IMAC / The Insolence of Office - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Me parece que han pasado alrededor de tres años desde que escribí sobre la campaña publicitaria de Lorena Martínez: aquella donde se representaba a las mujeres como objetos de contemplación, de seducción, de provocación. El discurso visual –las mujeres en posiciones sugerentes–, hagamos memoria, estaba reforzado por el discurso verbal: “Si logramos hacer que te detengas ante nosotras/ imagina lo que podemos hacer por Aguascalientes”. Si coloqué mi atención en las imágenes que fueron puestas a lo largo de la ciudad fue porque el discurso me parecía aberrante; la intención, insultante: mujeres buscando votos por medio de la seducción, no a través de la inteligencia.

Este falso mensaje de equidad de género ha sido repetido, al menos, en un caso más: el concurso de literatura “Dolores Castro”. Éste fue estrictamente pensado y convocado para mujeres: los hombres no podían mandar sus trabajos porque, pues eso, son hombres. Nada más absurdo.

Ha pasado el tiempo y aún falta ver cómo será juzgada la administración de Martínez; sin embargo, me parece que hay que reconocer, también, los aciertos –que no son para nada menores–.

Hace un par de días Adán Brand y yo grabamos unas cápsulas de radio para Radio Universidad. Uno de nuestros temas fue lo que está haciendo el municipio de Aguascalientes en materia de cultura. En concreto: la labor, encabezada por la doctora Evangelina Terán, del Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura (IMAC). Nuestra impresión: el balance, hasta ahora, es positivo.

El festival de la ciudad de Aguascalientes, en 2011, tuvo como plato fuerte, si mal no recuerdo, a Pablo Milanés. Algunos podrán considerar al cubano como un tipo aburrido y soso; otros, como un clásico. No importa la visión. Milanés es uno de los referentes en cuanto a música latinoamericana. Esto es que es un tipo, por decir lo menos, importante. En este 2012 el festival se ha extendido y el bufet es altamente atractivo: presentaciones editoriales, exposiciones, charlas. Hay que admitir que los eventos anteriormente mencionados pueden recibir poca atención por parte del público y que habría que trabajar en difusión; pero los conciertos –que también están incorporados a las actividades– se venden por sí solos.

En esta ocasión el programa musical está conformado por Jarabe de Palo, Paté de Fua, Kevin Johansen, Armando Manzanero con Franciso Céspedes, entre otros. Sé que, a diferencia de lo que se ha presentado en Zacatecas, no son Bob Dylan ni Caetano Veloso, pero, vamos, comenzar a traer artistas de calidad a nuestra ciudad hace que la sociedad se sienta, valga la intencionada redundancia, en una ciudad.

Aceptemos que Aguascalientes, hasta hace no mucho, era una ciudad donde nada ocurría; en síntesis: nada digno de recordar se presentaba: los escritores locales publicaban sistemáticamente su obra con recursos públicos; los artistas plásticos, también. Un largo etcétera que todo el mundo conoce.

Si bien ahora aún no nos libramos de ese malamén la ciudad empieza a despertar un incipiente interés por la alta cultura (no nos metamos en debates absurdos, sabemos a qué nos referimos con esto). La prueba, saliéndome un poco de las actividades encabezadas por el gobierno, está en el ciclo de cine francés organizado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes: da gusto ver a tanta gente haciendo fila para ver una película. Regreso al municipio.

El otro día salí de clase y caminé un poco rumbo a la calle Madero. Había un grupo tocando: Paté de Fua. Me quedé a escuchar un par de canciones. Después me fui. Caminé sobre la calle Venustiano Carranza. Los bares, cafés y restaurantes probablemente se encontraban a un cuarto de su capacidad. La gente estaba disfrutando de un buen espectáculo y, seguramente, una vez terminado el concierto, iría a tomarse una copa. La vida nocturna del centro de nuestra ciudad, ese día, estuvo al nivel de cualquier otra. ¿Por qué tanto énfasis en este aspecto? Bien, nos habíamos acostumbrado a ver, por las calles, no a gente disfrutando de un concierto, sino a policías “vigilando” la ciudad con sus armas. Veo ahí una notable diferencia. No hay más que agradecer y pedir que esta clase de eventos sean cada vez más frecuentes.


 

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