Nunca pierdas de vista el papel que tiene tu tema particular de investigación dentro de la gran interpretación de la tragicomedia de la vida humana; mantente en contacto con la vida, no tanto con la vida práctica como con el trasfondo ideal de la vida, que es mucho más importante; y mantén la vida en contacto contigo. Si no lo consigues a la larga, diles a todos que lo que has estado haciendo, tu trabajo, no ha tenido ningún valor.
Erwin Schrödinger
El humanismo, como movimiento histórico, tiene sus raíces en los pensadores clásicos. El término fue utilizado por primera vez a inicios del siglo dieciséis para referirse a los escritores y académicos de la Europa renacentista. Para los pensadores renacentistas, el humanismo era entendido a partir de la expresión latina studia humanitatis (literalmente “el estudio de la humanidad”); expresión que fue tomada de la antigüedad clásica.
El humanismo surge como una exaltación de la razón humana. Por lo cual, explorar la relación entre el humanismo y el conocimiento puede dar luz y fundamento a lo que debería ser una educación humanista, que se ha sobreentendido en diferentes instituciones y sistemas educativos actuales. Asimismo, su comprensión nos ayudará a entender el camino que una universidad -que se diga a sí misma humanista- debería de seguir. Una vez atendida dicha cuestión, podremos comprender algunos de los fallos en los que ha caído la educación superior y el efecto que han tenido éstos en nuestra concepción de lo que es una universidad y lo que significa formar parte de ella.
Como ha sugerido Lamont, el humanismo puede ser entendido como la empresa humana dedicada al desarrollo de ciertas actitudes y aptitudes de los individuos, exaltando la razón a favor de la ciencia y la democracia. En términos generales, debe entenderse como el movimiento de oposición a las ideologías escolásticas, que se dedicaban, en su mayor parte, a una visión del mundo fundamentada en la religión. El principal objetivo del humanismo gira en torno del uso de la razón a favor del progreso científico y social de la humanidad.
La concepción humanista podría expresarse en, al menos, siete principios generales:
- El humanismo está a favor de una concepción naturalista de la realidad. En ella se rechaza cualquier intento de explicación sobrenatural del mundo y de su composición y origen.
- El humanismo, como consecuencia de (1), descree de cualquier origen religioso del ser humano. Cree, basado en leyes y el método científico, que somos un producto evolutivo de la naturaleza.
- El humanismo rechaza el determinismo, fatalismo o cualquier clase de predestinación. De este modo, apoya la idea de la libertad del individuo ante las contingencias de su propia existencia.
- El humanismo acepta el desarrollo cultural de la humanidad a partir de la expresión artística y la contemplación de la belleza natural.
- El humanismo cree en el establecimiento de la igualdad en sistemas democráticos que promuevan la paz y la calidad de vida.
- El humanismo cree en el método científico como la forma más confiable para la obtención del conocimiento.
- El humanismo, como consecuencia de (2) y (6), acepta la finitud humana que poseemos como especie cuando buscamos la obtención del conocimiento.
Estos siete principios pueden variar. Pero, en nuestra comprensión del humanismo, éste gira en torno a ellos. Habrá quienes rechacen categóricamente la supuesta oposición entre el humanismo y la religión, que se expresa en (1) y (2), señalando la falta de reconocimiento de las creencias religiosas o, en todo caso, como reduccionista. O alguien podría criticar que el principio (3) es ambiguo en lo que se refiere a la noción de libertad. Otros podrían mencionar que el principio (5) da por sentado que la democracia es el mejor sistema político para el desarrollo social. Y, otros más, podrían rechazar los puntos (6) y (7), poniendo en duda que el método científico sea un camino confiable para la obtención de conocimiento. En lo que respecta al punto (4), difícilmente alguien estaría en contra del mismo. La expresión artística forma parte de la historia de la humanidad y enriquece nuestra cultura.
