Quiero manifestar mi adhesión a las voces de connotados colegas -inclusive de estas páginas- o de interlocutores ciudadanos que día con día se expresan mediante las redes sociales, con gran espontaneidad, transparencia, a la vez que incisiva crítica intelectual y moral, para quitar máscaras a quienes pretenden imponer su preferencia política o su partidismo militante. Y lo hacen con enorme destreza argumentativa. Una de esas voces, por ejemplo, la escucho en Enrique Rodríguez Varela, autoapellidado el Chamuco, que no deja de repiquetear en Facebook, lo que llamo sus atinados e irreverentes comentarios; Germán Castro con su mordiente investigadora de gran calado, o Ricardo Chávez Pérez, irredento romántico, cinéfilo y de sapiente gastronomía; Carlos Reyes Sahagún, tesonero memorioso fotográfico de la ciudad y lo social; Octavio Arellano Reyna, actual delegado de la SEP en Ags., con sentidos mensajes sobre la educación y superación profesional; y un largo etcétera que no me atrevo a continuar, por temor a omitir algún meritorio interlocutor y actor de esta gran trama socio-política desde lo local.
Al presente, la exigencia de indagar por la patencia de verdad, nos hace preguntar: ¿qué tan nuevo es lo “nuevo” de hoy? Pretensión que me planta el reto sondear la verdad detrás de la pretendida novedad.
Si, a la manera de un sorprendente holograma histórico, nos teletransportáramos y parásemos en el sitio en que estábamos hace siete años, nos veríamos en el siguiente escenario.
Un campo, ya erizado de púas y minas escondidas, es el respectivo a la sucesión presidencial que avizoramos. Respecto del cual, ya se han anticipado juicios y estrategias de desactivación, como la pronunciada por el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, quien veta y cancela la vuelta al pasado, argumentando que con la alternancia al PAN “han quedado atrás el autoritarismo, la opresión y la censura que caracterizaron a México después de la Revolución”; visión que a 10 años de distancia lo mueve a declarar: “hay muchas estructuras de lo viejo que hay que derribar”, que supone e impone un pretendido nuevo régimen; y, recurriendo a una velada, equívoca y ambivalente condena -al PRI del “ancien régime”-, sentencia: “ese México opresivo que nunca, nunca debe volver”. (Nota mía: LJA. Un tranvía llamado deseo. Sábado 4 de diciembre, 2010).
Con relampagueantes reflejos, el senador Manlio Fabio Beltrones, coordinador del grupo parlamentario del PRI y presidente del Senado de la República, impugnó la condena a muerte de su partido -desenmascarando el subterfugio presidencial-, y respondiendo con un argumento que reduce al emisor al “tópos” o lugar excluyente desde el cual habla: -o como Presidente de la República, o como presidente de su partido-, la equivocidad y la ambivalencia ya no pueden permanecer emboscadas, han quedado al descubierto.
Los actores de hoy, prácticamente los mismos de ayer, ahora hablan desde diferentes posiciones de responsabilidad, pero continúan haciendo presencia en la palestra política.
Revisar estas carreras de relevos, nos ayuda a valorar esas lecciones del pasado que iluminan los momentos del presente y los ponen en su correcta perspectiva. re-leemos: “El que ya es un lugar común de la futura contienda presidencial, es el actual gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, por la sencilla razón de estar bien posicionado en la percepción ciudadana como un presidenciable claramente enfilado. Se invoca que la naturaleza de su virtual candidatura es absolutamente mediática, por carecer de méritos políticos propios y, lo más grave, ser “emisario del pasado” –¿recuerda usted la frase echeverrista?- y emblema del partido innombrable en la “nueva democracia”… todos estos ejemplos preciosistas del tipo de argumentación “ad hominem”, así sea contra una marca de partido que causa sarpullido y quién sabe qué otras irritaciones en la sensible piel de los neo-demócratas. Todo esto a 12 años de distancia de la alternancia panista en la Presidencia”. (Ut supra, Un tranvía… Ibídem).
Y siete años después, continuamos presenciando un debate público que no es tal, ya que utiliza al cansancio el mismo recurso de no rebatir las ideas o las propuestas del adversario, para recurrir tercamente y sofísticamente al mismo elenco de argumentación: el ataque no a las ideas, la confrontación no de los problemas, sino el más cómodo y efecticsta pleito callejero ante las masas embaucadas en el viejo truco visceral: el argumento “ad hominem”, o como algunos prefieren para afinar un tiro de mayor precisión: el argumento “ad personam”.
