Cultura y educación como poder del ciudadano: más allá de la LSI
Ante los últimos acontecimientos relacionados con la aprobación de la LSI (Ley de Seguridad Interior) por parte de los diputados del prianato, han surgido dentro de algunos sectores de la población cuestionamientos a cerca de las consecuencias que esto trae para la vida nacional. Las protestas ciudadanas que han surgido en torno al caso, revelan la imposición de una especie de ley marcial que promueve sin más la intervención de las fuerzas armadas no solo en la lucha contra el crimen organizado. Si no también y esto es lo grave, en la intromisión directa en la vida de los ciudadanos los cuales se veían privados de su propia libertad tan solo por sospecha. O también podrían ser reprimidos por la fuerza al llevar a cabo protestas públicas no agresivas. La cuestión es ¿Por qué se da esta realidad que veda las garantías del ciudadano constitucionalmente hablando si tomamos el ejemplo del articulo nueve que en esencia nos brinda el derecho a la reunión de la persona para el libre desarrollo de las ideas?
El asunto de fondo nos remite directamente a la idea del liberalismo que en esencia genera una libertad sin freno que reclama el derecho de acumular riqueza, de acuerdo con el propio interés y talentos, lo que produce mayor desigualdad social. Heredero de estas ideas llevadas a un nivel más alto, es el neoliberalismo globalizado. En México podemos ver como este ha ahondado la brecha entre pobres y ricos. Existen así los grandes potentados (apoyados desde los tiempos del salinato) cuyos intereses ganados a través de un capitalismo sin restricción desean a toda costa salvaguardar sus intereses imponiendo a los gobiernos en turno; los cuales generan una clase política a su servicio que protege sus intereses a la vez, que estos mismos políticos, pueden obtener inmensos beneficios económicos del área pública. De ahí que la SLI sea impuesta contra posibles rebeliones de los habitantes contra la disparidad económica.
Lo anterior hace que se generen instrumentos de control muy sofisticados por parte de gobierno. Uno de estos es, de manera directa, la imposición de una reforma educativa que haga del ciudadano parte de la maquinaria productiva sin importar la forma de pensar en el omento mismo en que se excluyen del sistema educativo materias que inviten a la refección sobre la realidad. En el libro “A quien le importa el futuro” de Juan Ramos de la Fuente, se estudian las disyuntivas en las que se encuentra nuestro país y toca de manera concreta un punto medular para el propio desarrollo de las conciencias:
“¿Cómo lograr este talante conversador en un mundo donde la globalización homologa procesos cognitivos al tiempo que ahonda la diferencia entre pobres y ricos? La respuesta parece obvia: un futuro digno, habitado por sujetos integrales cuya gratificación no solo será económica sino también psicológica y cultural, dependerá de construir mejores democracias con más educación.”
En este sentido es que los ciudadanos necesitamos orientarnos a una nueva forma de cultura y educación política que nos de la herramienta necesaria para una nueva visión del mundo. Que pueda en lo habitual, generar cambios en la situación actual de crisis en nuestro país. Retomemos por ejemplo la idea de liberalismo más arriba mencionada. Puede sonar extraña la idea de que el propio estado cree las condiciones (marco jurídico) en donde el ciudadano con respecto a las leyes “lleve a cabo su proyecto de vida personal”. Esta tendencia individualista que reproducimos del modelo neoliberal nos habla del propio interés, nos hace vislumbrar un supuesto de libertad que con el tiempo repercutirá de una manera negativa en el sentido de desinteresarnos de la comunidad así lo expresa Fernando Bárcena en su libro “El oficio de la ciudadanía” (introducción a la educación política) acerca del liberalismo:
“Es una teoría individualista, por cuanto afirma la primicia moral de las personas frente a las exigencias de cualquier colectividad social.”
Y agrega: “Es una concepción universalista al defender la unidad moral de la especie humana y conceder una importancia secundaria a las asociaciones históricas específica y a las formas culturales.”
¿Cómo es entonces que los ciudadanos podemos participar convenientemente en los procesos de cambio si el desfasamiento inherente a las exigencias de la colectividad social? ¿Podemos encontrar vías de naturaleza colectiva que se opongan a lo asocial, y la disociación en que cada individuo se imagina solo, separado y desligado de los vínculos comunitarios?
La respuesta a esta realidad puede aludir a la documentalidad de los hechos registrados, en donde para llevar a cabo dicho documento, es necesario ser dos por lo menos quien escribe y quien lee. Así para que una mentalidad surja se requiere la sumersión “en un baño social”. De ahí podemos hacer alusión a un enfoque comunitarita donde los individuos “mantienen fuertes vinculaciones emocionales y cívicas con los demás y es de ahí que la LSI coartaría esta posibilidad de desarrollar los cambios pertinentes de otra legalidad que funcione a los intereses colectivos. Como bien lo comenta Gilles Deleuze parafraseando el pensamiento del filósofo Michel Foucault: “los revolucionarios solo pueden invocar otra legalidad que pasa por la conquista del poder y la instauración de otro aparato de estado”
Entiéndase una revolución dentro de un contexto pacifico que finalmente significaría un cambio en el rumbo de nuestras sociedades y la única manera de hacerlo es no disociándonos de manera abstracta dentro de una ley, si no hacer las cosas con la fuerza de la experiencia comunitaria. Por ello una educación dentro de la comunidad debe de ser orientada bajo un concepto de liberad donde “la conversación publica” se aplique sin más a la acción misma.
Sr. Gobernador constitucional del estado de Aguascalientes Martín Orozco Sandoval. Por el bien común, por el bien de los ciudadanos revoque esta ley no aporta nada a los intereses de la democracia de México.
Licenciado en filosofía. Ramiro Góngora Soto
ramirogongora_21 @hotmail.com