Tomo como punto de partida el conmovedor relato de una mujer que transitaba ya de su edad media a la edad de retiro laboral que, enfrentada a un simple esquema de “línea de vida”, intuyó en cuestión de segundos el error que había cometido al decidir la directriz que habría de tomar su “historia de vida y carrera” que concluía formalmente al término de esa misma sesión de capacitación bancaria, en que vierte públicamente un íntimo testimonio, ante sus compañeros. Sus palabras se apegan muy de cerca a esta narrativa.
Cuando yo ingresé al banco, era muy joven, deseosa de colocarme pronto en una buena posición de trabajo. Comencé, como se dice, desde abajo, haciendo méritos para que mis jefes me reconocieran. Pocos años después de que fui escalando diversas posiciones de servicio como auxiliar o en cajas, se me presentó la oportunidad de cubrir una vacante en el área de atención a usuarios de cajas de seguridad. De pronto me sentí haber descubierto una posición inmejorable de atención a clientes; y me sentía ampliamente recompensada por la importancia de mi nueva posición. Empecé a conocer a mis clientes habituales por su nombre. Me complacía su trato afable, respetuoso y poco a poco casi confidencial. Algunas veces cruzábamos información personal, sobre su estado de ánimo, su familia, sus negocios. Me sentía depositaria de historias inéditas, jamás contadas a otros funcionarios. Definitivamente era el trabajo que yo había anhelado. Hice todo lo posible por permanecer en él, no importaba que otra alternativa se presentara. Me hice de todos los argumentos para conservar mi cómodo y reconfortante puesto. No sin cierta desazón escuchaba de mis superiores alguna oferta para escalar más arriba en el escalafón, pero me negué. Aquella combinación de confort, continuidad, seguridad; sin los riesgos que acarrea aprender un nuevo puesto, o asumir responsabilidades mayores; y no se diga la confianza que mucho me halagaba de mis habituales clientes, hacían inquebrantable mi deseo de permanencia en el lugar. Pagaba gustosa el precio de permanecer inamovible. Pero, hoy, al ver pintada en ese diagrama mi vida y carrera, sé que cometí un gran error y que ya es irreversible. Preferí estacionarme, a escalar opciones de riesgo. Acabo de conocer mi finiquito en esta institución y quedo con gran incertidumbre si los recursos económicos me alcanzarán para una digna vejez. Perdón, pero por eso no pude contener el llanto. (Nota mía: LJA. La crisálida que dijo sí. Sábado 14 de noviembre, 2015).
El esquema referido consiste en la representación visual de una simple línea horizontal. Imagen que simboliza el punto de inicio de una vida humana, nacimiento, y concluye en el punto terminal, que representa la muerte. Una representación simbólica cuyo significado se remonta al pensamiento judaico -una sola vida, un tiempo vital que transcurre linealmente en una sola dirección, que es irreversible, y tiene como punto final un término absoluto, definitivo, al morir. Muy distinto a otras culturas de la antigüedad, cuyas imágenes del tiempo físico universal no descansan en un trayecto unidireccional e irrepetible como el judaico, sino que pueden ser circulares, repetibles incluso al infinito, y aun diferenciadas en razón de tener trayectorias en espiral y abiertas indefinidamente; otras imágenes más bien helicoidales y repetibles hasta alcanzar una supuesta perfección espiritual, en múltiples esquemas diferenciados de vida; otras más que consignan una imagen más determinista del tiempo y de la vida, y que por ello invocan su repetición incesable o del “eterno retorno”, lo que implica transcurrir por un largo circuito reentrante, circular, pero siempre idéntico a sí mismo, sin solución de continuidad alguna.
La civilización occidental cristiana de la que formamos parte profesa la creencia en el tiempo horizontal, irrepetible y decisivamente terminal de una vida. De manera que nacemos y morimos, una sola vez y luego, si estamos abiertos mentalmente y espiritualmente a la Trascendencia, pasamos inexorablemente a esa dimensión a-temporal e in-espacial de la eternidad, en comunión con el Ser Supremo, Creador del Universo. Una visión pesimista de este ciclo vital, lo expresa de manera singular el cantautor, José Alfredo Jiménez, “no vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba…” (Camino de Guanajuato). El punto resolutivo final físicamente es la muerte, y el primer punto de “la vida perdurable” de San Agustín es la resurrección a la vida inacabable. No hay cabida a “otras vidas” o ciclos eternos repetitivos.
