Política y punto de vista / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Los partidos políticos de México están hoy inmersos en una crisis de identidad, la cual se traduce en una crisis real de representatividad. Los hechos catastróficos de dos sismos sucesivos acaecidos los días 7 y 19 de septiembre del año en curso, han hecho emergente el reclamo ciudadanos de hacer derivar los cuantiosos recursos económicos asignados por sus prerrogativas financieras, al presupuesto y gasto que implica la reconstrucción de decenas de miles de viviendas dañadas y centenas de miles de ciudadanos damnificados; imperativo que un gran conjunto de la sociedad antepone al actual financiamiento público de los partidos.

El debate está en el aire, en los dos sentidos de la expresión, se encuentra viralmente presente en los medios de comunicación masiva y redes sociales de la carretera digital de la información, Internet; y también está en vilo -en el aire- debido a las posiciones encontradas entre las dirigencias partidistas de distinto color e ideología, en el sentido de renunciar o no a sus dotaciones dinerarias provenientes de las arcas públicas, en razón de políticas fiscales explícitas que les son ubérrimamente favorables; por más que ahora se pretendan homogeneizar las alineaciones ideológicas en “frentes” comunes, confesos como semejantes pero diferentes; iguales pero distintos; políticos pero no electorales, en fin cada uno ensayando de ganar el beneplácito de las masas que los impugnan.

Todo esto en el horizonte de la campaña presidencial que ya arrancó el pasado 8 de septiembre, La cuenta regresiva para las elecciones del domingo 1 de julio de 2018, donde estarán en disputa tres mil 416 cargos, comienza hoy, 8 de septiembre. Faltan 295 días. (Excélsior. Suena el silbatazo electoral; arranca proceso 2017-2018. La Presidencia se va a jugar entre López Obrador y quien pase a la final del PRI, PAN o PRD, afirma Luis Carlos Ugalde. Andrés Becerril. 08/09/2017 05:11. Ciudad de México).

Este pretexto lo podemos entender mejor en su contexto dominante. Recuperemos en una cáscara de nuez, nuestro panorama histórico partidista. En México, el proceso de la revolución social de 1910 fue el crisol que logró amalgamar de una gran atomización de partidos locales o regionales, el partido emergente de la revolución mexicana que se entronizó como partido dominante durante 70 años.

Lo conocimos como PNR. Quien no atienda a esta condición particular de su génesis histórica, convertido luego en PRI, pierde de vista la razón de fondo que le hizo tan peculiar en el entorno latinoamericano y mundial. Digámoslo sin estridencia, el proceso político de México era de tipo balcánico, es decir, sumamente fragmentado por nacionalidades, etnias, poderes regionales estructuralmente atomizados, en esencia un origen multicultural y plural en lo político; caldo de cultivo que hizo socialmente posible la fusión política en torno a una “institución fuerte”, que hizo precisamente el dicho del presidente Plutarco Elías Calles: la llegada “del fin de los hombres necesarios, para dar inicio a las instituciones”. De ahí surge la nueva institucionalidad fundadora del México contemporáneo.

Durante los años setenta se cuestionó esta dominación de “partido único” y comenzaron a proliferar, junto al perenne partido de oposición, PAN, y al estoico PCM, Partido Comunista Mexicano, nuevos partidos que prontamente se alinearon a la izquierda del espectro político, y los pocos fragmentarios de la derecha fueron gradualmente subsumidos por el ya histórico y emergente. El sismo de 1985 que asoló la Ciudad de México y otras ciudades del país ha sido interpretado como la emergencia de una sociedad civil que finalmente acabó con el tipo de hegemonía de partido único. Comienza la pluralidad representativa, desde dentro del mismo sistema partidista, mediante la Representación Plurinominal en las Cámaras, que abre la escena política al concurso de partidos de diversa índole e ideología. Se hizo así posible el ensayo de transición política del año 2000, que situó al PAN en el poder y derrumbó al “viejo PRI” al menos por 12 años. (Nota mía: LJA. En política, portadores de valor. Sábado 9 de febrero, 2013).

Fue así como, en ese proceso finisecular del XX y la transición al siglo XXI, sociólogos, investigadores, politólogos y analistas comenzaron a vislumbrar la caducidad de los partidos políticos en tanto que “portadores” (Träger) de valor político –como referencia al concepto de “träger”/ económico/ portador de la mercancía; según Marx, El Capital. Para ser hipotéticamente reemplazados en su representación por otro tipo de organizaciones y de formaciones sociales que tenderían a sustituirlos como las “monedas duras de cambio político”, que venían siendo.

