No son las profesiones de fe éticas, los panegíricos a favor de los derechos del hombre y de la generosidad los que acabarán con la xenofobia y la miseria, con las agresiones en contra del entorno, las desviaciones mediáticas. Se necesitarán políticas y empresas inteligentes, más formación, responsabilización y calificación profesional, más ciencia y técnica. Más que el imperativo del corazón, el imperativo de las inteligencias humanas, la inversión redoblada en el saber y la dimensión educativa permanente.
– Gilles Lipovetsky
Prejuicios. Señalamos sin saber. La interpretación anticipada nos ciega y no permite hacer un análisis correcto de la situación. Sabemos cuál ha sido el peor año de nuestra historia, pero no si otro lo superará o mejorarán las cosas. Es difícil definir cuando la realidad sigue absorbiéndonos a pasos lentos, sin rumbo fijo.
Como las personas que vivieron en el Renacimiento. Sumergidas en su tiempo, no sabían que fueron partícipes de esa época, no despertaron un día en alguna comarca europea y pensaron que había amanecido Renacimiento o que el Oscurantismo se fue con la noche. Nunca supieron que estaban inmersos en un mar de cambios, que se trazaba una transformación lenta y progresiva. Esas personas no conocieron del todo su lugar en la Historia, aunque apuesto que lo intuían, hasta que unos siglos después llegaron otros a colocarlos ahí.
Hace unos días leí un texto que se preguntaba por qué en Blade Runner 2049 solo hay héteros. El autor señala que “en Hollywood son tan heterobásicos que son incapaces de imaginar un futuro diverso”, que “No hubiera costado nada incluir relatos LGBTI” y que la película se mantiene en “el matiz de binarismo hombre-mujer”, a la vez que cosifica y erotiza la figura femenina. Uno: en nombre de la inclusión o interseccionalidad estas idean pululan por doquier sin que la realidad que nos rodea sea considerada. Dos: quisiera que fuera así. Que este siglo XXI fuera incluyente, pero no. Aquí, en China, ciencia ficción o mundo postapocalíptico, eso es inverosímil.
También vi el repudio que provoca cada 12 de octubre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. ¿De verdad tirar la estatua de Colón reivindica a los pueblos indígenas? ¿Nos venga de alguna forma del brutal sincretismo? Que ahora, cinco siglos después comprendamos que la Conquista de América fue un hecho sanguinario, ¿significa que debemos borrarlo de la Historia? ¿Hacer como que no pasó? ¿Dónde quedó ese cliché vuelto meme de “aquel quien no conoce su historia está condenado a repetirla”? Darle otro enfoque es tarea de la historia moderna, porque un lado es enaltecer la masacre física e ideológica, pero otro muy diferente es el repudio a la Historia, con mayúscula, en una especie de “nacionalismo” absurdo.
Revisionismo. A eso me suenan estos dos ejemplos. Buenpedismo. Esto no es tan nuevo, ya desde hace tiempo escucho los denuestos hacia lo clásico, a las teorías de antaño, a las artes y a la misma Historia. Son consideradas obsoletas porque al mundo le urge renovarse, erradicar los errores ancestrales, sacudirse el polvo e inventarse nuevas teorías y conceptos acordes a esta vertiginosa era. La realidad rebasó, aseguran. Las visiones que imperan en este presente desplazan cualquier postulado anterior. Pensar en una realidad histórica está pasado de moda solo si no conviene, porque se piensa en las maravillas aztecas, pero no se concede ni un poco en los beneficios que trajo la Conquista, contada con abalorios, pero naciente en sangre criolla.
Pero no. No es lo de hoy. No sirve para los intereses del respetable que está urgido por visibilizar, señalar, teorizar y presentar una nueva era que no ha llegado, esa que todos deseamos donde todos somos iguales, pero que hace que se olvide la carga histórica que nos tiene inmersos en este mundo.
