Mientras es muy común escuchar sobre mecanismos socio jurídicos para protección de grupos vulnerables como las personas de la tercera edad, los indígenas, las mujeres, etcétera, es muy raro que, a pesar de que a mi juicio es el grupo más vulnerable, los bebés no cuenten con mecanismos especializados para su guarda; y es que al ser considerados dentro del concepto menores o niños son sujetos a las mismas reglas; de antemano aclaro que no entraré a señalar si existen entre ellos diferencias biológicas o psicológicas (no tendría la capacidad para hacerlo) simplemente partiré de un conocimiento empírico personal que espero el lector comparta.
Y es que, tal vez por los escasos cuatro meses de mi hijo, que las situaciones relacionadas con estos pequeños seres me calan muy hondo; claro que habrá diferencia de la forma en que afectan la película seleccionada para este artículo I am Sam (2001) con dos hechos que leía en prensa de esta semana sobre bebés de pocos días de vida que fueron gravemente lesionados por sus propios progenitores, uno quemado en Iztapalapa por su madre y otro en nuestro propio estado que fue severamente golpeado por su padre.
I am Sam es un drama-comedia judicial con un excelente trío actoral integrado por Dakota Fanning, Sean Penn y Michelle Pfeiffer; Sam es un discapacitado que embaraza a una drogadicta, cuando nace su hija, aquélla huye dejando en manos del también empleado de Starbucks el cuidado total de la recién nacida. Sam, fanático de los Beatles, la llama Lucy y comienza a batallar en esos realmente complejos y delicados artes de cuidar a un nuevo ser. Pasan casi siete años para que el estado se diera cuenta de que el incapacitado tenía en su poder a una niña, esto en realidad es intrascendente para la trama (la calidad de blockbuster se lo permite) lo importante será la lucha que, cuando es despojado de ella por los sistemas de asistencia estatal, emprende el padre y cómo logra convencer a una famosa y adinerada abogada materialista, prepotente y workaholic para que lo defienda gratuitamente. Sam tiene cuatro amigos que son también discapacitados y que serán base de la diversión de la cinta, sobre todo en sus singulares apariciones en la sala de juicios, de hecho dos de estos personajes en la vida real son personas con capacidades diferentes.
Es una película para reír y llorar, el homenaje a los Beatles se quedó pobre, lo más genial es la recreación de la famosa escena del Abbey Road: Lucy, Sam y sus cuatro singulares amigos cruzando una avenida de la misma forma que los Beatles, pero cada uno con un globo. De las referencias al cuarteto de Liverpool es también fundamental el soundtrack, una serie de excelentes covers de los cuales me quedo con You’ve got to hide your love away de Eddi Vedder, Blackbird de Sarah McLachlan y (mi personal favorita de la mítica agrupación) Golden Slumbers reinterpretada por Ben Folds.
Lo difícil de cuidar a un bebé hace pensar que no es descabellado regular la paternidad exigiendo cumplir con al menos requisitos mínimos, no digamos de preparación académica o económicos, sino de sentido común (escuela para padres por ejemplo). Sin embargo, la facultad para decidir voluntariamente el número de hijos es un derecho que Dios y la Constitución protegen (ahí sí peca por igual la Iglesia y el Estado).
Como lo señalamos al inicio, mientras hay muchas instituciones sociales especializadas en diversos grupos vulnerables, pareciera que para atender a los bebés no existe una como tal, si bien es cierto el andamiaje de instituciones es diverso y basto (hospitales, guarderías, casas hogar, etcétera) por lo pronto no se me viene a la mente algún instituto de asistencia social especializado en la materia. Y ciertamente de la lectura simple del Código Civil se desprende que la normatividad trata por igual al bebé que al niño, cuando cualquiera (e insisto que hablo por simple experiencia) sabe que si bien están relacionados, cuentan con diferentes necesidades específicas.
Hechos como el de los bebés lesionados, a cualquiera hacen pensar o exigir la aplicación de algún derecho penal de exclusión o del enemigo (pena de muerte, castigo corporal, cosas por el estilo) en contra de estos padres desnaturalizados. Es entendible pensar así, es consecuencia del coraje y la rabia, sin embargo no nos queda más que pronunciarnos por el estado de derecho y estar confiados que el delito cometido (y que por ser ejecutado por los padres se calificará y alcanzará las más altas penalidades) será justamente sancionado y que otros mecanismos legales permitirán a estos bebés lacerados encontrar un verdadero hogar y ser resarcidos en sus derechos más básicos.