El presente affaire de Ricardo Anaya compareciente ante la PGR/SIEDO es prototípico de este afán de lanzar un mandoble a la cara del contrincante político, pero no para elevar el nivel de la argumentación conceptual en el ágora pública, sino para enlodar su reputación ante el populus y llevarlo al fin ante el juicio del Senado. Dice esta nota periodística: -Mexicali.- “Mauro Rodríguez, Jefe de la Unidad de Antilavado de la SIEDO que pertenece a la PGR, habría sido llamado “hijo de puta” por el candidato presidencial del PAN, PRD y MC, Ricardo Anaya Cortés, el pasado domingo 25 de febrero durante un mitin”. Acompañan al candidato panista el Abogado Diego Fernández de Cevallos; el presidente del PAN nacional, Damián Zepeda; Santiago Creel, miembro de la dirigencia nacional panista; Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano; y Manuel Granados, presidente del PRD nacional. Cierre de nota: “El candidato presidencial dijo las palabras controversiales luego de que el titular de la Unidad de Antilavado de la PGR lo abordara y le ofreciera que rindiera declaración, a lo que se negó el político. Luego de este inesperado encuentro, Anaya le dijo “hijo de puta” al funcionario de la PGR”. (Fuente: Periodismo Negro. PGR difunde vídeo para “quemar” a Ricardo Anaya, candidato presidencial Por Admin -28 febrero, 2018. http://bit.ly/2F82Jop ).
Visita a la sede de procuración de justicia de la Nación que concluye con la voz de queja del encargado de despacho de la dependencia, cuando declara que ante la comedida actitud del titular de la SIEDO, lo que recibe en respuesta es un mascullado “hijo de p…”, de la parte del quejoso, que graciosamente se adjudica como propia su colaborador jurídico.
Casos notables de argumentación “ad hominem”, allí donde es que se acrecienta la imagen de Cicerón el orador por excelencia, quien nunca escaseaba de figuras retóricas tan chispeantes, pero también tan efectivas para desarmar los intereses ocultos de sus adversarios: Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? / ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?
En donde podemos desvelar el verdadero propósito: Lo que está en juego, aquí y ahora, es el signo lingüístico que está siendo modalizado no ciertamente por voces dignas de la elocuencia, oratoria y retórica política de altura, como ancestralmente ocurrió en los inicios del ágora pública; sino por gritos que vociferan calificativos subidos de color, denostaciones contra la persona, exhibiendo a la desnudez pública los actos, secretos o confidencias innombrables, para bochorno y escarnio, de los adversarios políticos. Y todo ello por hacerse con el “poder representativo” de un partido que contiende efectivamente por el poder, crudo y simple.
Otrora, la caballerosidad y la cortesía eran las prácticas sociales más estimadas y reconocidas como formas civilizadas de discutir y acordar; hoy, tal parece que el lenguaje soez, la pasión visceral, los argumentos “ad hominem” y los innuendos (perdón por el anglicismo) denigrantes son las formas llanas de zanjar una discusión. No por mera añoranza, sino por la urgente necesidad de elevar el tono y la materia de los pronunciamientos públicos es que hacemos referencia a virtudes civiles y cívicas. (Nota mía: LJA. Salvando el decoro y la dignidad. Sábado 22 de Febrero, 2014).
Tales como es la del decoro que dice relación inmediata con la categorización que la sociedad misma asigna a las personas según su condición de vida (célibe, casado, viudo, emancipado, huérfano, adoptado, etc.); de manera importante se antepone el criterio de la formación de la personalidad asociada a una profesión, a un oficio, a un tipo de servicio: el maestro, el sacerdote, el doctor, el abogado, el magistrado, el músico, el payaso, el carpintero, etc. (Cfr.: André Compte-Sponville, “Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes”. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile. 1996). Quien declara: “Decoro está emparentado con la simplicidad y la prudencia. Por ello implica la sobriedad tanto en el hablar, juzgar como en el comportamiento del individuo. Una persona actúa con decoro cuando se posiciona en el justo medio, ni es estrafalaria, ni tampoco descuidada; ni es un “dandy” por lo fashion, pero tampoco es un misántropo y desaliñado; es una actitud que tiene mucho que ver con el aplomo personal; no trastabilla ante un requerimiento, ni ante una consigna, ni una amenaza, sabe guardar el justo decoro de la seguridad y el aplomo de espíritu personal”.
Y aquí están peleando, dicen que los dos candidatos/partidos por el segundo lugar en las preferencias electorales, yo digo que los tres hasta ahora más notables en la contienda; en donde, lo destacable no es el decoro del discurso político, ni la sutileza de la argumentación persuasiva y elegante, esa llamada “artesana de la persuasión” / Peithous démiourgós, de la Retórica clásica de cepa helénica, con vigencia en el ágora pública, hace la friolera de 3,000 años, y que sigue marcando la excelencia tan campante. Nos topamos, en cambio, con el discurso torvo, pendenciero, de bajas miras para hacer descender al adversario.
Frente a lo que no queda otra al resto de los ciudadanos que hacer exigible la elevación de miras, la calidad argumentativa, la superioridad de la materia de la cual se habla –aquella que define el adagio latino: Ad maiora veniamus-, el discurso civilizado y, sí, con decoro, simplicidad, justeza y brillantez intelectual.