Los términos preservación y conservación hacen referencia a dos actividades, en apariencia semejantes, pero con objetivos distintos. “La preservación es el acto de hacer la tierra y cualquier ecosistema legalmente no disponible para el desarrollo y la explotación de constructores y otros individuos. Cuando se preserva un ecosistema, la acción que se toma es simplemente protegerlo de las influencias externas”. La conservación por el contrario implica el involucramiento humano en el sostenimiento, mantenimiento y mejoramiento del sistema. “Generalmente se llega a la conservación a través de la ayuda de los biólogos y otros especialistas que son los que pueden determinar las medidas necesarias para proteger un ecosistema. La preservación, por otro lado, se apoya en un acercamiento no intervencionista” (ver Bailey Shoemaker [2018] “Preservación de un ecosistema vs. Conservación”, en eHow en español, https://goo.gl/Wr2Yjd Richards). Aunque los métodos difieren, en ambos casos la meta final es esencialmente la misma: la protección de los bienes naturales y de la vida salvaje; en el primer caso sin ningún tipo de interferencia humana, de manera que ciertos espacios naturales conserven su estado prístino; en el segundo caso, hacer un uso responsable de ellos cuidando mantenerlos saludables.
El origen de estas actividades fue promovido por Henry David Thoureau, John Muir, Gifford Pinchot y Aldo Leopold. Gracias a las gestiones realizadas por estos hombres surgieron los Parques Nacionales Protegidos en Estados Unidos, es decir, no fue algo fortuito la creación de éstos. Actualmente esa nación cuenta con 59 Parques Nacionales. Cabe señalar que en su cuidado y protección hay una clara inclinación hacia la preservación, ya que el objetivo básico es dejar esos espacios silvestres (wilderness) tal cual están para las generaciones futuras.
¿Cuáles fueron las ideas básicas de los pioneros del ambientalismo para generar estas importantes actividades de preservación natural? Me permito ofrecer una visión breve de ellos.
Henry David Thoureau (1817-1862) es reconocido como precursor de los derechos civiles, la no violencia, la desobediencia civil y uno de los primeros promotores de la protección de la naturaleza, la cual, desde su punto de vista, debe valorarse no sólo como un mero medio de explotación de recursos para la satisfacción de las necesidades humanas, sino también como un espacio que ofrece importantes experiencias estéticas y espirituales, por lo que debe buscarse la preservación de sitios naturales en los que los seres humanos puedan vivir esta experiencia. Thoureau se convierte durante algún tiempo en una muestra patente de lo que he señalado, pues se aleja de las comodidades de la civilización para internarse en el bosque y vivir exclusivamente de los recursos que éste y su propio trabajo, podían ofrecerle, experiencia que quedó plasmada en su libro Walden (1854), el cual es un diario que escribió en este periodo. Thoureau señaló, entre otras cosas, que el problema real de la sociedad moderna capitalista era la insatisfacción humana por las cosas materiales, deseaban y añoraban tener más, lo cual creían les permitiría satisfacer todos sus deseos y alcanzar una plena felicidad, individual.
John Muir (1838-1914) fue el principal promotor y defensor del establecimiento de los parques naturales en los Estados Unidos, él se encargó personalmente de gestionar ante el presidente Roosevelt que The Grand Canyon y el Yosemite National Park fueran considerados monumentos nacionales, así mismo promovió la fundación de grupos que se encargaran de la conservación, como el Sierra Club fundado en 1892. Muir creyó que la única vía para salvar la naturaleza americana era persuadir al pueblo estadounidense y sus gobiernos del valor de ésta, así que confeccionó en sus escritos una elaborada descripción de la belleza y espiritualidad de los paisajes naturales, los cuales llevan a un encuentro estético y místico que sirven de liberación al cuerpo y al alma; experiencias que son invaluables en términos económicos, pues no pueden adquirirse con dinero.
Gifford Pinchot (1865-1946) estudió en la Universidad de Yale y en 1885 fue a estudiar a Nancy, Francia, durante un año, en un área de conocimiento inexistente en aquellos momentos en Estados Unidos: silvicultura. A su regreso trabajó como ingeniero forestal en Biltmore Forest Estate de Vanderbilt, posteriormente trabajó en la Comisión Nacional Forestal creada por la Academia Nacional de Ciencias y en 1898 fue nombrado jefe de la División de Ciencias Forestales. Durante su período en el cargo, el Servicio Forestal y los bosques nacionales crecieron espectacularmente. En 1905 las reservas forestales eran aproximadamente de 56 millones de hectáreas; en 1910 había 150 bosques nacionales que cubrían 172 millones de hectáreas. Pinchot, fue así uno de los principales promotores de la conservación de la naturaleza.
Si comparamos estos datos con nuestra situación local, podemos darnos cuenta lo atrasados que estamos en el tema de la conservación, pero sobretodo en el de la preservación del pedazo nacional de naturaleza que nos corresponde cuidar y proteger. Algunos grupos ambientalistas, autoridades estatales y federales, imitando a los pioneros del ambientalismo, hacen esfuerzos para cuidar y proteger los pocos espacios naturales sobrevivientes de nuestra entidad; no obstante, la amenaza de ciertos grupos inmobiliarios es constante y latente, pues ven a la naturaleza como un mero objeto al que le pueden poner precio y moldearlo con base en sus intereses económicos mezquinos. Para ello emplean una serie de artimañas legales que les permitan adueñarse de áreas naturales, incluso protegidas, para construir sus desarrollos inmobiliarios, y con ello destruir/contaminar el corazón, las venas (cauces de agua), los pulmones, hígado, riñones y los glóbulos (flora y fauna) de nuestros espacios naturales, que son las raíces de la vida y la salud de los que aquí habitamos. Es cierto que podemos vivir sin brazos, sin piernas, sin oídos, sin ojos, y muchas otras partes más, pero no sin sangre, sin pulmones, sin hígado, sin un riñón. Las empresas inmobiliarias, no conformes con haber arrancado ya brazos, piernas, nariz, ojos, oídos, un riñón, contaminado la sangre, etc., de nuestros espacios naturales, ahora quieren arrancar y contaminar uno de los últimos órganos vitales de la ciudad de Aguascalientes, el Bosque de Cobos, que es quizá el último espacio preservado cercano que nos queda.
Invito a los lectores a imitar a los pioneros del ambientalismo, a que nos unamos para proteger y preservar nuestros últimos órganos vitales naturales, no dejemos que los extirpen, pues dependemos de ellos para seguir viviendo.