En lo que respecta a los principios (1) y (2), podríamos decir que el principal objetivo de los movimientos humanistas renacentistas fue la centralización en el estudio en la humanidad. Si bien muchos de los precursores del humanismo podían albergar creencias en seres sobrenaturales, la función específica de la religión dejaba de ser la única explicación del origen y funcionamiento del mundo. Los métodos empleados por la ciencia son, en esencia, experimentales, por lo cual una explicación sobrenatural no entraba en consideración. Por otro lado, esto no quiere decir que se no se respete o reconozca la creencia en seres sobrenaturales. El humanismo promueve, como aceptación de la dignidad y libertad humana, la libertad de creencia. Pero en materia de ciencia y democracia, ámbito en el que estamos involucrados todos y no sólo unos cuantos, la religión no debería tomar partido. El conocimiento requiere de objetividad. Esto mismo aplica para el principio (2), que se concentra sobre todo en el origen del ser humano, pues las explicaciones de corte religioso implican un método no experimental, mientras que la teoría de la evolución se fundamenta en métodos experimentales. En términos generales, parece ser que el humanismo -como aquí lo entendemos- resalta la capacidad humana de aplicar un método experimental al estudio del mundo y de esa forma exalta la capacidad racional del ser humano. Esto no quiere decir que la religión no pueda ser fundamentada racionalmente. Lo que trata de expresar es que el ser humano es capaz de explicar el mundo a partir de sus propias capacidades sin apelar a deidades o entes sobrenaturales. En lo que respecta a la pretendida tendencia reduccionista de estos principios, se puede responder que la aceptación de dicha metafísica no implica reduccionismo. En todo caso, estos principios implican una reducción ontológica, es decir, que todo cuanto existe es físico. Pero una metafísica reduccionista no es incompatible con el pluralismo explicativo. Es decir, estos principios son compatibles con la afirmación de que un mismo fenómeno puede ser explicado a partir de diferentes ciencias, no sólo desde las naturales.
Sobre el principio (3) habría que aclarar que el humanismo opta por una noción de libertad que suponga -en principio- que los seres humanos poseen libertad de la voluntad y no así una noción de libertad más robusta, es decir, una libertad que se discuta en términos físicos y no sobrenaturales o fuera de lo físico. En tanto que se acepta eso y se duda una libertad de otro tipo, se descarta la posibilidad de alguna clase de predestinación. En todo caso, para los humanistas seculares, la noción de destino o cualquier clase de predestinación y de libertad trascendental se encuentran desencaminadas.
El principio (5) se comienza a discutir dentro de lo que se ha denominado epistemología de la democracia, que forma parte del movimiento contemporáneo de la epistemología social. Se discuten, sobre todo, las ventajas de la democracia frente a otros sistemas de gobierno. El humanismo secular está comprometido con el ideal democrático; no obstante, la democracia está lejos de ser una noción no problemática.
Por último, los principios (6) y (7). Algunos movimientos posmodernos y relativistas han criticado el principio (6), afirmando que el método científico ha sido sobrevalorado y que sólo es un intento entre otros más de estudiar la desentrañable realidad. Lo desestiman principalmente porque niegan que podamos obtener creencias verdaderas.
Como podremos observar, el humanismo posee un fundamento importante en nuestras aspiraciones de obtener conocimiento, que da lugar a muchas de nuestras intuiciones actuales de lo que debemos entender como formación humanista. Pero, ¿cuál es el valor e importancia de aceptar dicho fundamento? ¿Qué valor tiene el conocimiento para el humanismo? En última instancia: ¿qué papel juega la ciencia en nuestra concepción del humanismo? Uno muy importante, pero a veces esto resulta poco evidente para las personas no instruidas en ciencia o, aunque instruidas, poco conscientes del valor de su quehacer científico debido a la especialización. Martha Nussbaum comparte esta apreciación: “En los últimos años, la educación científica se ha centrado acertadamente en formar las capacidades del pensamiento crítico, el análisis lógico y la imaginación. La ciencia, si se la practica de manera adecuada, no es enemiga, sino amiga de las humanidades”.
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