Carlos Reyes Sahagún | Cronista del municipio de Aguascalientes
En el verano de 1973 las lluvias fueron inusuales, de una abundancia pocas veces vista, tanta que el puente de la carretera a Calvillo sobre el Río de los Pirules, o San Pedro, fue engullido por el caudal gozoso de las aguas… pero el puente de San Ignacio resistió el embate con éxito, y no sólo eso, sino que se convirtió en la alternativa para el transporte hacia esa zona del estado, hasta que el otro enlace fue repuesto.
Por otra parte, me acuerdo que en un programa de desarrollo urbano emitido en 1980, se señaló el río como el límite natural de crecimiento de la ciudad, y se reservaron para la agricultura las tierras de la ribera occidental del cauce pero, como era de esperarse, que al fin y al cabo en México las leyes y reglamentaciones se emiten precisamente para ser violadas, la mancha urbana se expandió como plaga hacia esa zona, pero no así la infraestructura de comunicaciones, de tal manera que el flujo sobre el viejo puente se incrementó de manera significativa en los últimos, digamos, 20 años. Ahora se le avecina una nueva prueba, con la construcción del paso a desnivel de la avenida Guadalupe González, que desviará una parte del tráfico hacia allá.
El puente de San Ignacio… Pintarrajeado, presionado por el árbol nacido de la base de ese pilar, transitado en exceso, esta obra maestra de la ingeniería virreinal, pensada para el paso de peatones, jinetes y carretones, y utilizado ahora por toda clase de automotores, resiste.
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