Pareciera que los valores humanos están cambiando todos los días, se devalúan o entran en el mercado, como si fueran tecnología de punta, acorde con los tiempos, conforme a las necesidades urgentes de las personas. La democracia, sepamos o no lo que significa y cómo funciona, es vieja, lo de hoy es el anarquismo, aunque tampoco sepamos cómo funciona. El capitalismo es un asco, pero todos consumimos en los tianguis y en los supermercados sin que podamos dejar de ser parte de esta economía. Lo nuevo es ser libre de todo. Sin ataduras. Sin historia. Revisar la que ya tenemos. Modificar u omitir. Todo lo que esté ceñido al pasado es conservador, fascista, estático, retrógrada, reaccionario. Inventar un futuro con este presente infame que tenemos. De manera vertiginosa ahora se explota la diversidad, no solo sexual, hasta hacer círculos tan megaespecializados en donde ya nada cabe y todo lo que esté fuera no es válido, por lo que retratar el mundo ya no es vigente aún en un postapocalipsis como el de la película.
Lo sé, es urgente la visibilización de las diversidades desde una industria tan poderosa como el cine. Es urgente y necesario para las personas hacer una descripción positiva de la realidad, antes que mostrar la realidad misma, tan ordinaria. Ahí está un intento, Coco, la nueva película de Disney Pixar, que en busca de visibilizar “lo mexicano” ante los embates de Trump ya ha recibido críticas porque sitúa la película en una zona rural. Y eso que aún ni se estrena en todo el país. ¿Qué le exigiremos a esta película para que sea “verdaderamente” incluyente?
Forzar con calzador estas esferas tan cerradas y quererlas imponer, aunque sea un acto plagado de buenas intenciones, no deja de ser un acto fallido, significa entonces que no estamos comprendiendo cómo continúa siendo la realidad del mundo y, aferrados, queremos imponer el nuestro por ser mejor, más justo, más equitativo, a pesar de ser una fantasía. Nuestro presente, por desgracia, aún no se rige así. Aún está lleno de xenofobia, racismo, machismo, odio, violencia contra el otro. Muerte. Querer mostrarlo de otra manera es más falso que triste. Es querer engañarnos. Nunca en la historia del tiempo los procesos de adaptación y evolución han sido inmediatos como los queremos y nos obligamos ahora. Nunca. Tampoco despertaremos un día y veremos que el cambio y esta nueva forma de oscurantismo se disolvió con la noche. Encarrerados, urgidos de justicia, cada vez somos más crueles, intolerantes, linchamos al otro o lo relegamos si su verdad es diferente a la nuestra. En nuestra necesidad de sentirnos bien, correctos, defendemos a capa y espada nuestros ideales, a pesar de no haber fijado un rumbo y trazado la forma en que llegaremos.
Así volvimos a la ética una moda. Una ética mal entendida y reguladora de la historia, una ética que solo es por ahora una parte infinitamente pequeña en el pastel de la humanidad pero que busca imponerse y olvida que el resto del pastel aún no ha sido invitado a formar parte de la fiesta.
Dónde están los análisis que nos volverán un mito, que reforzarán los cambios, lo que nos catalogará y ubicará en la Historia. Merecemos que el futuro nos repudie como lo hacemos ahora nosotros con Colón. Dónde la difusión de nuestras ideas para erradicar los prejuicios. Renegamos del sistema, del machismo, de la homofobia con toda la razón, pero hasta ahora no ha cambiado la forma en que nos organizamos ni nuestros hábitos ni la disciplina con que vivimos los días, estamos clasificados en círculos pequeños, únicos y diferentes, especiales, en una paradoja cuando todo mundo habla de horizontalidad e igualdad.
No encuentro otro remedio más que la inteligencia práctica. La legítima defensa de los valores humanistas en la práctica diaria con resultados a corto plazo en nuestro alrededor y a largo plazo en otras dimensiones. Nada es inmediato. La realidad sigue absorbiéndonos. Estamos inmersos en un mar de cambios, lentos, ahora nos falta estar seguros y con rumbo fijo. Este es nuestro presente. La realidad. Merecemos que el futuro nos repudie.
@negramagallanes