The Truman Show (1998) es un clásico del cine de Hollywood y además un buen ejemplo tanto de la cultura de masas que nos mantiene entretenidos con sus realitys como de la necesidad de los poderes (jurídicos y fácticos) por mantener al individuo bajo control. La trama es de sobra conocida: Truman Burbank (brillante interpretación de un Jim Carrey en apogeo) nació en un set cinematográfico gigante, desde pequeño ha sido observado por millones de espectadores en un programa televisivo que se basa en cientos de cámaras en una ciudad inventada prácticamente para él. Creado todo para controlar su vida, las cosas comienzan a desencajar cuando sospecha sobre la farsa y trata de huir de esa localidad, topándose siempre con obstáculos dispuestos precisamente por la producción del programa, que trata de evitar a toda costa, terminar con un espectáculo televisivo con esa enorme audiencia.
Los antecedentes mexicanos en materia de elecciones nos han hecho crear un modelo cerrado de derecho, tan sellado, que raya en la dictadura, no se trata solo de las limitantes que imponen la Constitución o la ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales o los códigos de los estados, sino que a lo anterior se suma una andanada de reglamentos y lineamientos expedidos por el INE y los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLES) que cierran cada vez más el margen de acción de los operadores políticos, entendidos en amplio sentido: partidos, asociaciones civiles, empresarios, entes gubernamentales, ciudadanos, etcétera.
Un ejemplo claro es el acuerdo “para garantizar la equidad entre los participantes en la contienda electoral” publicado en el Diario Oficial de la Federación el 9 de agosto del 2017, que prácticamente, a partir del 8 de septiembre, cierra la posibilidad de llevar a cabo y/o promocionar una gran cantidad de acciones a los funcionarios de gobierno, así como a los aspirantes a cargos de elección popular. La mencionada normatividad básicamente prohíbe a los que pretendan ser candidatos realizar manifestaciones ya sea en bardas, espectaculares, redes sociales (pagadas) y en general cualquier acción en la que se promocione o promueva una opción política. A los servidores públicos se les impide: realizar informes de actividades (si son obligatorios por ley, deberán de abstenerse de usar nombre, imagen y voz) entrega masiva de apoyos gubernamentales o difundir por cualquier medio logros de gobierno.
Esta legislación draconiana, sumada a otros estatutos (como el de fiscalización) transforman a una campaña, por ende a la democracia, en una acartonada contienda que pierde cierto sentido de disputa, de competencia, en suma, de lucha por el acceso al poder; los debates y sus reglas absurdas de tiempo, modo y lugar, son el mejor ejemplo de ello, lejos de ser una herramienta de información para el ciudadano, se vuelven nulas y aburridas interlocuciones. De ahí que, las redes sociales se transformaron en el espacio donde podíamos observar el verdadero debate, pues el mundo digital había sido ajeno a las normatividades nacionales, incluso diversas sentencias de la Sala Superior protegían al Facebook y Twitter. Sin embargo, el lineamiento para garantizar la equidad, ha comenzado a minar el Internet, prohibiendo por ahora manifestaciones pagadas, pero bajo esta tendencia, es claro que, en un futuro inmediato, acotará más estas plazas de libertad de expresión.
En la última secuencia en The Truman Show, vemos a Truman huyendo, tratando de salir de su pequeño pueblo, el director del programa le impone toda clase de obstáculos, los que supera no sin ciertos miedos, hasta que por fin logra llegar al final del set, donde, en un muro, logra ver la puerta con el anhelado letrero “Exit”; una voz por altoparlante le dice que no huya, que el suyo es un mundo donde puede vivir feliz, sin los peligros del exterior: Truman opta por la libertad y atraviesa la salida. De forma similar, pareciera que el INE se esfuerza por crear un entorno perfecto lleno de lineamientos que hagan más “equitativa” la lucha, en el fondo, solo limita cada día más la autonomía, sin concientizar, que los actores políticos siempre buscarán mecanismos para llegar a una realidad más abierta que el ámbito legislativo de restricción, porque, justamente, esa es la naturaleza de la lid electoral.