrado que la producción de suministros aumente, de manera que se pueda alimentar a la población actual, pero el costo ambiental y de salud es muy alto debido a la introducción de sustancias químicas altamente tóxicas en la producción de alimentos (fertilizantes, insecticidas, herbicidas), cuyos efectos son cada vez más evidentes en el medio ambiente (contaminación de ríos, erosión, desertificación). Además, los efectos nocivos de estas sustancias en la salud humana han aumentado el número de enfermedades, especialmente cáncer, de manera que no puede decirse que el incremento de alimentos por sí mismo es bueno, sobre todo cuando para su producción se emplean productos químicos indiscriminadamente y, aunque éstos solucionan los problemas del hambre, están generando considerables daños en el medio ambiente y en la salud de las personas. Erlich suma a esto los problemas atmosféricos producidos por los vehículos, ya que la contaminación generada por éstos deteriora la calidad del aire; y a pesar de ha habido importantes desarrollos en la mejora de los combustibles y el rendimiento de los motores, esto no sirven sino se reduce su uso y fabricación.
En otro artículo publicado por Erlich en 2008 titulado “Too Many People, Too Much Consumption”, agregó a sus pronósticos las implicaciones del rápido deterioro ambiental producido por el desmedido consumo contemporáneo, el cual está provocando un abatimiento más rápido de los recursos naturales debido al incremento en su explotación y contaminación cada vez más acelerados, lo que podría ocasionar que sus pronósticos ahora sí se cumplan en un futuro no tan lejano. Su conclusión es que las mejoras tecnológicas contribuyen a menguar el problema, pero si no se pone un límite al crecimiento de la población, al consumo, al parque vehicular y en general a todo despilfarro humano, de nada sirve el desarrollo en estas áreas.
Podemos decir que de la sobrepoblación provienen muchos de los males que vuelven indigna la vida humana, ya que a través de ella se ha ido destruyendo lentamente el hábitat de muchas especies y con ello provocado extinciones, destrucciones, exterminaciones, explotaciones y aniquilaciones. Esto se ha debido a que el aumento acelerado de la población origina mayor demanda en las ciudades y la expansión de estos asentamientos humanos, por lo cual cada año desaparecen 16 millones de hectáreas de bosque, propiciando la destrucción de los hábitats naturales de muchas especies, las cuales se ven obligadas a desplazarse, y en caso de no encontrar nuevos sitios y adaptarse a ellos extinguirse. Esto ha conducido a que, en la actualidad, el promedio de extinción de una especie sea 10 mil veces más rápida de lo que sucedía naturalmente.
Abordar el tema de la sobrepoblación no significa ponerse en contra del nacimiento de más humanos, establecer imperativamente un número de estos o implementar mecanismos para su eliminación; más bien de lo que se trata es que se tome consciencia de la excesiva cantidad de individuos que nacen diariamente a nivel mundial (300,000).
Es un hecho que reducir la tasa de población contribuiría a minimizar el impacto de nuestra especie en la naturaleza, pero también es urgentemente necesario educar ambientalmente a la generación actual y a las nuevas, pues la presión principal sobre los ecosistemas hoy en día no sólo se debe al tamaño de la población, sino a los patrones de producción y consumo, cada vez más devastadores y excesivos para cubrir las necesidades de un mercado vorazmente demandante, en el que las personas aspiran tener rápidamente más de todo.
En suma, la sobrepoblación humana y la necesidad de satisfacer no solamente necesidades básicas (alimento, vestido, vivienda), sino principalmente ficticias, ha estado generando y provocando la alteración de los modos tradicionales de extraer los recursos naturales necesarios para la subsistencia humana. La explotación de éstos se intensificó y fue muy agresiva durante el siglo XX. El siglo XXI nos depara nuevos retos, pues, aunque el crecimiento de la población humana esté disminuyendo, el consumismo, el agotamiento de recursos naturales y la contaminación continúan al alza.