Aún en los espacios de mayor búsqueda de libertad se puede llegar al dogma que, como dijo una muy querida maestra, genera dependencia; y aún más preocupante, esquemas, moldes nuevamente inflexibles que evitan continuar el camino por una sociedad más justa, equitativa y armónica, pues el retornar a una visión binaria de blancos y negros, se evita reconocer la complejidad de la vida misma, de las problemáticas que tanto nos aquejan, como la violencia que encuentra nicho en la ignorancia, fortaleciéndose del aislamiento, de la mirada con soslayo que dicta lejano.
Durante los últimos años el Frente Nacional de la Familia ha demostrado su gran estrategia política, al estilo de los viejos y consolidados procesos de utilitarismo arribista de la ignorancia. Piense tan sólo en un amplio sector de la población que durante su existencia sólo ha estado circunscrito en formas particulares de ser, actuar, vestir, hablar y planificar su vida, mientras que llegan los extraños, a la distancia, con palabras incomprensibles y señalando a unos y otros sin avisar. Es entonces que, los similares, los que para bien o para mal se atreven a acercarse, se muestran como los pares, los similares y, por lo tanto, aliados.
Frente a la implementación de la perspectiva de género, ¿cuántas acciones del gobierno federal se han realizado completa y adecuadamente?, basta recordar los espectaculares que buscaban la concientización sobre el uso del preservativo para evitar la adquisición de infecciones de transmisión sexual como el VIH, o la aparentemente inexistente distribución de material impreso sobre derechos sexuales y reproductivos en las escuelas. Este silencio generalizado permitió que ciertos grupos conservadores hicieran llegar sus miradas e improntas de manera fluida, al amparo de la desinformación, del aislamiento y la ignorancia ratificada por un sistema educativo que es aún incapaz de hacer frente a las consignas y avances de los últimos años.
También vale la pena considerar que, aunque en el ámbito global se ha llegado a un punto de madurez sobre la necesidad de no tan nuevos contenidos en las escuelas como género, sexualidad, alfabetización mediática y digital, participación ciudadana, resiliencia y el fortalecimiento de habilidades socioemocionales, en lo local se presentan resistencias a la modernidad, en parte por rechazo, pero también por un impresionante rezago que abruma y plantea la cuestión, ¿estamos preparados?, y por lo general la respuesta será no, pero la justicia y la equidad no deben esperar; es necesario avanzar aunque, también, reconociendo justamente esa distancia, esas negativas, la ignorancia tan arraigada y fortificada, para así saber desde dónde partir.
Frente a la independencia de los estados, utilizada a modo, la sociedad civil organizada se presenta como la ruta más viable para impulsar la participación ciudadana y actividades de reeducación. Sin embargo, también es necesario evitar que esos espacios de acción colectiva terminen ofuscándose ante la inmensidad de problemas que atienden por la incapacidad, negligencia o negativa del Estado, pues corre el riesgo de padecer Síndrome de Burnout, lo cual impulsa a que, en vez de unificar esfuerzos por combatir la ignorancia, se llegue a un trágico estadio de polarización donde el juego se mantiene entre los de siempre y, en medio, la población que debe ser la receptora de ese ímpetu por el cambio queda impávida, intacta y sin la oportunidad de conocer otras alternativas de actuación.
El llamado encuentro del viejo y nuevo mundo no sólo demostró los procesos de adaptación ante la diferencia, la llamada alteridad, sino también las terribles consecuencias del utilitarismo de la ignorancia y la indiferencia. La indignación es el germen de la acción, pero el encuentro es la vía de reconstrucción, el gran reto que aún no se ha reconocido como indispensable para resultados más trascendentes.
Un día caminaba con mi madre siendo un niño y durante el recorrido había tirado un juguete. Fue entonces cuando nos alcanzó una chica trans, cuya transición aún era visiblemente evidente. Mi madre no dijo nada, al parecer la imagen de la joven le había impactado demasiado que había olvidado la palabra que tanto me hacía recordar: gracias. Me hizo caminar más rápido y evitó mis preguntas. Podría haber sido señalada como homofóbica y, ahora, en el mundo de la inmediatez, podría haberse ganado algún apodo antecedido por un hashtag y la palabra lady, pero todo se resumía al desconocimiento, a la ignorancia. Poco a poco ha ido conociendo la diversidad del mundo social, poco a poco ha cuestionado las tradicionales maneras de pensar, pero eso no hubiese sido posible sin personas que se acercaron a ella para orientarle, antes de juzgar, para acompañarle de manera empática.
La sociedad civil organizada y la indignación nos han permitido llegar a un punto de cierta clarividencia sobre las omisiones, injusticias y la violencia sistemática, interiorizada y normalizada, pero ¿podremos avanzar a otro esquema de mayor proximidad?, ¿seguirán siendo los de siempre quienes, lamentablemente, utilicen a modo el rezago persistente? He perdido la esperanza en algunos espacios donde, después de vislumbrar un poco de esperanza, se llegan a imponer nuevos dogmas igual de violentos, inflexibles y amedrentadores que los otros vetustos que son denunciados, pero lo bueno es que siempre habrá otros que se mantienen conscientes de su entorno para actuar de manera consecuente, siempre habrá otros verdaderamente humanos y solidarios, y siempre llegarán nuevas personas que con la misma ilusión de una mejor comunidad buscarán hacer incidencia, aún a pesar de que se llegue a cuestionar que su encomienda ni siquiera es su lucha ontológica.
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