Afortunadamente, pude ser uno de los testigos de este cambio de punto de vista, o de atención manifiesta a la relevancia de los partidos como generadores de los portadores de valor político, que ocurre a principios de los años ochenta. Me refiero a la posición personal manifestada por el sociólogo J. Francisco Paoli Bolio, como titular de la asignatura de Partidos Políticos, que venía ejerciendo desde años antes en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y anunciándonos en 1983, en pleno curso, que la nuestra era la última generación de alumnos -en este caso de la UIA/UNAM/FLACSO y probablemente ITAM- participantes de esta materia; porque él decidía retirarse de esta cátedra, y porque tenía como proyecto alternativo el investigar ahora el role político de las Profesiones, a manera de una veta distinta productora de “portadores” (Träger) de valor político; y como argumento citaba a reflexionar cuántos generales habían sido presidentes de México, cuántos médicos, cuántos ingenieros, cuántos diplomáticos, cuantos administradores, etc. Y razón sociopolítica no le falta para acertar en este punto.

La razón que nos ofreció entonces, para tomar al parecer tan drástica medida, fue que el papel histórico de los partidos políticos para formar gobiernos había tocado su fin. Y, al mismo tiempo, anunciaba con regocijo que se iba a ocupar de analizar el papel de “las profesiones” en su impulso relativo y característico de carreras políticas hasta hacer llegar a sus practicantes a los puestos de mando superiores, particularmente la Presidencia de la República. Incluso reseñaba un sumario rápido de las profesiones más relevantes en este sentido: – carrera de las armas, generales, abogados, ingenieros, doctores, maestros y una larga secuela de tecnócratas, como ya los estamos viendo pasar. Repase, usted, mentalmente los nombres de los presidentes de México, antes y después de Plutarco Elías Calles y verá la realidad de tal afirmación. (Nota mía: LJA. El rompecabezas imposible. Sábado 16/Junio/2012).


El otro punto de vista para entender la crisis actual representativa y, por tanto, de legitimidad de los partidos políticos ante la sociedad mexicana, se da mediante el enfoque de los métodos diversos de investigación y análisis socio-político. Me permito recuperar una descripción excelente, propiciada por el Dr. Néstor Duch Gary, en que destacan entre las nuevas metodologías científico sociales.

Me refiero a aquellas de los macro-enfoques o tesis generales dominantes del Derecho Positivo (1) -caso de las Leyes de Reforma con Benito Juárez-; los sistemas económico-políticos y culturales con sus interacciones y mediaciones (2), probablemente Miguel de La Madrid y José López Portillo; las relaciones funcionalistas o de oferta/demanda, input/output, expectativas ciudadanas / satisfacción relativa gubernamental -prototipo del enfoque de Solidaridad, con Carlos Salinas de Gortari (3); del análisis histórico o génesis de los procesos sociales y sus modos particulares ya sean de producción y reproducción de la sociedad (4), análisis Marxiano aún no ensayado en México, (por ejemplo, el origen, surgimiento y desarrollo del EZLN en Chiapas versus la coyuntura emergente de política global del TLCAN); y finalmente, (5) del análisis crítico materialista Histórico-Dialéctico, aplicado a la observación y medición metodológica tanto de los Ciclos Económicos del Capital –crisis financieras globales-, como a la Pobreza, vista como generación necesaria al Capital Dirigente del llamado “ejército de reserva” o lumpen-proletariado, que ha derivado en un proceso de pauperización extrema de las masas trabajadoras y decremento de las posibilidades de desarrollo de las clases medias, desempleo sistémico, y renuncia obligatoria a las expectativas de bienestar versus monopolización extrema del Capital en muy pocas manos. Método presente quizá en la mente de académicos críticos del sistema actual, pero que no ha descendido a la praxis política como compromiso histórico. (Nota mía: LJA. Modelizar para transformar. Sábado 18 de enero, 2014). Metodologías que entendemos mejor una vez puestas en acto.

El papel de estas metodologías de análisis crítico al uso, todavía está en fase experimental y probablemente ya se avista la importancia de su aplicación en el campo real de la praxis política. Al respecto, recuerdo la expresión del mismo Dr. J. Francisco Paoli Bolio cuando, al calificar mi trabajo terminal del curso, en que opté por realizar un ensayo de análisis semiótico sobre el Discurso de Plutarco E. Calles, que pronunció en la fundación del PNR, dijo: “es difícil saber qué aplicabilidad pueda tener el análisis del Discurso”. Bueno, ahora tiene ya una interesante respuesta. Celebro que una aportación como la presente provenga de especialidades epistemológicas cuya aplicabilidad real se veía todavía en los años ochenta, aún muy remota, como es precisamente el caso de la Lingüística, la Semiótica, la Hermenéutica o la Retórica Filosófica aplicadas al análisis del ejercicio político.

Concluyo con un pensamiento de Norberto Bobbio, refiriéndose al indispensable desarrollo de la política de los derechos: “que no son únicamente los derechos del hombre abstracto, sino son también el derecho de las mujeres y de los jóvenes, de los enfermos y de los menores de edad, de los marginados en la miseria y en el sufrimiento, de los olvidados del tercero y cuarto mundos, que son siempre de este y no de otro mundo” (La imagen de los intelectuales. Bobbio: Los intelectuales y el poder. Laura Baca Olamendi. Océano. 1998. P. 162).

 

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