A razón de los recientes movimientos telúricos que han azotado nuestro país durante las últimas semanas, la sociedad ejerció de muy diversas formas presión a la clase política para que asumiera una postura de responsabilidad y solidaridad para con el pueblo mexicano, después de vivir una tragedia de proporciones no menores.
Ante este apremio social, teniendo a la vuelta de la esquina las elecciones presidenciales de 2018, las reacciones surgieron. El primero fue el Partido Revolucionario Institucional haciendo público que renunciaría el 25% del financiamiento público que recibiría para la campaña del 2018. Luego, el Partido Movimiento de Regeneración Nacional anunció a través de Andrés Manuel López Obrador que sometería a una asamblea la posibilidad de donar (no están donando nada, están renunciando a una prerrogativa que tiene su origen en los impuestos de la gente) el 50% del presupuesto de su partido. Luego, Movimiento Ciudadano terminó con el juego de quién da más renunciando al 100% del financiamiento público, sosteniendo que es algo que habían propuesto desde hace años. MC orilló al resto de los miembros del Frente Ciudadano por México (el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática) a renunciar por coherencia también al 100% del financiamiento público para sus respectivos institutos políticos.
La competencia por demostrar quién es más generoso y sensible con México llegó incluso a revivir asuntos de la agenda pública que parecían agotados u olvidados, particularmente el tema de las plurinominales.
Los espacios plurinominales son aquellos curules de la cámara de diputados o escaños de la cámara de senadores que son ocupados por personas que no pasaron por una elección popular, sino por la designación por circunscripción o listas de sus respectivos partidos. En la cámara de diputados federal son 200 (de 500) los diputados designados bajo este principio de representación proporcional y son 32 (de 128) los senadores que llegaron al Senado por lista nacional.
¿Cuál es la lógica o razón de ser de los espacios plurinominales? La representación proporcional. Que todas las expresiones políticas puedan tener foro, aunque no ganen las elecciones.
Para ilustrar lo más gráficamente posible esta idea se expone un ejemplo: existen 300 distritos electorales federales en el país. En cada uno de esos distritos el partido azul, el verde y el naranja envían candidatos; después de las elecciones 150 distritos los gana el partido verde y 150 el partido naranja, pero el azul no gana ninguno: en todos los distritos quedó en segundo lugar. Es más, el partido azul tuvo una mayor cantidad de votos en total en los 300 distritos que el partido verde y el naranja, pero no gano un solo distrito. ¿cómo van a quedar representados todos los ciudadanos que votaron por el partido azul, que de hecho son más que los que votaron por el verde o el naranja? Ahí es donde entra el principio de representación proporcional, para no dejar sin voz a esos votantes, pues de no existir la representación proporcional (las plurinominales), el partido azul, el partido más votado, se quedaría sin un solo diputado.
El discurso contrario sostiene que los plurinominales no son más que el refugio de la elite de cada partido político que, sin mérito ni capacidad alguna, ocupa espacios que deberían ser de representación popular para fines propios. Se debe reconocer que esta afirmación es en efecto una realidad. Por eso popularmente suena bien quitar a “los malditos pluris”, sin reflexionar el riesgo que corre el equilibrio de fuerzas políticas en un sistema político como el nuestro que recién sale de una dictadura de partido único, sin ubicar en su justa dimensión los efectos de esta medida.
¿Cuándo se concibió la democracia (sistema de gobierno representativo) mexicana? Si bien somos una república representativa federal desde principios del siglo pasado, lo cierto es que nuestra incipiente democracia representativa se concibió en su versión beta el año de 1977, con la llamada Reforma del Estado. El constitucionalista Jesús González Hernández sostiene que, derivado de la poca legitimidad que el presidente José López Portillo tenía al tomar protesta como primer mandatario en diciembre de 1976 como candidato único en la elección presidencial, quien fuera su Secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, impulsó una reforma del estado que permitiría tener representatividad a las diversas expresiones políticas del país, a través de diputados plurinominales. Ese fue el antecedente para que años después, el Senado de la República implementara la lista nacional para 32 senadores plurinominales, y diera lugar a un poco de pluralidad en su integración.
Desde entonces, el congreso mexicano ha tenido cada vez más pluralidad, convirtiéndose en ocasiones en contrapeso del Presidente de la República. Sí, todo esto es gracias a las malditas pluris.
A los detractores de los plurinominales se les olvida que nuestro sistema de gobierno representativo no hubiera evolucionado de no ser por esta figura que permitió a la oposición tener voz en el parlamento. Soslayan el hecho de que el Partido Revolucionario Institucional en la elección pasada obtuvo 155 de los 300 distritos, lo que le hubiera dado mayoría relativa y hubiera incrementado la posibilidad de convertir al congreso en un ente validador de las decisiones del presidente de la República, sin debate y sin oposición. Le ley 3de3, no hubiera pasado nunca, y tendríamos durante los siguientes nueve años un Fiscal General de la República que le garantizara protección transexenal a Enrique Peña Nieto.
En el discurso suena y vende bien, pero lo que están proponiendo quienes buscan “quitar las pluris” en realidad es que el PRI tenga como en el 2015 mayoría absoluta en ambas cámaras con solo el 29.18% de la votación (no del padrón electoral, de la votación).
En medio de la tragedia, quienes buscan el regreso de la hegemonía aprovechan nuestra necesidad de soluciones tangibles para vendernos propuestas que de llevarse a cabo serían desastrosas. Hay muchos otros rubros de donde podemos hacer un recorte en el presupuesto para subsidiar los daños sufridos en el país. Que nuestras soluciones no resulten peores en el largo plazo, que nuestros problemas.