Sin duda, la fina dama del relato captó perfectamente la irrepetibilidad del tiempo y la definitividad de nuestra toma de decisiones de vida y carrera. Expertos autores en la materia convienen en reconocer 5 etapas transicionales de la vida humana: Se nos hace saber que cada transición a una etapa distinta lleva consigo cinco características: a) una inevitable inquietud interior; b) una cierta inactividad o perplejidad consigo mismo y con el mundo; se hace difícil el proceso de toma de decisiones. C) A manera de una crisálida, nuestras energías están interiormente activas, pero quedan latentes en el inconsciente, están esperando como en una “matrix” para salir y manifestarse, así se prepara lo nuevo. D) Casi repentinamente esas nuevas energías se manifiestan, quedan libres y se ponen a disposición de la conciencia. E) Se descubre un nuevo sentimiento de vida, se adquiere un ritmo nuevo, lo que se presta para acometer nuevas tareas, y por consiguiente responsabilidades. (Ver: Dr. Josef Goldbrunner, alemán especialista en antropología filosófica, conocido por su ensayo “Individuation a Study of the Depth Psychology of Carl Gustav Jung”. 1966. En que nos da herramientas como el diagrama de vida y carrera).
Así lo observamos en las etapas críticas de optar por una carrera, ocupación u oficio como es el de la juventud. Las opciones de vida y carrera en México están claramente delimitadas por la capacidad de matrícula de las instituciones y la calidad de calificación que poseen sus aspirantes; es el caso de los 144 mil 61 jóvenes que presentaron su examen en la primera vuelta, únicamente 12 mil 472 alcanzaron el puntaje requerido por la UNAM en sus diferentes programas de estudio, lo que significa que 131 mil 589 no obtuvieron un lugar para ingresar al ciclo 2017-2018 de este centro de estudios. Resultados que daría a conocer el pasado 15 de julio. Otros 107 mil jóvenes aspirantes acudieron al Instituto Politécnico Nacional, IPN. (El Universal. 28/05/2017). El pasado sábado 5 de agosto, la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems) dio a conocer los resultados del concurso de asignación 2017. De los aplicantes, 179 mil optaron por la oferta de la UNAM, pero sólo 33 mil 218 fueron aceptados en uno de sus planteles. Resultando que, además, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) informó que se revisarán los exámenes de más de 11 mil aspirantes que no obtuvieron un lugar en los diversos planteles de bachillerato. (SDP noticias.com/ https://goo.gl/nCVJjk ).
Este contexto educativo del país nos muestra a las claras los obstáculos socio-económicos, los condicionamientos culturales y políticos, más las situaciones socio-familiares que acotan las posibilidades de inserción en una carrera que sea capaz de aportar los insumos y recursos necesarios para una vida digna y con posibilidades de un desarrollo humano integral.
Visto así el horizonte de vida y carrera, somos capaces de intuir que el espacio y el tiempo no son solamente dos criterios para medir la vida del hombre y de la mujer en este Universo, sino que son las dos coordenadas sustantivas, cualitativas de las que estamos hechos y que constituyen nuestro ser en el mundo; y que por tanto definen y determinan la vida de cada uno de nosotros en este viaje maravilloso del planeta Tierra, arrastrado por su sistema solar, en el espacio sideral interminable, y por ello convertido en un evento cósmico pleno de misterio, que nos lleva a desembocar inexorablemente al no-tiempo y no-espacio, que hemos atinado por llamar: Espíritu, Trascendencia, Dios, Misterio, Sagrado, o el Absolutamente Otro.
O bien, para gusto de algunos, viaje que termina en el vacío absoluto, en la cesación de toda actividad, en la Nada, en un fin definitivo sin ampliaciones ni extensiones; en la cesación completa de la consciencia, y por ello llamado: Nihilismo, ateísmo o agnosticismo. De este modo de pensar y vivir nos ha dado genial cuenta el querido y recordado Rius, Eduardo del Río, (Ver: Milenio.com. Cultura. San Garabato está de luto por la muerte de Rius. Viernes, 11/08/17), en su voz: -In Memoriam. “Ya llevo muchos años dibujando y ya quisiera jubilarme, pero no encuentro cuándo. Nada más la muerte es la que nos puede jubilar”. Lo que nos presenta el dilema del silencio total o la memoria eterna. ¿Por cuál opta usted?