Tu esposa, tu Julieta, Romeo, nuestras almas nacieron gemelas
Varios días después de la renuncia de Margarita Zavala a la militancia del PAN, continúan los señalamientos al tuit de AMLO donde se refiere a ella como “la esposa de Calderón”. Tanta molestia surgió que, a fuerza de erradicar la invisibilización sufrida, miles en redes pronunciaron su nombre por todos lados, ese que nadie había pronunciado para exigirle a Zavala, en su carácter de figura pública y ante su imperiosa necesidad de contender por la silla presidencial, que abriera la boca para posicionarse sobre las tropelías de, sí, su marido.
En el candor de los tiempos, seguir nombrando a una mujer con énfasis en su estado civil o de parentesco con otros hombres sí es sexista. No se puede evitar tener un sentimiento de menosprecio y cosificación al ser enunciadas como propiedad o apéndice de alguien, al seguir con la institucionalización de lo masculino, el centro de las cosas. Aquí no entra mi vecina Martha, que siempre habla de ella, en tercera persona, como la mujer de Chuy. Pertenece a una conciencia social que hace que ella misma sea un caso de sexismo lingüístico, no se nombra, así que sin importarle lo que yo pueda decirle, a ella le gusta sentirse parte de la grey de su marido, por lo que mis pretensiones feministas de ‘ni esposa ni mujer de nadie’ se van por la borda.
En el caso de Zavala ni llamarla ex primera dama funciona para no ser sexistas, porque cuando se nombra por oficio a la esposa de quien ejerce una profesión, por lo general surge un femenino: esposa del lechero/lechera, de carnicero/carnicera. Así, asignada a la misma actividad que realiza el marido, sea cierto o no, no se ve a la mujer independiente en una habilidad o trabajo, sino siempre ligada en cuerpo y sangre a los quehaceres del marido, por lo que todavía es más notorio que Calderón sea presidente y Zavala no presidenta, sino primera dama, que no es un cargo público ni laboral, sino social, de adorno y acompañamiento.
Total que parece que la solución es nombrarla por su nombre de pila. Pero no. El contexto no nos lo permite. Zavala siempre ha tenido una vida política al lado de su marido. Una muy gris. Abogada, con puestos menores en el PAN, dos veces diputada federal por representación proporcional, con una trayectoria mediocre, sin méritos ni propuestas que la llevaran a donde está ahora, a pesar de su plataforma Yo con México que pasó sin pena ni gloria, se creó un espacio para colocarse donde está ahora. Quién sabe cuál de los dos esté empujando al otro. Unos la reconocen como una mujer íntegra, pero ni eso le ha valido para desligarse de la sombra de Calderón, del que no se separó ni criticó cuando sumió a México en la guerra contra el narco que hasta ahora arrastra una cauda de dolor con miles de asesinatos y desapariciones, ese que mantenemos con una pensión vitalicia multimillonaria como expresidente, ese que ante la tragedia de ABC protegió a la prima de Zavala de las responsabilidades que tiene aún en el caso.
Estos días colocaron en boca de todos a Zavala como puntera en las candidaturas independientes para la presidencia. No podemos olvidar que, estrategias políticas o no, todo lo que viene abonará o restará al capital político de los actores con miras a las elecciones del 2018.
Apenas ayer leí a la priista Lorena Martínez decir: “Se trata de una elección en la que ya prácticamente la paridad en los cargos de elección popular será una realidad en todos los niveles, desde regidurías, diputaciones locales y federales y senadurías; estamos hablando que tendremos más de mil 500 mujeres candidatas”.
Quién sabe si Martínez se refiera a ese número de mujeres solo dentro de su partido, pero nosotras seremos, de nueva cuenta, la clave para llevar al poder no solo a los partidos hegemónicos, sino a las candidaturas independientes. En política, la paridad de género todavía no nos hace justicia, no ha habido una incidencia efectiva no solo en cuestiones de equidad género, sino de propuestas y gobierno, ahí es donde radica la importancia de nuestra participación desde todos los estratos, antes que solo limitarnos a encendernos por unos días por el machismo de AMLO, como nos hemos encendido y apagado con el machismo de Osorio Chong, de Peña, del Bronco, de todos.
Qué bueno que la recriminación proceda de la sensibilidad de las personas ante la discriminación de la mujer en el mundo moderno, qué bueno que señalamos, pero que no sea lo único, afrontemos nuestras realidades históricas y socioculturales discriminatorias desde una postura que logre solución: en estos momentos señalar que Zavala es la esposa de Felipe Calderón es elemental. No olvidemos que nuestro sistema lingüístico es regido por una amplia comunidad, no solo por un grupo de personas que desea que “mágicamente” al enunciarse entre ellas el matiz de inclusión haga desaparecer la violencia de género, o que visibilice a la mujer, porque no es así, hasta ahora, hasta hoy, hasta este momento que lees esto continuamos en una realidad sexista que no hemos podido atacar de raíz, como tampoco hemos podido atacar la miseria política con que los partidos, las personas, utilizan a las mujeres para ganar elecciones y beneficiarse. Prueba de esto es la esposa de Chuy, Martha, quien también es líder de colonia y con despensas, lonches y cobijas usa a mis otras vecinas para llenar mítines, camiones y urnas. Martha, la que, contestona, me dijo el año pasado cuando fue al evento de Margarita Zavala aquí en Aguascalientes que si tanto me molestaba menospreciar a las mujeres, entonces dejara de nombrar a la señora en diminutivo y la llamara por su nombre: Márgara.
Ahí es donde estamos. Ahí es donde no hemos incidido.
@negramagallanes