Emiratos Árabes Unidos es un conjunto de siete emiratos, situados al sur de la Península Arábiga, en la parte baja del Golfo árabe/pérsico. Los dos más importantes son Abu Dhabi –emirato rico en petróleo, el cual ha sido la capital de este país desde su independencia en 197– y Dubai –ciudad cosmopolita, famosa por sus excéntricos desarrollos inmobiliarios y su dinámica actividad comercial–. En abril de 2008, el gobierno de los Emiratos anunció su intención de desarrollar un programa nuclear con fines pacíficos y, poco tiempo después, comenzó la construcción de la primera planta nuclear en el mundo árabe.
Debido a que esta decisión se dio en un contexto de controversia en torno al proyecto nuclear en la República Islámica de Irán, varias voces han alertado sobre la posibilidad de que, en un futuro próximo, los Emiratos Árabes Unidos desarrollen la capacidad necesaria para construir armas nucleares. Estas preocupaciones están, hasta cierto punto, fundamentadas. La inestabilidad, casi sempiterna, en el Medio Oriente, la incertidumbre en torno a las pretensiones militares de Teherán y la opacidad nuclear israelí sustentan este razonamiento. Sin embargo, no son éstos, sino otros factores los que han influido, de forma más decisiva, en la postura nuclear de este país. Por esta razón, la posibilidad de que el proyecto nuclear emiratí se convierta en un programa de construcción de armas de destrucción masiva es muy remota.
Tres premisas conducen a esta creencia. En primer lugar, hay una carencia de incentivos para hacerlo. En segundo lugar, los obstáculos en el ámbito tecnológico impedirían que esto ocurriera fácilmente. Por último, este gobierno no está dispuesto a pagar los costos políticos incluidos en el desarrollo de un programa de ese tipo.
Aquí vamos. Después de la ofensiva militar para expulsar a las tropas de Saddam Hussein de territorio kuwaití a principios de los 90, el gobierno estadounidense diseñó la política de la doble contención, cuyo objetivo fue detener el avance de Irán e Irak en la región. Esta estrategia incluyó, entre otras cosas, el reforzamiento de la alianza con los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG): Arabia Saudita, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Desde entonces, estos Estados han firmado acuerdos de cooperación militar con Washington y han permitido el establecimiento de bases militares norteamericanas en sus territorios.
Debido a su pertenencia a un esquema de seguridad patrocinado por Washington, los países del CCG no tienen una urgencia de desarrollar un dispositivo nuclear. Su posición privilegiada en la agenda de política exterior de Estados Unidos provoca que estos países posean mayores garantías de seguridad que muchos de los países del Medio Oriente.
Pero no solamente hay carencia de incentivos, sino también de infraestructura, y es que, a pesar de haber avanzado aceleradamente en el desarrollo de su capacidad nuclear en los últimos cuatro años, Abu Dhabi es aún incapaz de generar energía de este tipo. Además, este país ha tomado medidas efectivas para garantizar el carácter pacífico de su programa nuclear. En 2009, el gobierno aprobó una legislación para proscribir de forma permanente el enriquecimiento de uranio y el reprocesamiento de plutonio (dos pasos necesarios en el dominio del ciclo de combustible nuclear) dentro de sus fronteras.
Si el gobierno decidiera desarrollar un programa de armas nucleares, debería primero desarrollar la infraestructura necesaria para hacerlo, y eso lo llevaría, muy probablemente, a enfrentar severas presiones internacionales.
Esto se relaciona con el último punto, el cual señala que el gobierno de este país no está dispuesto a pagar los altos costos que representaría el desarrollo de un programa de armas nucleares. Veamos. Es muy difícil que el gobierno de los Emiratos Árabes Unidos se arriesgue a enfrentar las posibles consecuencias del desarrollo de un programa de este tipo. Esto quizá es incomprensible para algunos principiantes que, aún en pleno siglo XXI, insisten en adoptar perspectivas antropomorfistas hacia los Estados y, en consecuencia, exageran, no sin ingenuidad, la capacidad explicativa de conceptos difusos como el de raison d’état (interés nacional). Los Emiratos Árabes Unidos tienen la necesidad de cumplir con las normas en materia de no proliferación si quieren seguir avanzando en su estrategia de integración en la economía mundial; de otra manera, tendrían que enfrentarse a sanciones, aislamiento, pérdida de legitimidad en el entorno global, lo cual socavaría sus intentos por diversificar la economía.
Al día de hoy, parece improbable que el gobierno de los Emiratos Árabes Unidos tome decisiones que pongan en peligro su estrategia de diversificación económica, ya que ésta es una condición necesaria para garantizar la supervivencia del régimen (más no la supervivencia del Estado) en una época postpetrolera. Por lo tanto, durante las décadas siguientes, este país tendrá muchos incentivos para mantener su programa nuclear dentro de un cauce civil.
Por todo lo anterior, el desarrollo de armas nucleares en los Emiratos Árabes Unidos, y por extensión, en el resto de los países del CCG, es un escenario poco probable en el futuro próximo. Su concreción requeriría una transformación profunda de las condiciones regionales e internacionales y, aun cuando esto ocurriera, se tendrían que superar obstáculos relacionados con la capacidad tecnológica y la presión internacional, lo cual no sería sencillo.
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