Desde el Jurásico medio, es decir, en el esplendor de la época de los dinosaurios, hace 160 millones de años, que han sido mudos testigos del desarrollo de la vida en la Tierra, un tipo de “eslabón perdido” entre rana y reptil, me refiero a las salamandras, un olvidado, pero interesante grupo de organismos. Cuerpo alargado, larga cola, piel de llamativos colores y recubierta de una peculiar mucosidad es como se les puede identificar con facilidad, habitan sobre todo en el hemisferio norte, donde hay especies con coloraciones negras como en la helada Europa, moteadas en los montes Apalaches de los Estados Unidos, algunas de estas especies llegan a medir algunos centímetros de largo, pero, mientras los cerezos se encuentran floreciendo y los elegantes kimonos recorren los lagos y estanques de Japón, habita la más grande de estas especies, la salamandra gigante de casi un metro de largo.
La mayoría de nosotros podemos ignorar este tipo de especies, incluso tildarlas de desagradables, sin embargo son un fuerte pilar en la composición de nuestros ecosistemas, pues se encargan de librarnos de cantidades exorbitantes de insectos, y además ellas constituyen la dieta de numerosos seres vivos, como águilas, serpientes e incluso reptiles como serpientes y lagartos. Algunas de estas especies llegan a ser muy venenosas, por lo general este tipo de salamandras venenosas nos alertan de la carga letal que llevan a cuestas (sobre su piel) con los brillantes y llamativos colores que exhiben en sus pieles, el veneno tetratodoxina es mortal para los seres humanos y para muchísimos organismos más, este mecanismo de defensa ha sido desarrollado durante millones de años de evolución.
En México habitan 137 especies documentadas de salamandras, y 96 de ellas son endémicas, es decir, que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, no obstante, en los últimos años la tasa de extinción de estos organismos ha aumentado considerablemente debido a la destrucción de su hábitat, contaminación y en algunos casos por la caza, pues se les considera organismos indeseables debido a su apariencia, también al reducir drásticamente la extensión de su hábitat esto resulta en una elevada tasa de mortalidad.
Luis Guillermo Mendoza Lerma
Los colores pertenecen a la Naturaleza
Desde hace varios días, Daniel guardaba un secreto. Debajo de su cama, al lado derecho y en el rincón más oculto, a dónde la astucia de su madre no alcanzaba a llegar, guardaba una caja de cartón adaptada para el ser más mágico que pudiera existir en la tierra, o al menos eso creía Daniel, y también lo creían los demás niños que lo habían visto.
Cuando lo encontró no dudo en atraparlo, su colorido cuerpo y rápidos movimientos lo volvieron sumamente atractivo a los ojos coleccionistas del pequeño explorador. Cautelosamente logró infiltrarlo a su casa y con toda la paciencia del mundo construyó un pequeño hogar para su nuevo amigo, descubrió que le encantaban los insectos y que hacía más ruidos durante la noche.
¡Vaya sorpresa! cuando un día encontró la caja vacía… Su padre que leía tranquilamente, levantó la vista la segunda vez que su hijo pasó corriendo, levantando cosas y mirando debajo de la mesa.
–¿Buscas algo?-preguntó con curiosidad
–Encontré un animalito misterioso y se ha ido, quizás no le gustó la cena. Ya había comido lombrices ayer, a mi tampoco me gusta comer lo mismo dos días, o se hizo invisible y por eso no lo puedo ver, Luis me dijo que eso pasa él ya había tenido uno y eso pasó -contestó Daniel, moviendo los brazos y hablando tan rápidamente como solo un niño lo puede hacer.
Su padre, que ya estaba acostumbrado a la imaginación desbordante del pequeño, se puso a buscar con él a sabiendas de que tal criatura no existía. Cuando de repente, al mover una maceta salió corriendo el fugitivo.
–¿De dónde salió esta salamandra?- Dijo el padre, tomándola con destreza entre sus manos
–Salamandra, qué nombre tan bonito -pensó Daniel- ¡No es invisible! -exclamó con una mezcla de alegría por encontrarlo y desilusión porque no sucedió lo que dijo Luis.
Después de una larga charla, Daniel comprendió porque no podía conservar a su amigo.
–La Naturaleza lo necesita -le dijo con una gran sonrisa su padre.
Y Daniel se sintió muy orgulloso de haber cuidado a alguien tan importante.
–Puedes decirles a tus amigos que se volvió invisible, prometo que guardaré tu secreto.
Diana Alvarado Jiménez
Humedad naranja y negra
Tan compleja consistencia
que de noche se vestía
de humedad naranja y negra
entre rocas repartida.
Que viscosa galanura
se pasea entre recovecos
con su esbelta figura
arraigada hasta los huesos.
Su nocturna iridiscencia
con la luz de luna brilla
advirtiendo su presencia
entre perlas cristalinas.
Vaya fortuna la nuestra
en nuestras sierras encontrar
a este emperador anfibio
de andar tan singular.
Israel Rodríguez Elizalde
Hermosos escritos. Con estilos diferentes, pero todos con un mismo propósito. Felicidades!